AGUA
Arturo Raúl López
¿Para
qué escribir?...¡Valiente ridiculez!...
Quiero
convencerme a mí mismo de lo que ya estoy convencido…
Y
quiero tratar de entender lo que entiendo perfectamente…y que pese a todo, no
entiendo…
Triste
remedio mejorado del suplicio de Tántalo: teniendo a mano agua, la dejé
escurrir entre mis dedos, estando sediento. Y estaba al alcance de mis labios…
Cuándo
la tenía, la dejé escapar y ahora que escapó, siento que la preciso. Como
antes. Como siempre…
Agua…
Agua…
¿Por
qué? ¿Por qué?
Las
nubes, que todo lo envuelven como manto de algodón, saben de mi pena. Ellas,
que conocen los secretos que el día le cuenta a la noche y ésta encierra en el
seno de la tierra…
Ellas,
que saben de las confesiones que la luna le arranca al sol cuándo éste se halla
convaleciente luego del algún eclipse…
También
ellas tienen su penas. Por ello desaparecen en brazos del viento, para ocultar su dolor.
El
viento, ¡un enemigo a muerte que las ayuda a huir!...
Son
las nubes, si, las que entienden mi pesar. Lo entienden porque nuestro pesar es
el mismo.
Como
yo, están solas, precisan compañía…Aunque, como yo, se encuentren acompañadas,
rodeadas de semejantes…
Tal
vez algún día las nubes encuentren -¿o por qué no “re-encuentren”- esa compañía
esperada. Entonces chocarán, y llorando de felicidad, se transformarán en
llanto. O lluvia. ¡Que al fin también es agua!.
Quizá
no la encuentren. Entonces, en brazos de su benefactor enemigo -Eolo- se
dejarán llevar hacia el infinito, hacia los espacios siderales, hasta llegar
quién sabe dónde…Tal vez a otros mundos, en dónde hallarán nuevos secretos de
nuevos soles y lunas, de días y noches. Más a lo mejor, esos mundos no tienen
luz. Sería la noche eterna.
O
quizás allí se haya sobrepasado ya el
período de las sombras y las penas.
30/12/1949
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