jueves, 27 de junio de 2019

David Slodky

El cuervo

-¡Le pedía a Dios que me saque esas mañas! ¡Le rogaba! Pero nunca pensé que le hacía daño. ¡Si yo formé una familia para la felicidad! No le voy a mentir, me sentía bien haciéndolo, y entonces creía que ella también… Claro, lo ocultaba, porque sabía que estaba mal. Pero ella nunca se quejó… Yo le hacía una seña nomás, y ya se venía. Sin una palabra. La miraba fijo, nomás. Además, cuando ya no quiso, no la obligué. Y después, durante años, tuve que aguantarme su cara de culo, su falta de respeto. Y ahora, que ha pasado tanto tiempo, se hace la sufrida y me viene a denunciar… Por una macana que me mandé hace años. Bien dicen cría cuervos para que te piquen los ojos. 


No quise

Estremecido, todo salpicado, me refriego con detergente, con kerosén, con piedra pómez. No me sale. Me pongo bajo la ducha, una hora, dos. ¡Cómo se los explico a los chicos! ¡Cuántas veces se lo advertí, le pedí, le rogué que no lo hiciera! Y terca, obstinada, necia, como buena gallega, otra vez me provocó.


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