Tren en marcha
Juana R. Schuster
La
religiosa lee la Biblia, el hombre sueña y emite ronquidos, el marino piensa
que tiene que llegar a su casa después de nueve años de ausencia, la mujer
mayor teje una bufanda, el señor elegante retoca su peinado con las manos o el
nudo de la corbata, la pordiosera come una manzana con gusanos, el actor espera
que no lo despidan otra vez, el enano piensa en el circo.
Los
pasajeros se contonean por la velocidad alcanzada por el tren. No intercambian
palabras entre ellos. La monja tiene un rostro bonito.
El hombre
que dormita parece alcoholizado, el marino está inquieto, la viejecita recuerda
su niñez en Andalucía, el galán sufre porque nunca le dan el papel que amerita,
el enano recuerda a los payasos con sus cabriolas.
El guarda
ha pasado. De repente, el marino abre la ventanilla y se arroja. Nadie hace nada.
Cada uno está encerrado en sus pensamientos.
Se acerca
el inspector, se da cuenta que falta alguien. Pregunta. Nadie le contesta. Se
rasca la cabeza y se dirige al compartimiento.
Ahora es
el enano quien toma la misma decisión que el marino. Los viajeros se contemplan
con asombro.
La pobre
mujer tira el corazón de la manzana al piso.
Pasa el
guarda. Cree que ha comenzado a enloquecer. Es notorio que falta otra persona.
Decide trasladarse al otro coche. De pronto el señor elegante se arroja del
tren en movimiento. La monja hace la señal de la cruz.
El tren
horada distancias. Aún falta para arribar a destino. El hombre sigue con sus sueños.
El guarda vuelve a pasar. Decide que deberá tomarse unas vacaciones. Se aleja.
La monja
comete el acto de los anteriores. El hombre dormido cambia de posición. El inspector
se sostiene de los respaldos de los asientos. Sabe que no tiene caso preguntar.
El actor
piensa porqué no puede llegar a ser como Marlon Brando.
La señora
mayor se arroja del tren. Nadie se ha dado cuenta. El guarda es el único que
nota lo que sucede. La vagabunda busca algo en la raída bolsa.
Ahora es
el actor quien se arroja por la ventanilla. Pasa el guarda. Mira a la
harapienta y le dice que no cometa ninguna imprudencia. Ella no lo escucha y
mastica la fruta como si estuviese en buenas condiciones. El guarda huye a
través de los coches. Tiene temor.
El tren
aminora la marcha. La paupérrima mujer se tira por la ventanilla.
El tren
ha llegado a destino. De los demás vagones bajan todos.
El guarda
se frota los ojos, todos los integrantes del vagón maldito lo miran con fijeza
desde la plataforma.
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