El zapatero de mi
barrio
Liliana Isabel González
Oscar
es el zapatero del barrio. Flores Sur. Es parte de él. La que es visible para
los vecinos y clientes. La que decide mostrar.
Cuando
él percibe la oportunidad muestra más de su territorio: su mundo interno; pero
ello en contadas ocasiones.
Su
taller crece en la planta baja de una
vivienda sobre la Avda. Eva Perón, la que antes era Avda. del Trabajo.
Un
toldo verde protege la entrada.
Sobre
las esquinas puede leerse Arreglo de Zapatos.
La
frase impresa dibuja una curva. ¿Tendrá la intención de flexibilizar la vida de
quien vuelve a calzarse el zapato arreglado?
Un
calzado reparado mejora nuestro andar en la vida.
La
vidriera es un ojo ampliado. Una lupa que empieza a contar la historia de su
habitante. Desde allí se descubre una pared con un mural interno.
¿Será
él su autor? No me atrevo a preguntar.
Un
río enorme y una barca invitan a subirse. El Paraná. Así está escrito.
Siempre
me detengo en esa imagen. Dan ganas de adentrarse en sus aguas.
La
puerta, ubicada en el extremo izquierdo, da la bienvenida. Siempre está cerrada aunque el negocio esté
abierto.
Un
cartel enseña el horario y los días de atención al público.
El
tiempo complementario lo concentra en la tarea conciente de su “haceroficio” y
sembrar su territorio interior.
La
llegada de los clientes la anuncia el tintinear de unas campanas.
Una
pared separa el mostrador del taller.
Se
escucha su voz amable: “Un momentito…” Frase que impone un límite entre el
espacio público y privado.
Extraño
la imagen de una fotografía sobre la pared opuesta al Paraná.
Permaneció
años allí. Era una publicidad de Suelas Febo. La imagen retrataba a un joven
escalando una pared.
Navegar
y escalar.
El
zapatero propone su estilo para ganarse la vida sobre esta avenida con nombre
de mujer trabajadora, síntesis del desafío diario.
La
causalidad nos encontró en la coincidencia.
Sé
que sus viajes al territorio entrerriano van más allá del descanso.
Penetra
las rutas internas pobladas de escaseces.
Y
como su “haceroficio” persigue un “caminar mejor” instala posibilidades.
Fui
testigo de cajas hechas de solidaridades vecinales para destinatarios
ignorados. Instaladas allí, en el Ave Fénix.
Ese
es el nombre del negocio. Una propuesta. Un grito alentador para que nosotros,
los clientes, abramos nuestras alas en cada tropiezo.
Esta
mañana fui con una consulta. Confío en su palabra.
¿Se
justificaba el cambio de tapitas y media suela para unas sandalias muy
caminadas?
Lo
escuché. Decidí ofrecérselas para que las diera a quien él considerase.
Me
animé a preguntar: -¿Te viene bien una bicicleta para llevar Entre Ríos?
Mi
sobrina Julieta me da la suya. Hace tiempo que espera, estacionada, que algún
gurí la haga pedalear.
Recibí
un regalo, su confidencia. Oscar me contó que había reparado nueve bicicletas.
Las llevó a Entre Ríos.
Averiguó
en la escuela quiénes eran los niños que caminaban tres o cuatro kilómetros
para llegar cada mañana.
Y
allí las donó…
Quedamos
que tan pronto pudiera le llevaría la bicicleta.
Con
amabilidad sellamos el trato.
Aunque
no llevaba puestas sandalias arregladas sentí la alegría de hacer lugar a la
sorpresa.
La
esperanza y el trabajo solidario.
Y
todo comenzó en un taller donde Oscar arregla zapatos.
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