Veinticinco
Claudia Schinca
Por lo
sombrío y desbastado del paisaje, la imagen era casi aterradora. Había una
espesa bruma que transformaba todas las formas, creando sombras y luces de
extrañas e indescifrables
características.
La cruz,
se alzaba todavía estoica , en el ala derecha de la iglesia, que sostenida por
varias estacas, soportaba con desmesurada hidalguía sus ultimas horas. A cada
paso el paisaje se hacia mas desolador, calles de piedra y horror.
Algunas
casas conservaban algún dato de su
arquitectura, pero la mayoría yacían entre sus propias ruinas. Caminamos por
horas, pero nada se movía, nada vivo había,
ni pájaro, ni hombre, ni árbol.
La noche
avanzó y con ella avanzó nuestro cansancio y se diluía con la bruma y el humo
la esperanza del encuentro.
La orden
fue discretamente concisa: “Busquen a los 25 soldados enviados hace 25
días y tráiganlos vivos o muertos”. El
objetivo era la búsqueda de soldados que nuestra nación envió a defender suelo
extranjero, ocupado por tropas invasoras.
Nadie nos
explico porque invadieron, nadie nos dijo porque la guerra. y por una rara
dialéctica, de los poderosos uniformados, resultó que lo importante era que los
25 volvieran al país sin importar si con vida, si heridos, o si muertos.
Buscamos
algo que nos llevara a ellos, una huella, un aroma, algo, pero todo era
soledad, silencio y espanto.
Con el
tiempo supimos cual era el verdadero motivo de tanta y apurada busqueda, se necesitaba
ocupar 25 lugares, en 25 sillas del honroso capitolio.
El máximo
líder político mundial tocaba suelo en
25 días y nada podía ser mas importante que recibirlo con toda la tropa
completa, y si muertos, con los ataúdes cubiertos de la noble bandera patria.
No fue
posible ni la una ni la otra alternativa.
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