Este mes cumplimos 24
AÑOS
y
TODAVIA ESCRIBIMOS
Todavía escribimos (1)
Carlos Margiotta
Repasando
la historia de mi familia me doy cuenta de porque estoy aquí escribiendo frente
a la pantalla de la computadora.
Tengo
copias de los escritos de mis bisabuelos que heredé de generación en generación.
Uno había venido al Río de la Plata con Garibaldi, su misión era escribir las
crónicas de aquel viaje. Se había casado con una joven polaca que militaba en
el socialismo con Rosa Luxemburgo. El otro había combatido en la Primera Guerra
Mundial y me dejó las cartas de amor que intercambiaban con mi bisabuela. Ella
tejía abrigos en la aldea en la que vivía con los nombres propios escritos en
lana para cada clientes.
La
historia de mis abuelos la recuerdo más. Uno de ellos era cocinero de la
familia de Victoria Ocampo y dicen las malas lenguas que la escritora se había
inspirado en algunos de sus relatos para escribir sus cuentos. Su mujer, mi
abuela, tenía una hermosa caligrafía y fue empleada de un estudio jurídico como
amanuense. El otro abuelo no sabía leer ni escribir cuando vino de Italia pero
de enamoró de una maestra criolla que le enseño las primeras letras, entonces
se puso a escribir canciones recordando su pueblo natal y las cantaba por las
noches en el puerto de Necohea.
Tengo
un cuaderno de poemas escrito por mi padre en Caleta Olivia cuando trabajó de
para YPF. Antes de morir me lo regaló diciendo: “No lo leas hasta que me haya
ido”. Después comprendí que eran los mi madre recitaba con pasión en las
fiestas familiares. Te pareces a la Tita, le decían mis tías.
Mi
hermano tiene muchos tratados de Sociología que son textos de la carrera, y su
mujer es funcionaria de contenidos del Ministerio de Educación. Mi esposa es
Licenciada en Letras y la contratan las editoriales como Jurado en varios
Concurso Literarios. Es una gran escritora, creo.
Mi
hijo mayor es guionista de cine y televisión y mi nuera, admiradora de Borges,
es traductora de ingles. El menor de mis hijos es Antropólogo y escribe ensayos
sobre los pueblos originarios de Sudamérica. Su novia cuenta cuentos a los
chicos internados del Garraham. Mi hija en cambio vive en París, baila y canta
tango, la conocen como La Morocha. Su marido es director de una importante
editorial francesa de libros de ficción.
Flor,
mi nieta mayor es actriz y escribe obras de teatro para adolescentes. En cambio
Catalina, la menor, estudia en el Lenguitas porque quiere escribir en varios
idiomas. Mathias, el francesito, gano el concurso Saint Exupery de literatura
infantil en Francia, y el más chico, Simón,
me contó al oído el otro día, que cuando sea grande quiere jugar en la primera
de Independiente y ser escritor: como vos Abu.
Yo
dirijo Redes de Papel hace 24 años. Todavía escribimos porque todavía aprendemos.
Escribir sana, cura y nos cuida. Escribir crea y recrea, nos relaciona con el
otro y nos vincula en lo más íntimo. Escribimos para ser leídos.
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