LA CUARTA ESPOSA (FINAL)
Jenara García Martín
La
señora Carla se comunicó a la Mansión y habló con la señora Nelson pidiéndole permiso para invitar a Maurenn y
Josefine a pasar el domingo en su compañía, quien aceptó encantada y agradeció
la atención. Coordinando la hora le manifestó que su chofer las acercaría a su
domicilio. Las coreanitas se emocionaron,
reconociendo la gentileza de la señora Carla y de Constanze. Y tal como habían programado,
el domingo lo pasaron las cuatro juntas. Almorzaron en uno de los restaurantes
del paseo de los Campos Elíseos y contemplaron de cerca el Arco de Triunfo y
también la Torre Eiffel. La exclamación de ellas era constante. Hubo entre las
cuatro una especial conexión de carácter y sentimientos. La señora Carla
traspasaba la muralla que separaba el estilo de vida de su hija, con la que debían de vivir esas dos jovencitas lejos
de sus padres y de su país y esa situación le llegaba al alma y comprendió a
Constanze, cuando la hizo su descripción. La tristeza que más de una vez había
observado en sus rostros tenía motivos. Lo sufrían en silencio. Se prometió
hacer algo para tenerlas más cerca de su hija, con quien ya vio habían
encontrado un equilibrio de afecto, aunque sus culturas fueran distintas.
Al
regreso de ese hermoso día, del cual las cuatro habían disfrutado, Constanze se
comunicó con la señora Lyli para que
fueran a buscarlas.
-Está
bien, querida. Ya envío mi coche – le
respondió-pero no cortes Constanze, pues estaba esperando tu llamada para
comunicarte que los recién casados han
avisado que regresan esta misma noche,
mas recomiendan que nadie salga a esperarlos al aeropuerto.
-Que
alegría, señora Lyli. Mañana ya podré hablar con mi papá. Gracias por avisarme-
y sin mediar ni siquiera segundos, sólo
el tiempo de colgar el teléfono, le transmitió la noticia a su mamá y a las
coreanitas que estaban a su lado,
totalmente emocionada, pero
quedaron extrañadas de tan pronto
regreso y del insólito mensaje.
-No
te extrañes hija mía. Son recién casados -les recordó la señora Carla.
-Yo
pensé – expuso Josefine, con inocencia -, que las lunas de miel eran más
largas.
-Ha
sido impertinente tu comentario, Josefine – le reprochó Maurenn.
-Tiene
razón Josefine, pero eso depende de las circunstancias – respondió la señora Carla.
-Pues
yo, mañana mismo llamo a mi papá – contestó Constanze con énfasis.
-No
te apresures, cariño. Ya hemos hablado al respecto – le recordó su mamá.
El
chofer llegó a buscar a Maurenn y Josefine quienes se despidieron de Constanze y su mamá,
estrechándoles las manos, en cuyo acto transmitían el agradecimiento más profundo que no lo
expresan las palabras. Durante el trayecto fueron en silencio y cuando llegaron
a la Mansión los señores Nelson estaban cenando y preparados dos servicios para
ellas, pero dijeron que sólo comerían el postre. Josefine no esperó a que
preguntaran. Comenzó describiendo las
maravillas que habían conocido y cómo lo disfrutaron. Maurenn, con el aplomo
habitual ratificó lo manifestado por su hermana y que cualquier día las
invitarían a conocer la Galería de Arte. Tanto la señora Lyli como su esposo se
mostraron encantados de ver la felicidad en sus gestos. Al pedir permiso para
retirarse a descansar les dieron un beso en la mejilla. Ese beso les transmitió
la pureza de sus sentimientos y ambos comprendieron que aún no habían llegado a
aceptarlas como de la familia y cumplir con el compromiso contraído con sus
padres al enviarlas desde Corea para su protección. Lo hablarían con David,
ahora que Lara ya no volvería a residir en la Mansión.
Constanze,
no esperó más y al día siguiente, en la hora del almuerzo, llamó a la Residencia
pidiendo hablar con su papá. Fue atendida por el ama de llaves quien siempre la trataba con absoluta
deferencia, pero en esta ocasión, le contestó que iba a preguntar a la señora
Lara. La respuesta fue desconcertante. El señor no recibía llamadas
telefónicas. Estaba descansando. pensaron que sería por el cansancio del viaje.
Esa llamada la repitió en la noche y el ama de llaves la dijo que esperara. Fue
la misma Lara quien la respondió diciéndole
que “dejara de molestar, pues de ahora en adelante, ella nada tenía que hacer
en esa casa”. Sin poder dominar el llanto fue en busca de su mamá, quien al
verla en ese estado, asustada la abrazó, preguntándole la razón de esa angustia
y le repitió las palabras emitidas por
Lara.
-Ya
te habíamos advertido Marian y yo, cariño, que no te apresuraras. Que les
dieras el espacio que necesitan. Están recién casados.
-Pero
es mi papa, mamá. Quiere decir que… que… ya ¿no puedo verle? - El llanto no la dejaba expresarse con
claridad.
Dejó
pasar unos días y llamó a la oficina del Banco y el Secretario la informó que
el Señor Karlton aún no había regresado a su ritmo de trabajo habitual. Como
era natural, se lo comunicó a su mamá y las dos se hacían la misma pregunta
¿Qué está pasando? Esa noche Constanze necesitó el consuelo de su mamá, quien
debió dormir a su lado. No podía olvidar las palabras de Lara y la extrañaba
que su papá aún no se hubiera presentado en el Banco.
Esta
misma inquietud se respiraba en la Mansión, puesto que la recomendación de que
no salieran a esperarlos aún no podían asumirlo y pasaban los días y la señora
Lyli extrañaba su falta de noticias pronunciando su nombre en los momentos más
familiares y en presencia de las coreanitas. Su esposo la pedía paciencia
pues conocía muy bien a su amigo Fred, y
tenía la seguridad que eran caprichos de
Lara.
-Vosotros
no quisisteis verlo – intervino David, ya cansado de la impaciencia de su mamá
y sin la presencia de las coreanitas -, pero ya se vislumbraba que ese
casamiento estaba creando una atmósfera de tormenta y alteraría el ritmo de la
vida familiar. No os habéis fijado en Maurenn y Josefine, que anoche se
retiraron a su dormitorio temblando al escuchar el nombre de Lara. ¿Qué pasaría
si viene por aquí?
-No
quiero pensarlo y como es nuestra hija, en cualquier momento puede hacerlo
– acotó la señora Lyli.
-Yo
me ocuparé de ponerme en contacto con Fred, y podré conocer la situación. –
dijo el señor Ned.
-Pues
yo, dijo la señora Lyli si no vienen, llamaré a la Residencia y hablaré con mi
hija.
Qué
ausentes estaban todos de las circunstancias que habían provocado esa corta
“Luna de Miel” y el no querer que salieran a recibirles. El destino, elegido
por Lara, fue Acapulco y el primer
disgusto fue al escuchar que el
recepcionista del Hotel pedía al señor Fred el nombre de su hija, pues a pesar
de que ya tenían la reserva de una suite, como era tanta la diferencia de edad
no pensaban fueran matrimonio. Los reproches de Lara a su esposo fueron subidos
de tono - “irreproducibles”-, y él se vió obligado a pasar la noche en un
diván. “No hubo noche de bodas”. Y al día siguiente Fred, debió solicitar otra
habitación poniendo un pretexto más o menos creíble para no quedar en ridículo. Lara disfrutaba de la
playa coqueteando al lucir su esbelta silueta, mientras Fred la contemplaba
desde una reposera. La convivencia era insostenible. Empezó a rechazarle con
hechos y palabras (...) Esas hirientes palabras superaban la paciencia del
señor Fred pero igualmente accedía a todos sus “caprichos”. Habían pasado ocho
días y Lara sin exponer motivos le “ordenó” tramitar el regreso a París y que
no quería a nadie esperándola, Sólo su chofer y que prepararan dormitorios
separados. El señor Fred no entendía nada, pero a todo respondía “Sí querida”.
Frase que también la disgustaba y se lo hacía saber sin medir las formas en que
se lo reprochaba. Regresaron a París y la vida matrimonial no existía. Pero
debían de representar la comedia cuando los compromisos sociales les obligaba.
Un suplicio para Lara.
Como
Lara no aceptaba las visitas de Constanze a la Residencia, aconsejada por su mamá,
insistía en sus llamadas al Banco, hasta que ya la informaron que había
regresado a sus actividades habituales, y pudieron reanudar su relación de
padre e hija, en la forma que siempre lo hacían. Obvio que Lara estaba ajena a
estas invitaciones, de las que a veces participaban Maurenn y Josefine a quien
el señor Fred las tenía un gran aprecio. Los señores Nelson conocían la
conducta de su hija pero no entendían cómo Fred lo toleraba. Mas David estaba
expectante a que en cualquier momento se despertara el volcán que estaba
dormido entre las paredes de la Residencia.
Hasta
que un día, Fred quiso tener un encuentro con su amigo Ned y desahogarse. Qué
momentos de incertidumbre para ambos. Ninguno de los dos encontraba las
palabras adecuadas para comenzar el diálogo.
-¿Qué
tal, Fred, cómo te sientes? – Fueron las palabras del señor Ned para romper el
hielo.
-No
te puedo mentir. No estoy bien. En estos
días he estado transitando por las rutas recorridas al lado de Lara y ahora las
veo como si hubiera sido un laberinto del cual no he logrado salir y lo peor es
que ya no resisto más esta situación.
-Y
es obvio que quieres hablar de Lara y de tu hija. ¿Estás tomando la medicación?
-Sí,
Ned. ¿Tú conocías el problema de mi salud? Ahora he tenido que reforzar la
dosis, aconsejado por mi médico.
-Sí,
y no preguntes desde cuándo. Mas si no te importa quisiera saber la causa de
vuestro repentino regreso.
Fred
no se sorprendió de la pregunta de su
suegro. Y le relató con detalles todo lo sucedido en la “Luna de Miel”
desde la llegada al Hotel. Y el regreso y la imposible convivencia. Dormitorios
separados y el rechazo permanente y hasta el alejamiento de la servidumbre, a
quien ella dominaba a su antojo. .
-¿Hasta
ese extremo ha llegado mi hija?
-Sí,
Fred. Y quiero que seas el primero en conocer mi decisión, que pienso lo entenderás. Como no se ha consumado el
matrimonio y no estoy dispuesto a seguir la comedia, ni en la casa ni en
público, es mi intención acogerme a los derechos que la ley me concede para pedir “la anulación” y quiero decírselo
en vuestra presencia, y que desde ese momento
debe abandonar mi Residencia. Quiero mi liberación y así podría comenzar
de nuevo a tener el contacto familiar que siempre ha existido con mi hija y con
mi servidumbre.
-Si
tu situación es tal como me la has relatado, lo cual no lo pongo en duda, estás
en tu derecho. Conozco bastante a mi hija. Pienso que Lyli puede invitarla a
pasar unos días en la Mansión y en el momento que lo decidas nos visitas para anunciarla el
proceso de la “Anulación del Matrimonio”.
-De
acuerdo Ned – y estrechándose la mano, cada uno regresó a su coche.
Cuando
el señor Nelson refirió a su esposa la situación del matrimonio, no podía
creerlo y desconcertada le dijo que necesitaba hablar con Lara, circunstancias
que dio lugar a que la invitaran a pasar unos días con ellos, mas sin mencionar
la decisión de su esposo.
–He
escuchado toda vuestra conversación, pero no habéis pensado en nuestras protegidas.
¿Qué será de ellas si Lara decide aceptar vuestra invitación? - expresó David
con firmeza, pensando que el volcán se había despertado -, y el traslado
definitivo está muy cerca, puesto que el cambio de su estado civil es
inevitable. Un comentario que me han hecho es que se sienten útiles colaborando
en la Galería y eso las llena de Paz espiritual.
-Tienes
razón hijo - respondió el señor Ned -, hay que buscar una solución de
inmediato.
-Yo
creo que la tengo. Se han encariñado mucho
con Constanze y su mamá y es un acierto que asistan a la Galería de Arte
colaborando como traductoras con los visitantes orientales. Ya están
compartiendo más tiempo con ellas que aquí en la Mansión. No hay que esperar
papá. Yo hablaré con la señora Carla exponiéndola el caso. Se trata de una
persona inteligente, discreta, bondadosa y “madre”. Sabrá entenderlo y estoy
seguro que las aceptará como a dos hijas más. Ese es el cariño de familia que
nuestras coreanitas necesitan. No tienen que estar en compañía de quien las
humilla y desprecia. No pierdo tiempo y me voy a la Galería y como estoy seguro
que tendré la respuesta que espero, empezar a escribir a sus padres.
Así
sucedió. La señora Carla comprendió la situación de Maurenn y Josefine que
estaban presentes y también Constanze y llorando se abrazaron a ellas,
agradeciendo su protección y temblando como una hoja a merced del viento. Se
entrelazaron las manos con Constanze, prometiendo convivir como hermanas, sin
importarles por cuánto tiempo y se dijeron: “Para siempre”.
-Nosotros
seguiremos colaborando con sus gastos y todas sus necesidades sin abandonarlas,
- les manifestó David, y en su compañía, en horas del mediodía, se presentaron en la Mansión para trasladar
las pertenencias de Maurenn y Josefine al departamento de la señora Carla. Las
tres se despidieron de tía Lyli con un beso en la mejilla, quien mostraba aflicción
por esa despedida. Pero sorprendiendo a todos, las coreanitas, se dieron vuelta
y con sus pasitos cortos pero acelerados fueron al sector del servicio a
despedirse y buscar al jardinero y sin emitir palabra alguna le estrecharon las manos, mostrándole su
profundo agradecimiento.
-Vamos
jovencitas, que ya está ubicado todo en el coche y se acerca la hora del
almuerzo – ordenó David.
Lara
aceptó la invitación de su mamá de inmediato y por supuesto, sin consultarlo
con su esposo. Apareció en la Mansión, al día siguiente, para la hora de la
cena con una alegría desconocida para su mamá y Eleonore que la recibieron en
el porche al escucharla decir que ahora respiraría aire puro y el aroma del
parque y la convivencia en familia que tanto extrañaba. Cambiando de actitud
dijo: “no quiero encontrarme con las coreanitas”.
-No
pierdes la oportunidad de expresar tu antipatía por ellas, pero no te aflijas
porque ya no están en la Mansión – la respondió su mamá -. Eres cruel. Ellas
quieren verte feliz y se han trasladado al departamento de Carla y su hija, que
si no lo recuerdas Constanze es la hija de tu esposo. Ya tendremos tiempo de
seguir hablando con tu papá, de este tema. Pues yo siento curiosidad por saber cómo es tu convivencia
con Fred y sobre la… LUNA DE MIEL y el
por qué de tu negativa de recibirnos en tu Residencia.
¿Qué
clase de matrimonio has formado con Fred?
- Son
muchas preguntas para la primera noche, mamá. Estoy cansada y quiero irme a mis
aposentos. Mañana seguiremos hablando.
Saludas a papá de mi parte.
Al señor
Ned no le sorprendió que su hija se hubiera instalado en la Mansión. Lo desagradable
para él era el traslado de sus protegidas y por intolerancia de Lara. En el desayuno pudo hacerla algunos reproches de su conducta como esposa
de su amigo y hacia su hija, lo cual era comentario de las amistades en el
Club, donde siempre iba sola. Las respuestas eran de una Lara sin cambios: la
altanera, la soberbia, la orgullosa (…) que dejaban al señor Ned asombrado de
la superficialidad de sentimientos de su hija.
La
conversación con su mamá tuvo ribetes de mayor nivel: la Luna de Miel, el
rechazo a las coreanitas y a Constanze y
el problema de salud de Fred, a quien
no atendía como esposa.
-Me
asustas Lara con tus comentarios. Ya le conocías a Fred cómo era, y desde que
te casaste, te guste o no te guste, Constanze forma parte de su familia. Es su
única hija y tienes que acostumbrarte. No quiero preguntarte ciertas cosas,
puesto que me imagino que tenéis dormitorios separados.
-Así es.
¿Y qué? – respondió Lara, sin importarle que su mamá la llamaba.
Los
señores Nelson ya pudieron comprender que la decisión de Fred, tenía lógica.
Lara no iba a cambiar el estilo de vida matrimonial que había llevado en estos
cuatro meses, de tal forma que el señor Ned, se vió obligado a comunicárselo a
su amigo, quien ya había iniciado los trámites legales a través de su
Apoderado. Su visita a la Mansión no se hizo esperar. Al día siguiente por la
tarde, anunciaba Eleonore su llegada.
La
reunión fue entre los señores Nelson, Fred y Lara, quien se sorprendió al
verle. Con todo respeto, pidió permiso para anunciarles el motivo de su visita.
Con breves palabras dirigiéndose a Lara, la informó que estaba tramitando la
“Anulación Matrimonial”, con todos los derechos legales, puesto que su
comportamiento como esposa nunca existió y ya no la toleraba más. Lara se quedó
paralizada y sin poder responder. Fred
la insinuó “que era más prudente esa actitud, dado que no la asistía ningún
derecho de oposición. Las pruebas eran
contundentes. El matrimonio no se había consumado. Y que sólo era necesario su
firma cuando les llamara el Juez y serían libres”. El trámite fue más rápido que lo esperado,
dado que se habían casado con separación de bienes y el apoderado de Fred,
comprendiendo la situación de su cliente, aceleró en todo lo posible el caso y
en menos de un mes ya no existía nada de aquel juramento que los unió diciendo
“si quiero”.
El señor
Fred, pudo rehacer su vida familiar teniendo cerca a su hija y al personal de
servicio, que sí se habían sorprendido de
tal decisión, pero con sinceridad le felicitaron y volvieron a formar el
equipo de apoyo como parte de esa otra familia que le atendía en su Residencia,
con absoluta confianza y dedicación.
Constanze
desbordaba de felicidad. Tenía a su papá más cerca que antes del casamiento. Ya
podía ir a la Residencia como siempre lo hizo y se confesaba con su mamá, quien
percibía en su hija una doble intención. Y un día se presentó en el departamento
con su papá. Qué sorpresa para la señora Carla y las coreanitas, mas su
prudencia y ver feliz a su hija la obligó a invitarle a que las acompañara a
tomar un aperitivo.
De tal
forma que estos encuentros sorpresivos, Constanze, astutamente, los producía.
Algo pretendía… Había observado una ventana abierta por donde podía penetrar un
aire nuevo.
Lara ya
disfrutaba de su libertad. y luciendo su esbelta figura coqueteaba de nuevo con
los jóvenes del Club, donde los comentarios de las amistades no la favorecían
mucho. Mas no la importaba. Ahora se paseaba en coche de su propiedad – regalo
de casamiento-. Pero cuando quiso utilizar la cuenta bancaria “estaba sin saldo
operable”. Es decir que Fred había ordenado cancelarla. Eso no lo esperaba y se
dirigió al despacho de Fred, en el Banco, y perdiendo toda la educación y
compostura le dirigió algunas palabras inadecuadas, quien con todo respeto la
hizo saber que no tenía derecho a nada y que no provocara ningún tipo de escándalo. Mas ella le
reprochaba esa conducta, totalmente alterada, por lo que se vio obligado a llamar a su Secretario
indicándole que la acompañara hasta la salida.
Así se
cerró el capítulo del matrimonio “del viejo Fred y la joven Lara” Pero no pasó desapercibido tal
acontecimiento, puesto que salió publicado en la revista de sociales.
En los
cuentos, como tales, existen situaciones impredecibles, pues también en éste algo estaba por suceder. Se vislumbraba un quinto casamiento pero con
la tercera esposa…¿Constanze, lo conseguirá?
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