Dirás que
son árboles viejos…que su corteza no permanece. Se caen y doblan de a poco. Se
secan al sol en una espera sin sentido, en el ocaso implacable de sus vidas.
Podrás pensar que son como hojas que en el otoño amarillan, marchitan y otras
cosas que no quiero decir.
Y ellos
lo hacen, es cierto, frente a nuestras narices, aventuran la última posibilidad
en las postas de los hospitales, donde se están apagando de a cuatro por semana
y contando…
En
nuestros barrios, solos (qué pocos saludos tienen los viejos!)…
En alguna
pieza al fondo, muy al fondo de la casa de sus hijos, duermen sus tristezas, se
relegan a la incomprensión, se confinan a la vida sin razón. Hemos internado en
el patio trasero a la edad de la supuesta serenidad.
Dirás que
la cordura no es precisamente su fiel compañera…que sus historias cansadas y
repetidas hasta fastidiar los corazones, ya no puedes ni quieres escuchar…
Sector
vejado por nuestra sociedad, casi parias sin derechos, que suplican los pesos
de la jubilación, para pasar un día más.
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