martes, 22 de noviembre de 2016

Lulú Colombo

                    EL  BOLICHE DE LOS  SUEÑOS IDOS 
                                                           Lulú Colombo
                       
                                 A Ulises.  Su muerte permanece impune.
El tiempo se arremolina en el boliche del caserío
Un penumbroso almacén de sueños viejos y avideces
junta soledades hirsutas emponchadas de silencio,
alforjas de lana raídas por el monte y las herencias
impolutas de aires urbanos, rebosantes de dichos y refranes
Se oyen voces entre risas cortas y tragos de ginebra.
Por aquella oscuridad que reniega del sol y de las moscas
asoma un changuito flotando en su pantalón remendado
(Que la harina, que la grasa, que el azúcar, que el ancua)
-Manda a decir la mama, que es pa´ notar; murmura, ojo bajo.
El bolichero mira el papel y mira al chango, sin hablar;
la manaza extiende la ilusión de niño: un caramelo.
Sueños con olor a papas húmedas y a cebollas transpiradas:
a comprar un toro, a llevar piedra de la cantera a la ciudá,
a conocer la capital, el mundo más allá del Inti Huasi
Él solo sueña con la vaca que parirá y le dará leche
A él, tan sencillo y dispuesto para la sonrisa
Por tanto desamor hay un vale a su favor en el cielo.
El agrio tiempo desanda su vida en mi recuerdo
Aquel chango de sonrisa tierna y de alforja al hombro,
baja la mirada y muestra en la mano un papel arrugado
-Manda a decir la mama, que es pa ´notar, murmura, ojo bajo.
Un día irá al sur. Se le rajarán las manos en las cosechas
Conocerá el trago y las putas y volverá con lo puesto.
Por unos vinos alevosos, la veleta del destino lo señaló
Una constelación de ángeles fatídicos marca su suerte
Por una amante vieja y agorera. Ajena y voraz urraca
Por un hermano bailarín y por el último trago
Allí; allí donde se agolpan los sueños idos
del convoy de la mala fortuna se apeó la parca
La gresca del boliche lo derriba entre injurias y golpes
Lo suben al caballo y lo largan por el viejo carril al Rayo
Y por todo cortejo y compañía la luna ciega y el caballo.
Lo llora el cerro envuelto en manto de fieras lágrimas
Lo llora el carril al verlo tumbado sobre el apero
Lo llora el rancho, al sentir su cuerpo ensangrentado
Él, tan sencillo y dispuesto para la sonrisa
Él, tan solo él, que no ensilla con dos caronas
por tanto desamor tiene una cuenta abierta en el cielo
Suenan guitarras en febrero y hay fiestas patronales.
Un chango sencillo y dispuesto para la sonrisa
sentado en el umbral del boliche de los sueños idos,
mira la calle polvorienta y ve pasar a sus verdugos.
                                                               Cerro Colorado, 7 de octubre de 2016


















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