viernes, 15 de enero de 2016

Cora Stábile


              EL BÚHO Y LA ARDILLA  Cora Stábile


Se hallaba el viejo búho parado en una rama de aquel enorme árbol que habitaba en el espeso bosque. En un momento dado llegó hasta allí corriendo, tal como era su costumbre, la inquieta ardilla.
 -Buenos días Señor Búho ¿cómo está?
 -Muy bien Señora Ardilla ¿y Usted? ¿Porqué anda tan apurada, acaso la persigue alguien?
 -No, no… creo que no, pero es mi costumbre, y además me gusta.
 -Estaba observando que es un día muy lindo y tengo ganas de ir hasta el río, seguro que allí me voy a encontrar con muchos amigos.
 La ardilla esbozó una pícara sonrisa y, segura de sus posibilidades, le propuso a su inesperado competidor:
 -Le juego una carrera, vamos a ver quién llega primero ¿acepta?.
 El ave la observó sin perder su aplomo y sonriendo le respondió:
 -Por supuesto ¿Usted nunca estuvo por allí? Le voy a presentar a mis amigos.
 Ambos se miraron y haciéndose una leve señal iniciaron la carrera.
 El búho movía las alas suavemente, esquivaba con habilidad las entrelazadas ramas de los árboles que se presentaban en su camino y, en forma directa y segura, llegó al punto que habían acordado.
 La ardilla corrió de inmediato hacia la izquierda y ascendió a un árbol, allí se detuvo de golpe ya que un enjambre de avispas zumbaba en forma amenazante, descendió velozmente y volvió a correr, tan apurada que no reparó en al pantano en el cual, por suerte, no llegó a hundirse ya que se trepó a un tronco que flotaba en él y pudo salir.
 El susto y el esfuerzo realizado le provocaron una gran fatiga que la obligó a descansar un rato.
 Segura de que el tiempo jugaba aún a su favor, volvió a correr, aunque ya no podía hacerlo tan rápido y, para colmo, se torció una pata y el dolor tan intenso que sentía la hacía renguear.
 Al llegar muy agitada al punto acordado, se encontró con el búho que, muy sereno parado en una roca, se dejaba acariciar por los tibios rayos del sol.
 Ambos se miraron y sonrieron, la ardilla sintió una oleada de calor que le subía y enrojecía el rostro.
 El sabio búho la miró y con su serenidad habitual le dijo:
 -Señora Ardilla, voy a hacerle un regalo, atesore esta frase y téngala siempre presente: “No te apures por llegar que el tiempo te enseñará”.


No hay comentarios: