Los ruidos
Carlos Margiotta
En la medida que transcurría la jornada los ruidos en sus oídos iban creciendo dentro suyo hasta el regreso a su casita en las afueras donde encontraba algo de paz. Los médicos le habían dicho que orgánicamente estaba todo bien, que por la edad, que puede ser un virus o la contaminación ambiental y muchas otras explicaciones que no lo conformaban, Él íntimamente sabía que esas no eran las verdaderas causas.
En la estación Medrano subió un hombre cubierto con un poncho norteño que le cubría el torso a pesar del calor de diciembre y un charango entre sus brazos. Era de baja estatura y de piel tan oscura como la suya. Sintió como si un hermano lo abrazara fuertemente después de muchos años y el pecho se le arrugó en un puño. El hombre se presentó "Soy de Jujuy...", y se puso a tocar un carnavalito como aquellos que había bailado en la quebrada siendo joven y se permitió seguir el ritmo de la música golpeando el suelo con el pie derecho como si fuera una caja. Los ruidos que lo acosaban en el interior de su cabeza dejaron de aturdirlo por un momento y en su lugar se le aparecieron imágenes de su madre y sus hermanos. El paisaje de la puna envolvía su recuerdo; el corral, las casas de barro, el pozo de agua, las noches frías, el viento y más tarde la María. María despidiéndolo con un beso en el camino que lo llevaría a la ciudad y de allí a la puerta del cuartel. Recordó los días en la milicia donde aprendió a leer y a escribir, el uniforme verde oliva, los rostros de sus compañeros y los disparos. Esos disparos que todavía sonaban nítidamente en sus oídos. Entonces se vio a sí mismo en el monte tucumano, escuchó el crepitar de la metralla y la explosión de los obuses mientras subía la sierra. Vio la sangre y la desesperación, vio el llanto y el dolor, y escuchó los gritos del sargento ordenándole:
Soldado, métales un tiro de gracia a los heridos... No sea cagón soldado... Ya escuchó al capitán... Sí, en el medio de los ojos... En esta guerra no hay heridos ni prisioneros... ¿Me entendió soldado...? No me diga que tiene miedo... no sea cagón carajo...
Los aplausos de los pasajeros lo hicieron regresar al presente. Una gota de sudor le cruzo la mejilla y se secó con la manga de la camisa. Después el músico se puso a interpretar una cumbia colombiana mientras el subte se iba vaciando en la estación Florida. Él también bajo con la muchedumbre y desde el andén miró al hombre con su charango, reconociéndolo, entonces le apuntó fijamente con la mirada en el centro de la frente. Luego se dirigió hacia la escalera mecánica donde lentamente subió hasta la avenida, el pecho se le fue agitando y uno tras otro volvieron los ruidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario