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NEGRO HERNANDEZ
Todavía
escribimos (2)
Negro Hernández
Cuando
volvía del café vi las luces que iluminaban mi balcón. ¿Quién será? pensé. Acostumbrado
a darle una copia de mis llaves a mis hijos, amigos y a alguna de mis ex parejas
que nunca me la devolvieron. No tenía porque temer pero despertó mi curiosidad
y me puse ansioso. Subí al ascensor y cuando llegué al quinto piso toque el
timbre para evitar sorpresas. Marta abrió la puerta con precaución. Tenía
puesta mi robe azul entreabierta y el pelo mojado. Se acaba de bañar, pensé.
¿Hola, mi
amor? dijo. Y se colgó de mi cuello como siempre. Mientras nos besábamos largamente
acaricié su cuerpo para reconocerlo después de tres meses sin vernos. Y terminamos
en la cama como entonces.
Después
de un rato no quise preguntarle porque no había avisado de su regreso, ni donde
estuvo, ni detalles de su viaje. Tampoco quería que ella me preguntara que
había sido de mi vida durante su ausencia. Ambos sabíamos que todavía seguíamos
amándonos, a pesar de nuestra edad y nuestras neurosis. Éramos dos personas
adultas, libres, sin reclamos que pretendíamos disfrutar juntos del resto de
nuestras vidas.
Al rato
la invité a comer a un viejo bodegón de Barracas donde nunca la había llevado.
Hacen unos spaghetti a le bongoli para chuparse los dedos, dije.
Nos
vestimos y salimos a caminar hacia el lugar. La noche estaba tibia como
nosotros, una ligera brisa que venía desde el río nos acompañaba y la tome de
la cintura. Al llegar elegimos una mesa solitaria para charlar tranquilos.
¿Me
extrañastes?. Si, mucho, y sin noticias
tuyas. Estuve en Roma acompañando a mi hija en el parto, ahora estás con una
abuela. Me vine antes de lo previsto porque quería estar con vos. Le tome la
mano y la felicite con un beso en los labios.
Después
le conté las novedades políticas del país y de mala la situación económica para
la mayoría de los argentinos. Hablamos de los proyectos personales y de los
comunes. Tengo ganas de volver a
dedicarme a contar cuentos en algún centro cultural o en algún boliche, dijo.
Bárbaro, ¿Te acordas que así empezó nuestra relación cuando me pediste permiso
para contar uno de mis cuentos, agregué en aquel café de Palermo Viejo.
Supongo
que tendrás muchos relatos nuevos para contar, preguntó. Si, estoy por publicar
un nuevo libro de cuentos que se va a
llamar “Todavía escribimos”.
Que
bueno, me gusta el título. A pesar de todo escribimos, como amamos, como
luchamos, como aprendemos. como enfrentamos la vida todos los días.
Si amor,
todavía escribimos porque estamos hechos de palabras. Y la volví a besar.
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