Curiosa lluvia de abril
Rubén Amato
Y solo
quedó su beso, mojándole apenitas los labios. Y la puerta del bar, que parecía
no querer cerrarse, por el viento que invadía el bar, le traía aun su perfume.
"Cuánto
es" , pregunto mientras hurgaba en el bolsillo la billetera.
"Nada"
contestó la moza, “La señora ya pagó cuando usted salio a comprar cigarrillos”.
Greg
llegaba temprano, una vieja costumbre. Escuchaba música, tomaba café, leía el
diario. Henin ponía música en el equipo de su Escort 94. A su modo, cada uno
empezaba a disfrutar de un dia diferente
antes de meterse uno dentro del otro. La previa de ambos.
Quizá
esto seria lo que más extrañarían luego. Ese breve e imperceptible momento de
libertad que les concedió el verdadero
amor.
El amor,
como aquel lejano bar, quedo a mitad de camino de sus respectivos futuros.
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