¡¡Esa botella de vino!!
Catalina
Gutrejde
Luce la
cabeza blanca, el rostro surcado de tiempo. La vejez lo encuentra solo, pero
con un bagaje de recuerdos que por momentos se instalan en su mente para
robarle una sonrisa.
La imagen
de los racimos de uva arrancados por los hijos, y el vino casero preparado por
su compañera, es su imagen favorita.
Terminada
la siesta se dirige con paso lento hacia la cocina, donde comienza con el
ritual de preparar el mate. No pueden faltar las galletitas con dulce casero
que le regalara una vecina.
Al abrir
la heladera la ve, siente la tentación de sacarla pero la imposición del médico
lo frena: -Puede tomar un vasito de vino solamente en la cena, (le había
recomendado).
Se sienta
a la mesa, sin dejar de mirar la heladera. La tentación es muy grande, se esfuerza
por dominarse. Pero el deseo es más grande que todo razonamiento.
Va en su
busca, la deposita en la mesa, toma una copa del aparador y se sienta nuevamente
. La mira como quien mira a su amante, le gusta el color abordonado, y sin más
miramientos la destapa comenzando su fiesta.
La
botella vació su contenido. Francisco siente que los párpados le pesan, se
levanta de la silla con gran esfuerzo, tambaleante llega a su cuarto, abre la
ventana y el rumor de los árboles en su vaivén
y la frescura de la brisa lo acompañan.
La noche comenzó su viaje.
El nuevo
amanecer regresa con el canto de los zorzales.
Golpean a
la puerta, es la señora que acostumbra venir a diario para hacer la limpieza;
al no recibir respuesta entra por una ventana y se dirige directamente al
cuarto del abuelo. Este yace en la cama, un rayo de sol ilumina una cara con
signos de paz; a su lado la botella de
vino, es la prueba fehaciente de que Francisco partió disfrutando su placer preferido.
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