Santa Cristina, su Bosque y yo Raúl García Samartín
Abro
mis ventanas y el bello paisaje de la Ensenada de San Simón, en la ría de Vigo,
me adelanta una perspectiva optimista. Estamos en el mes de Marzo y luego de
cuatro interminables meses de lluvia, en Santa Cristina tenemos un día soleado,
las sonrisas y los proyectos renacen.
Decido
salir a caminar por Magarella en dirección a la ría rodeado por los montes y el
bosque, pero a los cincuenta metros pienso que es una buena oportunidad para
escribir sobre este bello lugar, así que doy la vuelta hacia la casa y recojo
mi tablet junto con una libreta y un bolígrafo. La tablet porque es el lenguaje
que hablan mis hijos y mis nietos y la libreta con el bolígrafo porque son mi
plan B, nunca fallan.
Ahora
sí, estoy listo para disfrutar del paseo, camino por la vera del bosque que
circunda nuestra casa y cruzo el puente que esta sobre la autopista que va a
Vigo, mi familia suele decir que la construcción mató muchas costumbres en
nombre de un futuro que se resiste a dar lo que prometió. En diez minutos
abandono el cemento urbano para adentrarme en el bosque usando un sendero de
tierra que me lleva hasta uno de los tantos desvíos que baja en dirección de la
ría. Estos pasajes entre la espesura del bosque fueron diseñados, pisada tras
pisada, por los habituales transeúntes y marcados por el paso del tiempo. Hay
que moverse con cuidado porque la pendiente es pronunciada y la huella para
transitar no tiene más de medio metro de ancho, todo el trayecto está cubierto
por una mullida alfombra de hojarasca, ramas pequeñas y arbustos sobrevivientes
y las ramas van arañando mi ropa mientras mi cara las esquivan. Aunque parezca
complicado el descenso resulta divertido.
Al
llegar a un claro, el verde dominante permite que se asomen otros colores, el
marrón terroso, los grises rocosos y los lunares amarillentos del sol que se
cuela a través del follaje, también noto
que distingo los colores de las flores silvestres cuando forman grupos o reparo
en ellas. En esta época del año predominan las flores amarillas que sobresalen
de las colonias de tréboles, parecen mantas cubriendo las raíces de los altos
eucaliptos. Son colores en la paleta de la naturaleza, una artista que pinta
con un arte inigualable. Me siento vivo y gratificado, todos los problemas
cotidianos van quedando relegados hasta desaparecer, el azul del agua aparece
ante mi.
Al
llegar a la orilla de la ría escojo un sitio que me permita sentarme protegido
del sol y el viento, y lo consigo a solo dos metros del agua, un lugar solo
posible en los sueños y en los libros. El recibimiento es musical, las olas
rompiendo casi en mis pies, el viento meciéndolo todo y los pájaros cambiando
mensajes, una melodía que sirve de fondo al paisaje. Es imposible no sentirse
feliz y en armonía con el entorno. No importan la ubicación ni la posición,
esté donde esté, el murmullo del agua, los sonidos del viento y el canto de los
pájaros siempre vendrán a buscarme y me envolverán en su encanto. He conseguido
evadirme, estoy en el vientre de mi bosque rodeado de agua que me arrulla.
No
sé si cerré los ojos para disfrutar o la calma me adormeció pero al despertarme
y levantar la vista encontré dos ojos enormes, verdes y luminosos, que me
miraban fijamente, no me sobresalté ni sentí miedo porque transmitían
tranquilidad, solo estaba interesado en encontrar su cuerpo, calculé que los
ojos estarían a vente metros del suelo, casi entre las copas de los árboles, pero
no distinguía nada más. Solo dos ojos entre los árboles. No importa hacía donde
me moviera y mirara, nuestras miradas siempre estaban enfrentadas.
De
pronto, como si leyera mis pensamientos, me dijo:
-No
te preocupes en buscar mi figura, yo trataré de explicarte-
-¿Pero
cómo es que adivinaste mis intenciones? ¿Es que acaso puedes leer la mente?-
-Y
que me dices de la gente que se preocupa y que lucha por un mundo mejor, tu
discurso invita al escepticismo, no me gusta-
-Pues
no me extraña que no te guste, y no pretendo que te guste, para los humanos la
tolerancia convive con el gusto particular. Si alguien no piensa igual es un
extraño, casi un enemigo. Las diferencias marcan la ley universal de la
naturaleza, no se vive para lograr la uniformidad solo se sobrevive, y si
tenemos que cambiar, cambiamos.
Lo
seres humanos quisieran ser más naturales pero no pueden, sencillamente les
resulta imposible, lo que ustedes llaman desarrollo está sustentado en unas
necesidades y ambiciones creadas imposibles de lograr. Hay millones de árboles,
millones de especies pero todos somos arboles, los humanos aun integrados
pelean para mantener las diferencias, el lenguaje enmascara y engaña
imposibilitando que las ideas sean hechos-
-Mira
ojos, te pareces a un profeta que cree ser dios. Todos sabemos, y tu más que
nadie, los estragos que hace la naturaleza cuando se descontrola-
-Ves
al final terminas hablando y juzgando a partir de las leyes humanas. De qué
control hablas, la naturaleza hace su trabajo de la manera que siempre lo hizo,
si analizas los fenómenos naturales todos obedecen a una necesidad de causa y
efecto sin la cual la vida en la tierra sería imposible. El control de algo
natural no modificará su esencia, simplemente dará lugar a otro fenómeno
natural que para los humanos suele ser peor que lo controlado-
-Carajo
ojos, ¿sabes qué?, pienso que esta es una charla sin sentido, de que vale que
te hable de la gente que sufre, de la que lucha, de la que cree que un mundo
mejor es posible, es en vano, tú serás natural pero eres un fatalista que no
aportas ninguna esperanza, no eres la tolerancia como dices, para mi eres la
resignación-
-Sí,
tienes razón, como tú lo planteas es verdad, para la cultura de los humanos la
naturaleza y sus dictados hablan de un fatalismo evolucionista y una
resignación de siglos para que ello se produzca. En cambio vuestro movimiento esta propulsado
por vuestras diferencias y llegan a la bomba atómica para dirimirlas, parece
monstruoso, pero los Tsunami también nacen del movimiento que genera energías.
La diferencia estriba en que en la naturaleza no hay una lucha, no hay ninguna
intención de transcendencia o de sometimiento, no hay verdades ni mentiras,
solo causas y efectos-
-Mierda
ojos!!! Ya aburres con tanta causa y efecto, vaya descubrimiento el tuyo, te adelanto
que por él no te darán el Pulitzer. Es sencillo de entender, nosotros tenemos
raciocinio y la naturaleza carece de ella. Aun equivocados, violentos y
depredadores somos los animales más poderosos del planeta-
-Ves,
tú mismo respondes a los interrogantes, como ya te planteé anteriormente
vuestra necesidad de trascendencia los enfrenta a todo. El ser humano es
diferente, pues a ti tampoco te darán ningún premio, todos en el planeta somos
diferentes, pero esa diferencia no los hace más inteligentes ni superiores como
ustedes creen y pregonan, hay miles de cosas que los humanos aun no dominan ni
saben cómo funcionan y la mayoría de sus descubrimientos los han copiado de la
naturaleza y se siguen inspirando en ella. Ustedes pecan de soberbios, si se
miraran desde afuera de vuestro ego verían que no son ni mejores ni peores,
simplemente siguen los dictados de la evolución. No sé si serán los artífices
de su propia destrucción, como aseguran algunos teóricos, pero si eso ocurriera
sería un efecto imposible de evitar. El desarrollo de vuestro cerebro los lleva
a crear y destruir, y nada puede detener
ese proceso, hacemos lo que nos dicta nuestro desarrollo, nuestra evolución,
pasará lo que tenga que pasar y creo que no es un drama salvo que pensemos que
podemos ser eternos-
-Mira
ojos, conversar contigo no me resulto agradable, eres pesimista y negativo. Tus
argumentos parecen extraídos de una arenga en un mitin de la derecha ultra
conservadora. Tú pretendes que piense que las guerras, la maldad y la falta de
escrúpulos no son un problema, que es igual lo que hagamos porque todo tendrá
un fin que escapará a nuestros deseos y esperanzas. Pues no, seguiré teniendo
fe en las utopías, seguiré luchando por los ideales que me permitan ser optimista.
Quiero ser feliz. Sigo sin entender por
qué te has comunicado conmigo-
Fue
terminar de decir la última palabra y me sentí flotar en lo alto, entre las
copas de los árboles y a medida que abría mis ojos iba descendiendo.
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