viernes, 15 de enero de 2016

Jenara García Martín



             LA CUARTA ESPOSA (FINAL)  
Jenara García Martín

La señora Carla se comunicó a la Mansión y habló con la señora Nelson  pidiéndole permiso para invitar a Maurenn y Josefine a pasar el domingo en su compañía, quien aceptó encantada y agradeció la atención. Coordinando la hora le manifestó que su chofer las acercaría a su domicilio. Las coreanitas se emocionaron,  reconociendo la gentileza de la señora Carla  y de Constanze. Y tal como habían programado, el domingo lo pasaron las cuatro juntas. Almorzaron en uno de los restaurantes del paseo de los Campos Elíseos y contemplaron de cerca el Arco de Triunfo y también la Torre Eiffel. La exclamación de ellas era constante. Hubo entre las cuatro una especial conexión de carácter y sentimientos. La señora Carla traspasaba la muralla que separaba el estilo de vida de su hija, con la  que debían de vivir esas dos jovencitas lejos de sus padres y de su país y esa situación le llegaba al alma y comprendió a Constanze, cuando la hizo su descripción. La tristeza que más de una vez había observado en sus rostros tenía motivos. Lo sufrían en silencio. Se prometió hacer algo para tenerlas más cerca de su hija, con quien ya vio habían encontrado un equilibrio de afecto, aunque sus culturas fueran distintas. 
Al regreso de ese hermoso día, del cual las cuatro habían disfrutado, Constanze se comunicó con la  señora Lyli para que fueran a buscarlas.
-Está bien, querida. Ya envío mi coche  – le respondió-pero no cortes Constanze, pues estaba esperando tu llamada para comunicarte  que los recién casados han avisado  que regresan esta misma noche, mas recomiendan que nadie salga a esperarlos al aeropuerto.
-Que alegría, señora Lyli. Mañana ya podré hablar con mi papá. Gracias por avisarme- y  sin mediar ni siquiera segundos, sólo el tiempo de colgar el teléfono, le transmitió la noticia a su mamá y a las coreanitas que estaban a su lado,  totalmente emocionada,  pero quedaron extrañadas  de tan pronto regreso y del insólito mensaje.
-No te extrañes hija mía. Son recién casados -les recordó la señora Carla.
-Yo pensé – expuso Josefine, con inocencia -, que las lunas de miel eran más largas.
-Ha sido impertinente tu comentario, Josefine – le reprochó Maurenn.
-Tiene razón Josefine, pero eso depende de las circunstancias – respondió la señora Carla.     
-Pues yo, mañana mismo llamo a mi papá – contestó Constanze con énfasis.
-No te apresures, cariño. Ya hemos hablado al respecto – le recordó su mamá.
El chofer llegó a buscar a Maurenn y Josefine quienes  se despidieron de Constanze y su mamá, estrechándoles las manos, en cuyo acto transmitían  el agradecimiento más profundo que no lo expresan las palabras. Durante el trayecto fueron en silencio y cuando llegaron a la Mansión los señores Nelson estaban cenando y preparados dos servicios para ellas, pero dijeron que sólo comerían el postre. Josefine no esperó a que preguntaran. Comenzó  describiendo las maravillas que habían conocido y cómo lo disfrutaron. Maurenn, con el aplomo habitual ratificó lo manifestado por su hermana y que cualquier día las invitarían a conocer la Galería de Arte. Tanto la señora Lyli como su esposo se mostraron encantados de ver la felicidad en sus gestos. Al pedir permiso para retirarse a descansar les dieron un beso en la mejilla. Ese beso les transmitió la pureza de sus sentimientos y ambos comprendieron que aún no habían llegado a aceptarlas como de la familia y cumplir con el compromiso contraído con sus padres al enviarlas desde Corea para su protección. Lo hablarían con David, ahora que Lara ya no volvería a residir en la Mansión.
Constanze, no esperó más y al día siguiente, en la hora del almuerzo, llamó a la Residencia pidiendo hablar con su papá. Fue atendida por el ama de llaves  quien siempre la trataba con absoluta deferencia, pero en esta ocasión, le contestó que iba a preguntar a la señora Lara. La respuesta fue desconcertante. El señor no recibía llamadas telefónicas. Estaba descansando. pensaron que sería por el cansancio del viaje. Esa llamada la repitió en la noche y el ama de llaves la dijo que esperara. Fue la misma Lara quien  la respondió diciéndole que “dejara de molestar, pues de ahora en adelante, ella nada tenía que hacer en esa casa”. Sin poder dominar el llanto fue en busca de su mamá, quien al verla en ese estado, asustada la abrazó, preguntándole la razón de esa angustia y le repitió las palabras  emitidas por Lara.
-Ya te habíamos advertido Marian y yo, cariño, que no te apresuraras. Que les dieras el espacio que necesitan. Están recién casados.
-Pero es mi papa, mamá. Quiere decir que… que… ya ¿no puedo verle? -  El llanto no la dejaba expresarse con claridad.
Dejó pasar unos días y llamó a la oficina del Banco y el Secretario la informó que el Señor Karlton aún no había regresado a su ritmo de trabajo habitual. Como era natural, se lo comunicó a su mamá y las dos se hacían la misma pregunta ¿Qué está pasando? Esa noche Constanze necesitó el consuelo de su mamá, quien debió dormir a su lado. No podía olvidar las palabras de Lara y la extrañaba que su papá aún no se hubiera presentado en el Banco.
Esta misma inquietud se respiraba en la Mansión, puesto que la recomendación de que no salieran a esperarlos aún no podían asumirlo y pasaban los días y la señora Lyli extrañaba su falta de noticias pronunciando su nombre en los momentos más familiares y en presencia de las coreanitas. Su esposo la pedía paciencia pues  conocía muy bien a su amigo Fred, y tenía la seguridad  que eran caprichos de Lara.
-Vosotros no quisisteis verlo – intervino David, ya cansado de la impaciencia de su mamá y sin la presencia de las coreanitas -, pero ya se vislumbraba que ese casamiento estaba creando una atmósfera de tormenta y alteraría el ritmo de la vida familiar. No os habéis fijado en Maurenn y Josefine, que anoche se retiraron a su dormitorio temblando al escuchar el nombre de Lara. ¿Qué pasaría si viene por aquí?
-No quiero pensarlo y como es nuestra hija, en cualquier momento puede hacerlo –  acotó la señora Lyli.
-Yo me ocuparé de ponerme en contacto con Fred, y podré conocer la situación. – dijo el señor Ned.
-Pues yo, dijo la señora Lyli si no vienen, llamaré a la Residencia y hablaré con mi hija.
Qué ausentes estaban todos de las circunstancias que habían provocado esa corta “Luna de Miel” y el no querer que salieran a recibirles. El destino, elegido por Lara, fue Acapulco y el  primer disgusto  fue al escuchar que el recepcionista del Hotel pedía al señor Fred el nombre de su hija, pues a pesar de que ya tenían la reserva de una suite, como era tanta la diferencia de edad no pensaban fueran matrimonio. Los reproches de Lara a su esposo fueron subidos de tono - “irreproducibles”-, y él se vió obligado a pasar la noche en un diván. “No hubo noche de bodas”. Y al día siguiente Fred, debió solicitar otra habitación poniendo un pretexto más o menos creíble para no  quedar en ridículo. Lara disfrutaba de la playa coqueteando al lucir su esbelta silueta, mientras Fred la contemplaba desde una reposera. La convivencia era insostenible. Empezó a rechazarle con hechos y palabras (...) Esas hirientes palabras superaban la paciencia del señor Fred pero igualmente accedía a todos sus “caprichos”. Habían pasado ocho días y Lara sin exponer motivos le “ordenó” tramitar el regreso a París y que no quería a nadie esperándola, Sólo su chofer y que prepararan dormitorios separados. El señor Fred no entendía nada, pero a todo respondía “Sí querida”. Frase que también la disgustaba y se lo hacía saber sin medir las formas en que se lo reprochaba. Regresaron a París y la vida matrimonial no existía. Pero debían de representar la comedia cuando los compromisos sociales les obligaba. Un suplicio  para Lara.
Como Lara no aceptaba las visitas de Constanze a la Residencia, aconsejada por su mamá, insistía en sus llamadas al Banco, hasta que ya la informaron que había regresado a sus actividades habituales, y pudieron reanudar su relación de padre e hija, en la forma que siempre lo hacían. Obvio que Lara estaba ajena a estas invitaciones, de las que a veces participaban Maurenn y Josefine a quien el señor Fred las tenía un gran aprecio. Los señores Nelson conocían la conducta de su hija pero no entendían cómo Fred lo toleraba. Mas David estaba expectante a que en cualquier momento se despertara el volcán que estaba dormido entre las paredes de la Residencia.
Hasta que un día, Fred quiso tener un encuentro con su amigo Ned y desahogarse. Qué momentos de incertidumbre para ambos. Ninguno de los dos encontraba las palabras adecuadas para comenzar el diálogo.
-¿Qué tal, Fred, cómo te sientes? – Fueron las palabras del señor Ned para romper el hielo.
-No te puedo mentir. No estoy  bien. En estos días he estado transitando por las rutas recorridas al lado de Lara y ahora las veo como si hubiera sido un laberinto del cual no he logrado salir y lo peor es que ya no resisto más esta situación.
-Y es obvio que quieres hablar de Lara y de tu hija. ¿Estás tomando la medicación?
-Sí, Ned. ¿Tú conocías el problema de mi salud? Ahora he tenido que reforzar la dosis, aconsejado por mi médico.
-Sí, y no preguntes desde cuándo. Mas si no te importa quisiera saber la causa de vuestro repentino regreso.
Fred no se sorprendió de la pregunta de su  suegro. Y le relató con detalles todo lo sucedido en la “Luna de Miel” desde la llegada al Hotel. Y el regreso y la imposible convivencia. Dormitorios separados y el rechazo permanente y hasta el alejamiento de la servidumbre, a quien  ella dominaba a su antojo. .
-¿Hasta ese extremo ha llegado mi hija?
-Sí, Fred. Y quiero que seas el primero en conocer mi decisión, que pienso  lo entenderás. Como no se ha consumado el matrimonio y no estoy dispuesto a seguir la comedia, ni en la casa ni en público, es mi intención acogerme a los derechos que la ley me concede  para pedir “la anulación” y quiero decírselo en vuestra presencia, y que desde ese momento  debe abandonar mi Residencia. Quiero mi liberación y así podría comenzar de nuevo a tener el contacto familiar que siempre ha existido con mi hija y con mi servidumbre.
-Si tu situación es tal como me la has relatado, lo cual no lo pongo en duda, estás en tu derecho. Conozco bastante a mi hija. Pienso que Lyli puede invitarla a pasar unos días en la Mansión y en el momento que  lo decidas nos visitas para anunciarla el proceso de la “Anulación del Matrimonio”.
-De acuerdo Ned – y estrechándose la mano, cada uno regresó a su coche.
Cuando el señor Nelson refirió a su esposa la situación del matrimonio, no podía creerlo y desconcertada le dijo que necesitaba hablar con Lara, circunstancias que dio lugar a que la invitaran a pasar unos días con ellos, mas sin mencionar la decisión de su esposo.
–He escuchado toda vuestra conversación, pero no habéis pensado en nuestras protegidas. ¿Qué será de ellas si Lara decide aceptar vuestra invitación? - expresó David con firmeza, pensando que el volcán se había despertado -, y el traslado definitivo está muy cerca, puesto que el cambio de su estado civil es inevitable. Un comentario que me han hecho es que se sienten útiles colaborando en la Galería y eso las llena de Paz espiritual.
-Tienes razón hijo - respondió el señor Ned -, hay que buscar una solución de inmediato.
-Yo creo que la tengo. Se han encariñado mucho  con Constanze y su mamá y es un acierto que asistan a la Galería de Arte colaborando como traductoras con los visitantes orientales. Ya están compartiendo más tiempo con ellas que aquí en la Mansión. No hay que esperar papá. Yo hablaré con la señora Carla exponiéndola el caso. Se trata de una persona inteligente, discreta, bondadosa y “madre”. Sabrá entenderlo y estoy seguro que las aceptará como a dos hijas más. Ese es el cariño de familia que nuestras coreanitas necesitan. No tienen que estar en compañía de quien las humilla y desprecia. No pierdo tiempo y me voy a la Galería y como estoy seguro que tendré la respuesta que espero, empezar a escribir a sus padres.
Así sucedió. La señora Carla comprendió la situación de Maurenn y Josefine que estaban presentes y también Constanze y llorando se abrazaron a ellas, agradeciendo su protección y temblando como una hoja a merced del viento. Se entrelazaron las manos con Constanze, prometiendo convivir como hermanas, sin importarles por cuánto tiempo y se dijeron: “Para siempre”.
-Nosotros seguiremos colaborando con sus gastos y todas sus necesidades sin abandonarlas, - les manifestó David, y en su compañía, en horas del mediodía,  se presentaron en la Mansión para trasladar las pertenencias de Maurenn y Josefine al departamento de la señora Carla. Las tres se despidieron de tía Lyli con un beso en la mejilla, quien mostraba aflicción por esa despedida. Pero sorprendiendo a todos, las coreanitas, se dieron vuelta y con sus pasitos cortos pero acelerados fueron al sector del servicio a despedirse y buscar al jardinero y sin emitir palabra alguna le  estrecharon las manos, mostrándole su profundo agradecimiento.
-Vamos jovencitas, que ya está ubicado todo en el coche y se acerca la hora del almuerzo – ordenó David.
Lara aceptó la invitación de su mamá de inmediato y por supuesto, sin consultarlo con su esposo. Apareció en la Mansión, al día siguiente, para la hora de la cena con una alegría desconocida para su mamá y Eleonore que la recibieron en el porche al escucharla decir que ahora respiraría aire puro y el aroma del parque y la convivencia en familia que tanto extrañaba. Cambiando de actitud dijo: “no quiero encontrarme con las coreanitas”.
-No pierdes la oportunidad de expresar tu antipatía por ellas, pero no te aflijas porque ya no están en la Mansión – la respondió su mamá -. Eres cruel. Ellas quieren verte feliz y se han trasladado al departamento de Carla y su hija, que si no lo recuerdas Constanze es la hija de tu esposo. Ya tendremos tiempo de seguir hablando con tu papá, de este tema. Pues yo siento  curiosidad por saber cómo es tu convivencia con Fred y sobre la… LUNA DE MIEL  y el por qué de tu negativa de recibirnos en tu Residencia. 
¿Qué clase de matrimonio has formado con Fred?
 - Son muchas preguntas para la primera noche, mamá. Estoy cansada y quiero irme a mis aposentos.  Mañana seguiremos hablando. Saludas a papá de mi parte.
 Al señor Ned no le sorprendió que su hija se hubiera instalado en la Mansión. Lo desagradable para él era el traslado de sus protegidas y por intolerancia de Lara.  En el desayuno pudo hacerla  algunos reproches de su conducta como esposa de su amigo y hacia su hija, lo cual era comentario de las amistades en el Club, donde siempre iba sola. Las respuestas eran de una Lara sin cambios: la altanera, la soberbia, la orgullosa (…) que dejaban al señor Ned asombrado de la superficialidad de sentimientos de su hija.
 La conversación con su mamá tuvo ribetes de mayor nivel: la Luna de Miel, el rechazo a las coreanitas y a Constanze y  el problema de salud de Fred, a quien  no atendía como esposa.

-No hagas una tragedia con nuestra Luna de Miel ni de mi vida matrimonial. Tenías que arruinar este momento, mencionando a esas intrusas – manifestó Lara -Y te digo que no tolero la convivencia con Fred. Y tampoco existió la Luna de Miel ni relaciones matrimoniales. Me repugna su acercamiento.
 -Me asustas Lara con tus comentarios. Ya le conocías a Fred cómo era, y desde que te casaste, te guste o no te guste, Constanze forma parte de su familia. Es su única hija y tienes que acostumbrarte. No quiero preguntarte ciertas cosas, puesto que me imagino que tenéis dormitorios separados.
 -Así es. ¿Y qué? – respondió Lara, sin importarle que su mamá la llamaba.
 Los señores Nelson ya pudieron comprender que la decisión de Fred, tenía lógica. Lara no iba a cambiar el estilo de vida matrimonial que había llevado en estos cuatro meses, de tal forma que el señor Ned, se vió obligado a comunicárselo a su amigo, quien ya había iniciado los trámites legales a través de su Apoderado. Su visita a la Mansión no se hizo esperar. Al día siguiente por la tarde,  anunciaba Eleonore su llegada.
 La reunión fue entre los señores Nelson, Fred y Lara, quien se sorprendió al verle. Con todo respeto, pidió permiso para anunciarles el motivo de su visita. Con breves palabras dirigiéndose a Lara, la informó que estaba tramitando la “Anulación Matrimonial”, con todos los derechos legales, puesto que su comportamiento como esposa nunca existió y ya no la toleraba más. Lara se quedó paralizada  y sin poder responder. Fred la insinuó “que era más prudente esa actitud, dado que no la asistía ningún derecho  de oposición. Las pruebas eran contundentes. El matrimonio no se había consumado. Y que sólo era necesario su firma cuando les llamara el Juez y serían libres”.  El trámite fue más rápido que lo esperado, dado que se habían casado con separación de bienes y el apoderado de Fred, comprendiendo la situación de su cliente, aceleró en todo lo posible el caso y en menos de un mes ya no existía nada de aquel juramento que los unió diciendo “si quiero”.
 El señor Fred, pudo rehacer su vida familiar teniendo cerca a su hija y al personal de servicio, que sí se habían sorprendido de  tal decisión, pero con sinceridad le felicitaron y volvieron a formar el equipo de apoyo como parte de esa otra familia que le atendía en su Residencia, con absoluta confianza y dedicación.
 Constanze desbordaba de felicidad. Tenía a su papá más cerca que antes del casamiento. Ya podía ir a la Residencia como siempre lo hizo y se confesaba con su mamá, quien percibía en su hija una doble intención. Y un día se presentó en el departamento con su papá. Qué sorpresa para la señora Carla y las coreanitas, mas su prudencia y ver feliz a su hija la obligó a invitarle a que las acompañara a tomar un aperitivo.
 De tal forma que estos encuentros sorpresivos, Constanze, astutamente, los producía. Algo pretendía… Había observado una ventana abierta por donde podía penetrar un aire nuevo.
 Lara ya disfrutaba de su libertad. y luciendo su esbelta figura coqueteaba de nuevo con los jóvenes del Club, donde los comentarios de las amistades no la favorecían mucho. Mas no la importaba. Ahora se paseaba en coche de su propiedad – regalo de casamiento-. Pero cuando quiso utilizar la cuenta bancaria “estaba sin saldo operable”. Es decir que Fred había ordenado cancelarla. Eso no lo esperaba y se dirigió al despacho de Fred, en el Banco, y perdiendo toda la educación y compostura le dirigió algunas palabras inadecuadas, quien con todo respeto la hizo saber que no tenía derecho a nada y que no provocara  ningún tipo de escándalo. Mas ella le reprochaba esa conducta, totalmente alterada, por lo que  se vio obligado a llamar a su Secretario indicándole que la acompañara hasta la salida.
 Así se cerró el capítulo del matrimonio “del viejo Fred y la joven Lara”  Pero no pasó desapercibido tal acontecimiento, puesto que salió publicado en la revista de sociales.
 En los cuentos, como tales, existen situaciones impredecibles, pues  también en éste  algo estaba por suceder.  Se vislumbraba un quinto casamiento pero con la tercera esposa…¿Constanze, lo conseguirá?

No hay comentarios: