VIVIR SENTENCIADA
Jenara García Martín
Flavio
en aquellos días se sentía muy triste, porque un compañero automovilista, tras
un grave accidente en una carrera en Francia, resultó muerto y decidió viajar a Suiza para visitar a su
amigo Claudio quien estaba internado en un sanatorio especializado en el tratamiento
de enfermo que padecían tuberculosis. Ambos se encontraban en el salón de entrada
del Sanatorio ambientado para que a los internos autorizados por los
especialistas les fuera posible recibir visitas, cuando observaron que llegaba
una bella mujer acompañada de un joven, alto y apuesto, aparentemente de su
misma edad, que les sorprendió, y Flavio no pudo por menos de preguntar a su amigo.
-¿Están
también enfermos esos dos?
-Sí.
No se diría, verdad? – Respondió Claudio-, pero sucede con frecuencia. Durante
algún tiempo se tiene el aspecto de
gozar de excelente salud. Después ya no, y entonces hay que dejar de pasear.
Pasados
unos minutos se acercaron a ellos dos y
Claudio hizo las presentaciones respectivas: Flavio, Ella es Dolly, residente
del Sanatorio, francesa, hija de polacos
y él, Albert, se hospeda en un Hotel cercano: Flavio, un amigo, corredor automovilista. -“Una belleza frágil” - pensó
Flavio.
Dolly
insistía ante el joven acompañante en salir del Sanatorio aunque fuera sin
permiso y se aproximó a Flavio para que
aceptara le acompañara cuando se
fuera, a pesar de que ni se conocían. Y
le comentó, que el día anterior había fallecido en el
Sanatorio, una amiga. Se llamaba Anne. Y que era tal la angustia y la tristeza
que debía de ocultar que ya estaba al borde de la desesperación; por eso necesitaba salir del Sanatorio,
aunque fuera sólo por un día y que con él era posible, pues ella conocía la
manera de hacerlo sin pasar por los controles de la vigilancia habitual. Flavio
le dijo que le parecía peligroso, pero que después de la cena lo hablarían. Lo
comentó con su amigo, a quien no le
extrañó el atrevimiento de Dolly, dado que la muerte de la joven Anne le había
afectado al extremo. Se querían mucho y era razonable que necesitase salir a respirar con libertad.
Dolly
antes de cenar había subido al primer
piso para ver una vez más a su amiga muerta. Parada delante del féretro,
instalado en una habitación pequeña y fría, junto al montacargas, se sintió
aterrorizada ante la idea de terminar como ella. Sin embargo, ese era su
destino. También a ella la sacarían por la puerta de atrás a escondidas y de
noche, para no alarmar a los demás pacientes. Con los nervios alterados, y
aterrorizada, volvió a su habitación y se sentó en una silla junto a la
ventana, pensando: “Tengo veintidós años,
la misma edad que Anne. Estoy aquí desde hace cuatro. Antes existió
una guerra que ha durado casi seis. ¿Que sé yo de la vida? Destrucción, lágrimas, angustias, ver la muerte de mis padres, el
hambre y esta enfermedad que se llevó a mi hermana y pronto será mi
turno. Recuerdo sólo, la lluvia de las
bombas, las explosiones, la oscuridad como la noche, la devastación…No puedo
imaginarme siquiera el aspecto de una ciudad en tiempo de Paz”
Y
siguió mirando por la ventana observando la puerta del servicio fúnebre del
Sanatorio donde había estacionado un
“móvil- tipo trineo” que más tarde, silenciosamente, se llevaría el cuerpo de
Anne. Cuando Albert, el joven que pocas horas antes la acompañaba, la llamó por
teléfono, ya estaba algo más calmada y
pudo responderle:- Sí Albert. Soy consciente de que también mueren muchas
personas de otro tipo de enfermedades y que de la tuberculosis se están
curando. Los nuevos tratamientos con los avances de la ciencia son eficaces y
están obteniendo buenos resultados en algunos pacientes. Sí…Sí… soy razonable.
Sí…Te quiero, eres mi amigo. Pero ahora
no te molestes en subir a buscarme –, y colgó el auricular. Y se dijo a sí
misma que no había motivo para ser razonable, pues llegaría el momento en que
su cuerpo sería sacado de noche por la
puerta de servicio y a escondidas.
Decidió
no quedarse sola esa noche. Saldría del Sanatorio como fuera. Eludiría la
vigilancia de las enfermeras acompañada por el amigo de Claudio. Se pusieron de
acuerdo, después de la cena, y salieron
juntos sin ser vistos. Aquella noche hablaron de todo y se divirtieron en el
ambiente del Bar del pueblo cercano y Dolly
procuró estar alegre, aunque interiormente sentía una profunda pena.
Volvieron en trineo y entraron al Sanatorio en la misma forma que habían
salido, para evitar los descubrieran.
-No sirve
de nada, ¿sabe? – Comentó Dolly antes de entrar en su habitación-. Se puede
olvidar pero no se puede huir. Gracias. Perdone, no he sido una buena compañía. Pero esta
noche me era imposible estar sola.
-Yo
tampoco podía quedarme solo– respondió Flavio -, desde que supe que mi compañero
ha muerto, no puedo dejar de pensar en él. Creo que tampoco he sido buena
compañía, pero nos hemos evadido del fúnebre pensamiento. Mañana hablaremos,
Dolly – .Y se dieron las buenas noches.
Al día
siguiente Flavio se despertó de mal humor. La noche anterior había bebido
demasiado y tenía dolor de cabeza. Cuando salió a la calle, para despejarse,
compró un espléndido ramo de flores para
Dolly, que vio en una florería cerca del Sanatorio. Dolly las recibió expresándole
su agradecimiento, manifestándole que después se encontrarían en el salón de
entrada. Pero inmediatamente se dio cuenta que aquellas orquídeas eran las que llevaba el ataúd de
Anne. Le pareció un delito que alguien
hubiera negociado con esa ofrenda y ahora… ¡Tenerlas ella en la mano! horrorizada,
las arrojó por la ventana, quedándose mirando al horizonte, pensativa. Se sobresaltó cuando la enfermera fue a
buscarla. Aquel día estaba citada para control médico y había llegado su turno.
Una vez hecho el reconocimiento, al observar el rostro del médico cuando la
hicieron pasar al consultorio invitándola a tomar asiento frente al escritorio
y ver las radiografías en su
carpeta, se dio cuenta que no era muy
satisfactorio el resultado y le rogó al médico que le dijera la verdad.
-Está
bien, si usted así lo quiere, le diré la
verdad: “Ha empeorado” y tengo que
recomendarla que por unos cuantos días, debe guardar reposo..
-No puedo
estar siempre acostada. Es eso lo que me
produce la fiebre. Me parece que voy a enloquecer-, contestó alterada al salir del consultorio.
La
enfermera la acompañó de nuevo a la habitación, obligándola a seguir las
indicaciones del especialista.
Y aquella
noche alteró las indicaciones y salió de nuevo,
sola, y entró al bar más elegante
del pueblo donde sabía encontraría a
Albert, que aunque sufría la misma enfermedad, el tratamiento le
permitía hospedarse fuera del Sanatorio. Él al verla la reprendió recomendándola
volviera al Sanatorio, mas Dolly no le hizo caso, mientras, bailaba con Flavio que se encontraba entre
los esquiadores, a quién como en un susurro le dijo:
-Sabe por
qué desobedezco, porque mi amiga Anne,
siempre hizo todo lo que le prescribían. “Todo – Todo” y mire donde está
ahora. Y por eso le pido, por favor, que cuando se vaya me ayude a irme con usted. Quiero vivir fuera
del Sanatorio el tiempo que me quede de vida.
Nadie debe enterarse. Una vez que lleguemos a Roma, nos despediremos.
-¿Está
segura de la decisión que ha tomado?
-Sí,
totalmente segura. Cuando usted tenga decidido el día de su partida, me avisa para volver a preparar
la maleta. Sabe que me he enterado que antes de mi amiga Anne, han muerto dos internas más. No siempre
tenemos conocimiento de los que fallecen.
No quiero ser una más.
-¿Por qué
dice, volver a preparar la maleta?
- Porque
cada vez que me entero de la muerte de
algún paciente, preparo la maleta para escapar de este encierro, antes de que
sea yo la que salga en el “trineo
fúnebre”. Y no he tenido esta oportunidad. Por eso se lo suplico a usted. Tenga
compasión y ayúdeme a salir. Le repito:
en Roma nos despediremos. Ahí reside un tío que administra el poco dinero que
poseo y es él quien me deposita todos los meses lo que necesito en el
Sanatorio. Que como se puede imaginar no es una gran cantidad. En su casa me
hospedaré mientras mi salud me lo permita.
Sanatorio.
Que como se puede imaginar no es una gran cantidad. En su casa me hospedaré mientras mi
salud me lo permita.
Flavio
asombrado de la decisión que tomaba Dolly, mas entendiendo los motivos, aceptó
sacarla del Sanatorio en su compañía y estuvo de acuerdo con las indicaciones
que ella había propuesto.
Y por
fin, llegó el aviso de Flavio, con toda
la discreción, anunciándola el día y la hora
Una
mañana su amigo Albert la encontró preparando la maleta. Ya otras veces la
había visto hacerlo, pero ahora le
sorprendió.
-¿Por qué
haces la maleta a esta hora? – preguntó.
-Esta vez
Albert, me marcho de verdad –, respondió
resueltamente Dolli -.. Hoy mismo en el coche con Flavio. Pero no pienses en
cosas extrañas. Me marcho con él porque no tengo el valor de hacerlo sola. Una vez en Roma nos separaremos. Ya sabes que
en Roma está mi tío – continuó diciendo Dolly y cuando volvió la cabeza, vio el
rostro turbado de Albert, y le increpó.
-¿Qué
quieres, que me quede contigo?
Albert
hubiera querido que se quedara con él,
pero comprendía que Dolly le
dejaba porque estaba enfermo. Y su meta
era huir, no de un hombre, sino de una enfermedad.
-Adios, Dolly –dijo desesperado y salió de la
habitación.
-Perdóname, Albert. – Albert ya no le escuchó.
CONTINUARÁ
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