Lugares
Ruben Amato
¿Va
a nevar, eh? ¿Va a nevar, eh?
Todo
el mundo en ese pueblo repetía eso como loros. No era una pregunta ni una afirmación.
Nadie
esperaba una respuesta.
A
veces sonaba como un lamento, algunos de esos soberbios, que creen manejar
hasta la naturaleza, hacían apuestas mientras los más humildes miraban hacia
las nubes y después de un rato se encogían de hombros para seguir soñando con
la nieve.
En
aquel lugar precordillerano, necesitaban que nevara!. Y según ellos “se había
atrasado”
La
cuestión era – lo supe mucho más tarde –
que
no era la nieve lo que esperaban sino a los turistas. Después de mucha
pregunta…
El
pueblo vivía del turismo y la nieve era el anzuelo perfecto. Y la cobraban
caro.
Desde
ese momento, cada vez que nevaba a mi me parecía que las laderas eran las bóvedas
de la caja fuerte de un banco.
Y
los copos centavos desparramados por todas partes.
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