domingo, 15 de noviembre de 2015

Catalina Gutrejde


¡¡Esa botella de vino!!  
                                               Catalina Gutrejde


Francisco descansa debajo de la parra que lo protege del sol veraniego.
 Luce la cabeza blanca, el rostro surcado de tiempo. La vejez lo encuentra solo, pero con un bagaje de recuerdos que por momentos se instalan en su mente para robarle una sonrisa.
 La imagen de los racimos de uva arrancados por los hijos, y el vino casero preparado por su compañera, es su imagen favorita.
 Terminada la siesta se dirige con paso lento hacia la cocina, donde comienza con el ritual de preparar el mate. No pueden faltar las galletitas con dulce casero que le regalara una vecina.
 Al abrir la heladera la ve, siente la tentación de sacarla pero la imposición del médico lo frena: -Puede tomar un vasito de vino solamente en la cena, (le había recomendado).
 Se sienta a la mesa, sin dejar de mirar la heladera. La tentación es muy grande, se esfuerza por dominarse. Pero el deseo es más grande que todo razonamiento.
 Va en su busca, la deposita en la mesa, toma una copa del aparador y se sienta nuevamente . La mira como quien mira a su amante, le gusta el color abordonado, y sin más miramientos la destapa comenzando su fiesta.
 La botella vació su contenido. Francisco siente que los párpados le pesan, se levanta de la silla con gran esfuerzo, tambaleante llega a su cuarto, abre la ventana y el rumor de los árboles en su vaivén  y la frescura de la brisa lo acompañan.
 La noche comenzó su viaje.
 El nuevo amanecer regresa con el canto de los zorzales.
 Golpean a la puerta, es la señora que acostumbra venir a diario para hacer la limpieza; al no recibir respuesta entra por una ventana y se dirige directamente al cuarto del abuelo. Este yace en la cama, un rayo de sol ilumina una cara con signos de paz; a su lado la  botella de vino, es la prueba fehaciente de que Francisco partió disfrutando su placer preferido.


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