EL BOLICHE DE LOS SUEÑOS IDOS
Lulú Colombo
A Ulises.
Su muerte permanece impune.
El
tiempo se arremolina en el boliche del caserío
Un
penumbroso almacén de sueños viejos y avideces
junta
soledades hirsutas emponchadas de silencio,
alforjas
de lana raídas por el monte y las herencias
impolutas
de aires urbanos, rebosantes de dichos y refranes
Se
oyen voces entre risas cortas y tragos de ginebra.
Por
aquella oscuridad que reniega del sol y de las moscas
asoma
un changuito flotando en su pantalón remendado
(Que
la harina, que la grasa, que el azúcar, que el ancua)
-Manda
a decir la mama, que es pa´ notar; murmura, ojo bajo.
El
bolichero mira el papel y mira al chango, sin hablar;
la
manaza extiende la ilusión de niño: un caramelo.
Sueños
con olor a papas húmedas y a cebollas transpiradas:
a
comprar un toro, a llevar piedra de la cantera a la ciudá,
a
conocer la capital, el mundo más allá del Inti Huasi
Él
solo sueña con la vaca que parirá y le dará leche
A
él, tan sencillo y dispuesto para la sonrisa
Por
tanto desamor hay un vale a su favor en el cielo.
El
agrio tiempo desanda su vida en mi recuerdo
Aquel
chango de sonrisa tierna y de alforja al hombro,
baja
la mirada y muestra en la mano un papel arrugado
-Manda
a decir la mama, que es pa ´notar, murmura, ojo bajo.
Un
día irá al sur. Se le rajarán las manos en las cosechas
Conocerá
el trago y las putas y volverá con lo puesto.
Por
unos vinos alevosos, la veleta del destino lo señaló
Una
constelación de ángeles fatídicos marca su suerte
Por
una amante vieja y agorera. Ajena y voraz urraca
Por
un hermano bailarín y por el último trago
Allí;
allí donde se agolpan los sueños idos
del
convoy de la mala fortuna se apeó la parca
La
gresca del boliche lo derriba entre injurias y golpes
Lo
suben al caballo y lo largan por el viejo carril al Rayo
Y
por todo cortejo y compañía la luna ciega y el caballo.
Lo
llora el cerro envuelto en manto de fieras lágrimas
Lo
llora el carril al verlo tumbado sobre el apero
Lo
llora el rancho, al sentir su cuerpo ensangrentado
Él,
tan sencillo y dispuesto para la sonrisa
Él,
tan solo él, que no ensilla con dos caronas
por
tanto desamor tiene una cuenta abierta en el cielo
Suenan
guitarras en febrero y hay fiestas patronales.
Un
chango sencillo y dispuesto para la sonrisa
sentado
en el umbral del boliche de los sueños idos,
mira
la calle polvorienta y ve pasar a sus verdugos.
Cerro Colorado, 7 de octubre de 2016
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