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Daniel de Cullá
Cuento de
EL CID
Daniel de Cullá
Me dicen
un cuento de la historia del Cid, que
nunca se cuenta: que estando ya muerto, le embalsamaron vestido y sentado en su
escaño del Monasterio de San Pedro de
Cardeña, tras siete años, un día que se celebraba una gran fiesta, donde el
abad Sisebuto bailaba apretado con doña Jimena y las hijas con frailes del
cenobio, alternando diversas evoluciones de estilo románico, estando todos
fuera de la iglesia, una mujer que llegó hasta allí, entró dentro y estuvo
mirando un buen rato al Cid. Cuando vio que no había nadie, se acercó a él y,
levantándose la falda, (por cierto, no llevaba bragas), le dijo:
-Anda
valiente jodedor de moras y cristianas,
a ver qué me puedes hacer a mí, capullo, ahora.
Entonces
el Cid, echándose la mano a su polla, sacó un palmo de ella erecta. La mujer se
espantó tanto que escapó de la iglesia, como alma que lleva el diablo,
corriendo las tierras de Castrillo del Val, por donde todavía vaga, como
cuentan las buenas lenguas de los lugareños, y otros que dicen que la ven todos
los mediodías comer olla podrida en un mesón de Ibeas.
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