miércoles, 22 de enero de 2020

Carlos Margiotta



Noche de paz  Carlos Margiotta

La noche asomaba por el balcón del noveno piso. Él fumaba apoyado en la baranda  contemplando las ventanas iluminadas que daban a la plaza. Detrás, en la habitación, una mesa lo esperaba con una tabla surtida de fiambres y quesos, una botella de Malbec y una jarra con agua. Ella se acercó desde la cocina con la vajilla y una canasta con pan.
- Todavía seguís fumando. Vos sabes que no me gusta que fumes en casa.
Él se dio vuelta y apagó el cigarrillo tirándole un beso con dos dedos apoyados en sus labios.
- No empecemos, mi amor. Es una noche para pasarla bien.
- Estoy podrida de pasar las fiestas sin los chicos.
- Acordate que cuando éramos jóvenes preferíamos estar con amigos o nos íbamos a la costa para brindar en alguna playa.
- Si, pero nuestros hijos siempre prefieren ir a la casa de los familiares de sus parejas. Todos los años lo mismo.
Él se acercó, la tomo de la cintura y la apoyó contra su cuerpo para darle un beso en la boca.
- Dejáme Esteban, estoy furiosa y me da mucha tristeza la situación.
- Bueno cambiá la cara, estamos juntos y yo la paso muy bien cuando estamos solos.
- Yo no.
Ella encendió el celular y se ausentó de la conversación.
Él fue hacia la cocina para ver como andaba la bondiola a la mostaza que había preparado. Cuando volvió con un bols con cubitos de hielo, ella se reía a carcajadas con el celular en la oreja.
Falta poco, dijo él, y sirvió dos copas de vino mientras una cañita luminosa rasgaba el cielo estrellado. Se dirigió hacia el equipo de audio y puso unos boleros.
- Otra vez con la nostalgia, menos mal que no estás todo el día en casa, no se como te aguanto.
- Trabajo, querida, doy clases amor mío. “Hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo”.
- Dalé ahora te pones a cantar.
……………………………………
- Te acordás cundo te lo cantaba en esa escapada a Río, la Navidad cuando tu padre se enojó tanto. Buen tipo tu viejo, en cambio vos heredaste el carácter de tu madre.
- No digas pavadas. Mi vieja si que te quería, no hacía otra cosa que hablar bien de vos.
Sonó el celular de él y se fue al dormitorio para contestar. Al rato volvió cuando la mujer estaba hablando por el suyo.
- ¿Quién era? Pregunto ella.
- Julio, te manda saludos para el nuevo año.
- Tenías que irte al dormitorio para hablar con Julio.
- Si, me quería contar algunos dramas que tiene con Paula.
- Otra vez, ¿porque no se separan de una buena vez?
- ¿Y vos con quien hablabas?
- Una paciente. Cuando se acercan las fiestas muchos se ponen muy mal, hacen el balance que siempre les da negativo y se sienten muy solos.
Él alzó su copa y le ofreció un brindis a su mujer. Ella le correspondió con una sonrisa.
La calle estaba silenciosa, pocos autos circulando y sin gente, el barrio parecía estar esperando una nochebuena triste y sin festejos. 
Volvió a sonar el celular de Bárbara. El caminó hacia el pequeño arbolito de navidad y puso un paquete de regalo que había sacado de un cajón de la biblioteca. Ella movía la cabeza molesta como diciendo sos insoportable. Él se acercó al audio y puso un pendrive que le había regalado su hijo con música de los 80.
- Me tienen podrida.
- Porque no lo apagás.
- Estoy esperando que llame Martina, allá deben haber festejado.
- Gustavo me dijo que no iba a llamar porque no tenían señal en ese lugar de la montaña.
- No te conté que Natalia estaba preocupada porque tenía un atraso en la menstruación.
- No me contaste nada.
- Me habré a olvidado
- No me digas que vamos a ser abuelos. ¡Que alegría!
- No, parece que no quieren tenerlo. Agustín quiere esperar un poco, hasta adquirir una mejor posición económica. - ¿Empezamos? La carne debe estar. - Dale Mientras Esteban iba a buscar la carne, ella volvió a servir las copas de vino. El trajo una fuente y la apoyo en la mesa. 
-¿No será mucha comida? - Si, compré la tabla porque en principio iba a venir mi hermana con el marido pero al final prefirieron ir con una pareja de amigos a otro lado. - Estas muy linda esta noche. 
- Gracias. Me hiciste acordar cuando nos conocimos, siempre atento, un caballero, las cosas que decías para seducirme. - Yo me enamoré de tu mirada, esa mirada que fuiste perdiendo con lo años. Ahora me miras de otra manera. - ¿Cómo? - No se como decirlo….ausente. - Cierto, de vos ya no me atrae tu visión romántica de la vida. A veces pienso que sos demasiado sensible para mí. El sirvió otra copa de vino y abrió una segunda botella. El celular sobre la mesa volvió a encenderse. Ella atendió apurada e intentó pararse para ir a conversar a otro lado pero perdió el equilibrio y él la sujetó. - Estas tomado mucho. - Era tu preferida, Nati te manda besos. - ¿Por qué mi preferida? - Porque fue el fruto de nuestra reconciliación ¿O no te acordás que te fuiste seis meses de casa con aquella rubia ordinaria? - Claro que me acuerdo. Vos estabas metida con tus estudios. De repente la noche se encendió de luces y estampidos. Las bengalas estallaban en el cielo y se escuchaban las voces y las risas de lo vecinos alrededor de plaza. Algunas sirenas recorrían el silencio aturdiendo los oídos. Él se levantó de su asiento y tomó del brazo a su mujer. - Salgamos al balcón. - No quiero, vos sabes que me asustan los ruidos. - Ya lo sé, pensé que sería una buena ocasión para abrazarte y sentir tu cuerpo a mi lado. - Otra vez será.
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- Tus rechazos me dan mucha bronca. - Perdoname no tengo ganas. - Hasta cuando vas a estar peleándome. - No sé. A veces pienso que estaría mejor si vos no estuvieras. Él fue hasta el arbolito y tomo el regalo para Bárbara. Ella lo recibió con una lágrima en los ojos y tardó en abrirlo. - Lo compré en una feria artesanal de Merlo cuando estuvimos en el verano. Sé que te gustan los colgantes con piedras. - Gracias. Es una belleza. - Yo no sabía que comprarte y te traje tu perfume favorito. El la ayudó a levantarse, la abrazó y la besó en la boca. Ella lo dejó hacer mientras él le levantaba la pollera. - Pará, ahora no. - Ya lo sé. La noche es larga y después lo hacemos tranquilos en la cama. Los celulares de los dos comenzaron a sonar y cada uno fue atendiendo los llamados. Ella caminaba descalza de un lado a otro del living hablando. Él no hacia otra cosa que mirarla desde el sillón con un vaso de whiskey en la mano hasta que ella se le sentó en las rodillas. La noche fue avanzando lentamente hasta que el silencio entro por el balcón. - Vamos. - Tengo sueño. 
No bien se acostaron ella se quedó dormida mientras él le acariciaba la espalda. Al rato él se levantó, fue hasta el baño y caminó hacia el balcón con una copa de vino en la mano. Se apoyó en la baranda y encendió un cigarrillo esperando el amanecer. 



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