domingo, 15 de noviembre de 2015

Jenara García Martín



CUARTA ESPOSA (l)      
Jenara García Martín

Esa misma madrugada al regreso de la fiesta, Constanze estaba ansiosa por relatar a su mamá, antes de irse a dormir,  los detalles más destacados que a ella la habían llamado la atención, desde el acto del Registro Civil, hasta que se retiró de la fiesta de la noche.
-Ya sé, mamá, que a ti  te traerá recuerdos este nuevo enlace de mi papá, tanto buenos, como desagradables, pero forma parte de tu pasado y el mío. Ahora con este  cuarto matrimonio que ha contraído mi papá, no sabemos cuál va a ser su comportamiento con nosotras, bueno, especialmente conmigo que siempre ha sido tan protector y tan cordial. Siempre que le hemos necesitado ha estado a nuestro lado.  Tú conocías a su nueva esposa, ¿verdad?         
- Sí cariño. Sí la conocía y considero  que es bella, con mucha elegancia, muy joven, hija de los Nelson amigos de tu padre y  poderosos industriales vinateros. Según comentarios, tu padre puede llevarla cerca de cuarenta años. Ese es su gran  defecto, que siempre quiere tener a su lado a una mujer joven.
- Pero tú todavía eras joven cuando te divorciaste de él.
- Así es, cariño. Pero como estarás cansada, mejor vayámonos a dormir y mañana, me cuentas los detalles de este acontecimiento tan destacado en la sociedad parisina,  que para ti habrá sido todo un descubrimiento social.
- Tienes razón mamá, mañana sigo contándote – y despidiéndose con un beso, ambas, se fueron a descansar.
Pero la señora Carla, como no podía conciliar el sueño, hizo un viaje de regreso, recorriendo su vida desde su casamiento y posterior divorcio, situación que la llevó a vivir sola con su hija, su pintura y su galería de Arte. Recuerda con cierta emoción, la felicidad de Fred el día que le anunció que iban a ser padres, la invitación a cenar para festejarlo y la  valiosa gargantilla que la regaló con zafiros engarzados en oro, haciendo juego con los pendientes. Todo iba pasando por su mente como una película, y hasta los momentos difíciles en la convivencia matrimonial que habían dado un inusitado giro ante el anuncio de la llegada de ese heredero, pues  llevaban seis años de casados, y no tenían descendencia. También pensó, en esos momentos, que con las otras dos esposas no había tenido hijos. Y haciendo uso de esa memoria prodigiosa, le veía a Fred prestándola una atención, durante su embarazo, que llegaba a los extremos y recibiendo el nacimiento de su primera hija con un regocijo indescriptible.
Fueron unos años de felicidad que disfrutaban los tres, compartiéndolo todo. Y ya había cumplido diez años Constanze, cuando Fred, empezó a cambiar los hábitos de la vida en familia. La  señora Carla soportó la infidelidad permanente de su esposo hasta donde su paciencia llegó a un límite. En ella, ya había pasado la juventud que él buscaba en una mujer   y ambos tomaron la decisión de llegar al divorcio, pese al dolor que le causaban a su hijita. Fue una separación sin escándalos. De común acuerdo. Las dejó en buena posición económica y social, acorde con su categoría de banquero millonario y comprometiéndose a costear los estudios de Constanze en los mejores colegios y la carrera universitaria que ella quisiera elegir. Eso sí, las impuso una condición, no podían abandonar  París, pues era su única hija y quería tenerla cerca y compartir su vida. Y así lo cumplió.  
Costanze  se despertó a la mañana  siguiente, cerca del mediodía, reuniéndose con su mamá en el salón, quien ese día no había acudido a la galería por compartirlo con ella cuando se levantara. La doncella le sirvió un jugo de frutas, puesto que ya se acercaba la hora del almuerzo.
- Buenos días, mamá - y ese saludo, fue sellado con un beso-. Me extraña verte en casa. ¿Por qué no has ido a la Galería?
- Sabes que Mariam me reemplaza con eficiencia y yo quería estar con mi hija cuando se levantara y pasar el día completo con ella. ¿No te agrada la idea?
- Claro que sí, mamá. Así tengo el tiempo suficiente para relatarte todo lo ocurrido en ese nuevo casamiento de mi papá.
- Y ahora, dime:  ¿Qué tal has pasado la noche?
- Bien mamá. Y tú ¿Has podido dormir sin recuerdos?
- Los recuerdos en mi vida, siempre han estado y estarán presentes y más en un día como el de ayer. Pero yo quiero que todo lo que esta madrugada querías contarme, lo hagas ahora. Tu impaciencia me ha contagiado y tengo deseos de escucharte.
- No quiero que mi relato te haga revivir  algún episodio dormido y vaya a ser motivo de tristeza. ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo, cariño. Mis sentimientos están protegidos por una coraza. Lo importante es que tú lo hayas - Comienzo por los primeros pasos. Cuando vi a mi papá en el registro civil, yo no lo conocía, mamá. Tenía más estatura que la novia y aparentaba unos cuantos años menos y con un físico atractivo. No me preguntes del por qué del cambio, pero es como te lo estoy describiendo. Los señores Nelson me trataron con toda amabilidad y también David y las coreanitas. De Lara no puedo decir lo mismo, porque en ese acto, ni me miró. Esto te lo resalto: el, “Sí acepto”, de mi papá se escuchó con suma claridad pero a la novia el juez la tuvo que preguntar dos veces, actitud que produjo comentarios.  El recinto que disponen para estos acontecimientos, te diré, que  estaba lleno de invitados,  y era un desfile de modelos en las damas, que más bien parecía  una competencia.
- Y tú, ¿cómo te sentiste con tu conjunto siete octavos?
- Estaba tan elegante como cualquiera de  las jovencitas, y resaltaba mi pamela. Había  cantidad de periodistas y fotógrafos a la salida y creo que yo también estaré en alguna foto. Dicen que serán publicadas en alguna  de las revistas de sociales, especializadas en estos acontecimientos. ¿Quieres que la compre?
- No me opongo a que lo hagas, mas yo no quiero verlas. Prefirió que tú sigas con el relato -, le respondió la mamá
- El koctail -, continuó Constanze - que ofrecieron después fue muy bien servido y organizado por un chef de renombre en París, y fue el mismo que organizó el banquete de la noche, que se destacó con la variedad de platos del menú. Y el postre fue algo especial. Comentaron que había sido una exclusividad del chef, creado para homenajear a los novios. Te digo que era una exquisitez.
No dejó de resaltar los detalles que más la habían llamado la atención, y, con los conocimientos de todo tipo de arte, por la escuela de su mamá, pudo destacarla hasta los estilos de  la decoración del salón.
- Y… ¿Había invitados conocidos?
- Sí, mamá. Entre los más de quinientos que dicen eran los que asistieron, pude ver a los Clovis, los Juliá, los Graus y también algunos de los amigos del Club y conocidos de mi papá, pero el saludo sólo era una mirada diferente o una inclinación de cabeza, sin acercarse demasiado.
- De la novia… ¿No me dices nada?
- Sí mamá. Te la voy a describir  tal cual la vi yo, quizás no como la veían los demás, que no hacían nada más que adularla, por su elegancia y su belleza. Es cierto que lucía un vestido blanco de encaje y bordado en pedrerías, divino. Modelo de uno de los más reconocidos modistos de París, especializados en trajes de novia, de acuerdo a lo que nos dijo la señora Lyli. Se paseaba ella sola luciéndose y coqueteando a la vez que saludaba a los invitados. Sabía que su vestido resaltaba su estilizada  figura y se la veía disfrutar de los halagos, pero siempre sola. Con decirte, que tuvieron que salir a buscarla para que se reuniera con el novio (mi papá) para iniciar el baile al compás del clásico vals “Danubio Azul”. Después cuando ya cambiaban de pareja,  se llenó la pista. Yo bailé con mi papá; Maureen con el joven David y, Josefine con el señor Nelson, algunos pasos del vals. Me ubicaron en la mesa de David  y las coreanitas a la que se agregaron  los señores Nelson y mi papá. Y ahora vas a escuchar algo que te sorprenderá, pero así sucedió. Lara se acercó a nuestra mesa agradeciendo nuestra presencia y hasta destacó mi atuendo. Y dijo, queriendo disimular su altivez, que se acercaba a brindar con toda la familia, indicando a David, a quien yo había observado que hablaba con ella antes de acercarse, que abriera la botella de champagne y sirviera las copas. Cuando ya todos nos habíamos puesto de pié con las copas levantadas para el brindis, ella derramó el líquido espumante en el vestido de Maureen y no fue por accidente, fue con intencionalidad de hacer daño y arruinarnos los momentos de armonía que estábamos disfrutando. Yo me tomé del brazo de mi papá, porque me asusté. No había en su semblante un gesto de arrepentimiento.
- No puedo creerlo. Y esa actitud, por qué, Constanze.
- ¿Tú crees mamá, que puedo adivinar los motivos, si recién anoche conocí a todos? Ya te he dicho que la califico de soberbia, y con cierto grado de maldad. Pidió perdón, con una superficialidad, que se la notaba en la voz y en la mirada, obligada por mi papá y el señor Nelson. Y se retiró como si no hubiera tenido importancia lo que hizo. David también se lo reprochó. Qué pena me dio observar el semblante de  Maureen y Josefine, mientras limpiaban el vestido. Son un encanto, mamá. Son amables. Hablan con una dulzura que impresionan sobre su  cultura y costumbres coreanas que no te cansas de escucharlas. Y, Lara, luego bailaba con los jóvenes luciéndose en la pista y nunca más con mi papá. Daba la impresión que no se daba cuenta que ya era la señora Karlton y eso  se rumoreaba en algunos círculos de los invitados. Ver a mi papá con el grupo    de    amigos de su edad, de quien nunca se el señor Nelson, me producía tristeza, que siempre traté de disimular.
Se paró el señor Nelson, me producía tristeza, que siempre traté de disimular.

- Me está dejando inquieta esa actitud de la nueva esposa de tu padre. Cuál será su trato con nosotras cuando regresen de la luna de miel.

- Es para ello, mamá. No los ví, cuando se retiraron de la fiesta para ir al hotel donde pasarían la noche, pues a la mañana siguiente tomaban el avión a las diez, pero nadie conocía el destino. Dijeron que estarían unos quince días en su luna de miel. Si te voy a ser sincera, me parece muy corta. ¿Y a ti?

- También, cariño, pues un millonario como tu padre y una esposa tan joven, qué menos que un crucero por las islas griegas, disfrutando de buenas playas y lugares paradisíacos .Cuando yo me casé fuimos en luna de miel a las costas del Caribe, a Nueva York y a la India que yo quería conocer. Estuvimos dos meses viajando. Aún guardo un grato recuerdo de esos días. Fueron maravillosos.

- ¿Te sientes bien, mamá? Te has puesto pálida al recordarlo.

- Es que fueron las mejores épocas de mi vida. Bueno, la mayor felicidad fue tu llegada a este mundo, cariño, y verte crecer. Siempre fuiste una niña muy sana, tranquila y, feliz. Por eso soporté años la infidelidad de tu padre, por no hacerte sufrir. Y por no separarte de él, que tanto te quiere, acepté no irnos de París. La galería de Arte y mi pintura, junto a tu cariño, me ayudan a sobrellevar este  destino que la vida nos tenía marcado. ¡No me abandones nunca, cariño!

- ¡Mamá! Qué te pasa. ¿Por qué ahora me dices eso?

- No me hagas caso. Ya ha llegado Mariam, y nos acompañará en el almuerzo pues siente gran curiosidad por escucharte los principales detalles del casamiento -.

Salieron a recibirla  y se dirigieron al comedor.

No hay comentarios: