Un revolucionario María A. Escobar
-¿Che
viejo, no me conocés? ¿Tan cambiado estoy? ¿Trabajamos treinta años juntos…qué
pasa, me he vuelto transparente?
Carlitos
se detuvo, turbado. Venía de correr y
aun el sudor le corría por la cara.
Vestía un buen equipo de gimnasia, de los de marca y un buen par de
zapatillas, también de las caras. Se lo
veía más gordito y próspero.
-Perdoname
Bustos, no te vi. Vengo de correr y
todavía estoy medio mareado. ¿Cómo te va viejo? ¿Todo bien?-
-
La puta madre, ¿a vos también se te pegó esa muletilla “todo bien”? Todo bien un carajo. ¿Para mí todo mal,
sabés? Y te lo voy a contar así no me
corrés con la famosa muletilla…¿cuánto hace que no nos vemos desde que nos rajaron de la compañía, dándonos unos mangos para que
sobrevieramos en éste puto país? ¿Quién
nos iba a dar laburo a la edad que teníamos?. Yo cincuenta, vos no sé pero por
ahí andamos. Maldito sea, metí esos dólares en un banco y me agarró el corralito…
¿a vos no? Parece que no, se te ve próspero… ¿cómo hiciste, a quién
afanaste? Cuando me devolvieron lo que
había depositado en dólares me devolvieron pesos, o sea la mitad de lo que
tenía. Me compré un usado y me enganché de remisero. Dieciocho horas de trabajo
y lo que sacaba -pura pérdida- me lo tragaba el auto. Lo vendí por lo que me dieron… Mi mujer iba a
eso del canje y así, por lo menos, teníamos yerba, azúcar y leche. No nos quedó ni un florero y ni hablar de
pilchas, todo se, lo tragó el canje, hasta que conseguí instalarme en la
estación a vender facturas, una factura de mierda, la verdad, pero los negros
la compran. Están acostumbrados a comer
mierda desde siempre. Tuve que arreglar con la cana, eso sí. Y se llevan la
parte del león, ¿ sabés? Los hijos de puta viven de chuparte la sangre… pero
vos ¿en qué andás, eh?
Carlitos
sentía que el sol le derretía la nuca y quería salir disparado. Pero Bustos
lo tenía ahí, clavado, mirándolo
con un resentimiento asesino y no podía escapar. Parecía un pájaro hipnotizado
por una serpiente.
-Y
bueno, balbució. –Yo vendo cepillos circulares para pulidoras. Laburo con mi
suegro y vamos tirando, che. No te creas
que no son duras las cosas también para nosotros.
-¿Te
das cuenta que aquí hay que hacer la revolución? ¿Te das cuenta que no podemos
seguir así? Agarró a Carlitos por el
cuello, casi sin darse cuenta. –Viejo,
aquí hay que empezar a matar ratas, esos que la levantaron con pala. Nosotros siempre fuimos los giles…Y ahora los
negros cortan rutas. ¿A quién joden? A
algunos burguesitos que no pueden pasar con sus autos, los mismos que gritaban “piquete y cacerolas
la lucha es una sola”. Pero ahora los piqueteros son “esos negros de mierda que
cortan las rutas”. ¿Te das cuenta? Los
mierdas de la clase media son así, como vos, que ahora corren alrededor de un
parque y hacen una religión de la buena salú…para lo que les sirve…
-Che
viejo, contestó Carlitos, amoscado. –Yo laburo, no le robo a nadie.
Pero
sos un individualista de mierda. ¿O qué
sos? ¿ Un revolucionario? Yo estoy en el MTO viejo… ¿ Y vos qué hacés?
-No joder a nadie, como vos. Sos un resentido. ¿O qué te creés?
-
La revolución la hacemos los resentidos, los que no nos conformamoscon ésta
mierda.
-Bueno,
yo me estoy derritiendo. Me voy a dar un baño porque tengo que trabajar, y vos
andá a venderle facturas a los negros.
-No,
tengo una piba que me atiende el puesto.
Le pago con facturas. Yo estoy
para otras cosas, viejo…
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