La fuerza del amor
(Mi
pequeña historia)
Jenara García Martín
Todo
dormitaba dentro de “mi mundo”. Ese “mundo” sólo mío. Era una idea fija en mi
mente. Escribir una historia que fuera capaz de penetrar más allá del placer que perciba el lector con su temática.
Una historia capaz de permanecer en el recuerdo de sus lectores. Era receptora
de una concepción de imágenes que me
incitaban sacarlas a la luz.
Un
amanecer fluyó en mí ese manantial inquieto, ansioso de marcar los surcos en un camino virgen, sin
huellas, sin un “detente”. De pronto me dio miedo caminar en una dirección
incierta, sin saber a dónde estaba el final. Tenía que animarme a descubrirlo.
El
papel en blanco y el lápiz me llamaban. Me provocaban a que los hiciera entrar
en acción y comencé creando situaciones cotidianas. Personajes que no se
conocían. Hasta circunstancias
increíbles por ataques bélicos. .Llenaba hojas y hojas y harta de caminar por la cornisa, descendí y me aferré a mi propósito.
Relacionar las situaciones inventadas que ya existían en mis apuntes. Así
empecé Mi Pequeña Historia imaginaria que quería dar a conocer.
Hasta
el Ordenador me llamaba. Lo puse en contacto. La pantalla en negro esperaba que
la diera la orden y escuché que me dijo: “abre la ventana”. Mi mente me obligó
a obedecer. Ya estaba en blanco y nos miramos con aire desafiante. Había
llegado el momento. Tenía que llenar de líneas
esa pantalla, con ideas ya convertidas en pensamientos, quizá desordenados pero con cierta lógica. A
cualquier hora del día mi mente inventaba ideas, capturando pedazos de vidas, como los cuadros de un rompecabezas,
que van uniéndose entre sí, donde los sentimientos no dejaban respirar al alma.
No me daban descanso. Pero tenía que
investigar en el fondo de esos apuntes
la intencionalidad de su significado para luego pasarlo al Ordenador con la
mayor limpieza posible, y que el lector
pudiera recibir la historia con interés,
con credibilidad..
He
invertido muchas horas, escribiendo y corrigiendo. Compartiendo durante ese
tiempo risas y lágrimas, sin importarme los baches u hondonadas que aparecían
en ese camino poblado de sombras. La interacción de este mundo de pasiones, se
convertía en un laboratorio de pruebas.
En
proceso de investigación permanente. Mi lucha interna es la de la fiera con el
indefenso cordero. La soberbia, la ira, la frivolidad, enfrentándose a la
humildad, la caridad, la pureza.
Sentimientos que transitaban por mi
solitario mundo y tenía que lograr que aparecieran en Mi Pequeña
Historia.
Mi
historia sin título. Cuando llegué al final, lo descubrí. Venció el amor. La
nobleza del personaje que dio vida al proceso de mi creatividad que con su
dulzura y su fuerza de amar y ayudar a los seres que la rodeaban en ese
refugio, después de haber sufrido un bombardeo en plena guerra de Oriente,
donde perdió a sus padres. Esa pequeña protagonista me robó Mi Historia, expresado
en otros términos se la traspasé. La veía reflejada en la hoja de papel
deambulando en busca de su familia entre los despojos que deja una guerra:
destrucción, muerte, hambre, pestes, campos inertes, supervivientes en total
desamparo en busca de protección, amor y así ayudando a los refugiados en
situación de carencias, como ella, la desconocida protagonista de Mi Pequeña
Historia, colaboraba en ese mundo decadente, buscando a cambio algo con qué alimentarse. Saltaba a la
pantalla de mi Ordenador y su imagen
casi transparente por su delgadez, permanecía inmóvil bajo mi escritura.
Extendía los brazos suplicantes en medio de su soledad, a pesar de estar
rodeada de multitudes. Pero la expresión de su rostro me pedía ese cariño que
había perdido. Que la permitiera
ser protagonista de Mi Pequeña Historia.
Ese
pequeño mundo que la pertenecía, aunque estuviera sola. La suerte de sentirse
viva, la dieron fuerzas, e inició a
transitar una ruta sinuosa y difícil, que la marqué, mas debió conocer escenas
lamentables donde observó el enfrentamiento entre la crueldad y la dulzura. El
amor y el odio. Pero en esa lucha de sus propios valores y sentimientos
sublimes, casi expuesta a desfallecer,
por fin obtuvo, lo que con tanto anhelo buscaba: “La Fuerza del Amor”. Ella dio título a Mi Pequeña Historia. (Continuará)
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