sábado, 30 de marzo de 2019

NEGRO HERNANDEZ


Todavía escribimos (2)  

Negro Hernández


Cuando volvía del café vi las luces que iluminaban mi balcón. ¿Quién será? pensé. Acostumbrado a darle una copia de mis llaves a mis hijos, amigos y a alguna de mis ex parejas que nunca me la devolvieron. No tenía porque temer pero despertó mi curiosidad y me puse ansioso. Subí al ascensor y cuando llegué al quinto piso toque el timbre para evitar sorpresas. Marta abrió la puerta con precaución. Tenía puesta mi robe azul entreabierta y el pelo mojado. Se acaba de bañar, pensé. ¿Hola, mi amor? dijo. Y se colgó de mi cuello como siempre. Mientras nos besábamos largamente acaricié su cuerpo para reconocerlo después de tres meses sin vernos. Y terminamos en la cama como entonces. Después de un rato no quise preguntarle porque no había avisado de su regreso, ni donde estuvo, ni detalles de su viaje. Tampoco quería que ella me preguntara que había sido de mi vida durante su ausencia. Ambos sabíamos que todavía seguíamos amándonos, a pesar de nuestra edad y nuestras neurosis. Éramos dos personas adultas, libres, sin reclamos que pretendíamos disfrutar juntos del resto de nuestras vidas. Al rato la invité a comer a un viejo bodegón de Barracas donde nunca la había llevado. Hacen unos spaghetti a le bongoli para chuparse los dedos, dije. Nos vestimos y salimos a caminar hacia el lugar. La noche estaba tibia como nosotros, una ligera brisa que venía desde el río nos acompañaba y la tome de la cintura. Al llegar elegimos una mesa solitaria para charlar tranquilos. ¿Me extrañastes?.  Si, mucho, y sin noticias tuyas. Estuve en Roma acompañando a mi hija en el parto, ahora estás con una abuela. Me vine antes de lo previsto porque quería estar con vos. Le tome la mano y la felicite con un beso en los labios. Después le conté las novedades políticas del país y de mala la situación económica para la mayoría de los argentinos. Hablamos de los proyectos personales y de los comunes.  Tengo ganas de volver a dedicarme a contar cuentos en algún centro cultural o en algún boliche, dijo. Bárbaro, ¿Te acordas que así empezó nuestra relación cuando me pediste permiso para contar uno de mis cuentos, agregué en aquel café de Palermo Viejo. 
Supongo que tendrás muchos relatos nuevos para contar, preguntó. Si, estoy por publicar un nuevo libro de cuentos que se va  a llamar “Todavía escribimos”. Que bueno, me gusta el título. A pesar de todo escribimos, como amamos, como luchamos, como aprendemos. como enfrentamos la vida todos los días. Si amor, todavía escribimos porque estamos hechos de palabras. Y la volví a besar.


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