sábado, 16 de mayo de 2015

Marta Becker



¡QUÉ HISTORIA!  Marta Becker

Esta historia comienza por el final. Porque el final soy yo, un cuerpo muerto tirado sobre una vereda del barrio de Villa Urquiza.
Me descubrieron unos muchachos que pasaban por allí camino al trabajo. Al rato me vi rodeado de la policía, numerosos periodistas y los curiosos de siempre.
¿Quién será? oí que decían, ya que hurgaron en mis bolsillos y no encontraron ningún documento o papel que me identificara. Me sentí mal, un NN, a pesar de tener una historia y una larga trayectoria.
Nadie pudo aportar nada, hasta que un fotógrafo recién llegado de un canal de televisión exclamó ¡Pero si es Alfredo Sanz Escalada, el poderoso industrial metalúrgico!, lo conozco de sacarle muchas fotos durante diversas manifestaciones y huelgas!. Ah, por fin alguien me conocía, me volvió el alma al cuerpo. Mi yo y mi otro yo que contemplaba la escena se tranquilizaron.
¿Qué habrá pasado? Seguro lo mataron, pero por qué, preguntaban todos, mientras los forenses rastrillaban la zona y sacaban fotos del cuerpo desde todos los ángulos.
Comenzaron las divagaciones en torno a la situación. Seguro fueron sicarios enviados por el opositor que tiene en el gremio,  dijeron los hombres de prensa. No, se trata de un crimen pasional -tal vez un hombre engañado- decían las vecinas presentes porque resultaba más romántico, mientras la policía preguntaba si alguien había visto u oído algo con la intención de descubrir un punto inicial del hecho.
¿Necios, ciegos, no se dan cuenta que estoy de a pie, que me falta el coche con las respectivas llaves? No se preguntan qué hago en este barrio, que no es la zona de mi casa ni de mi fábrica, que tengo dos balazos encima por resistirme al asalto, que me sacaron todo y me dejaron tirado como un perro. El hecho es tan sencillo como difícil se les hace creer en un delito común, sólo quieren armar una historia.
Y efectivamente la arman. Soy tapa de todos los diarios, desmenuzan mi vida desde mi infancia hasta el día de hoy, cuando a la mañana me despedí de mi esposa para salir camino al aeropuerto, porque tenía un viaje de negocios.
Sacó pasaje para Panamá, no se sabe con qué propósito -decía la prensa- tampoco se sabe qué llevaba consigo –agregaban-. ¿Tendrá una cuenta secreta allí? ¿Visitará a una amante? ¿Qué sabe y no dice la esposa?
Increíble. Me convertí en un hombre popular cuya vida estaba rodeada de misterios que nadie podía descifrar y yo mismo desconocía, mientras mi honorable mujer me lloraba y no podía agregar nada jugoso a los hechos.
Se lleva el secreto a la tumba –decían los titulares- otro caso sin resolver por la policía.
Los dos ladrones del automóvil se ríen mientras leen los diarios y toman tranquilos una cerveza.

                             

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