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CELIA ELENA MARTÍNEZ
Simplemente te amo Celia Elena Martínez
Se
conocieron en el baile del club Wanders, el Arnoldo tenía 30 años y la Zunilda
tan solo 15. El noviazgo transcurrió dando vueltas a la plaza los domingos.
Noviaron
un año y se casaron simplemente, con poco festejo del civil a la Iglesia y un almuerzo
en familia como todos los fines de semana ..
La
Zunilda había soñado con un vestido blanco y una fiesta en el club, pero no fue
así, tampoco hubo luna de miel. La madre le dijo:-leés demasiado a esa Corín Tellado, vo-
Durmieron
en la cama que había comprado el Arnoldo en lo Igoa, usaron el dormitorio de
los padres del novio, la casa era en el medio del campo.
El
Arnoldo esa noche estaba apurado, apenas le había robado unos besos al volver
de la plaza. La Zunilda cerraba su boca. Él fue quien le enseñó de a poco como
hacerlo, ella se iba toda mojada a su casa y no entendía mucho, en cambio el
Arnoldo después de dejarla pasaba por las casas del viejo prostíbulo antes de
volver al campo.
Esa noche
la poseyó con rudeza, con las caricias de manos duras y grandes, la tocaba en las
partes más íntimas y ella sintió que cosas raras le ocurrían, algo que nunca
había sentido, estaba aturdida pero se quedó quieta, sin saber que hacer hasta
que ambos terminaron tendidos en la cama Ella había sentido una rara sensación
de enajenación y él después de un prolongado jadeo dio un aullido final antes
de dejarla allí extendida y se quedó dormido con un rictus de placidez. Ella se
sentía sucia, mojada tuvo que salir al patio para ir al baño, allí se lavó y se
puso la ropa que el Arnoldo prácticamente le había arrancado. Se fue a la cama,
sintió los fuertes ronquidos de su marido y se quedó dormida. Antes del
amanecer sintió que El Arnoldo se levantaba, rápidamente lo hizo ella y
fue a lavarse y vestirse, salió a la galería y fue a preparar el desayuno
para su compañero, quiso darle el beso de los buenos días que él hosco
respondió seco, los besos apasionados sólo eran momentos antes de hacer el
amor, ella intentó acariciarlo y él pasó su tosca mano apenas por su mejilla.
Nada era como había leído en las novelas de amor.
Al medio
día tenía la comida preparada esperando la llegada del Arnoldo. Después la llevaba
a la pieza a dormir la siesta y nuevamente comenzaba a besarla con esos besos
interminables donde metía su lengua en la boca de la niña inexperta. Durmieron.
Ella lo acariciaba, mientras él descansaba, realmente lo amaba. A la hora él se
levantaba y le decía que se quedara un rato más, volvería a la bajada del sol
le decía, ella entonces le pedía un beso, él respondía a su requerimiento haciéndolo
en la mejilla con su cara curtida por el sol, y rozaba con sus manos duras
llenas de callos ella a su vez con sus manitas pequeñas tocaba esa cara
besándolo con ternura tratando de llegar a sus labios.
La
Zunilda al poco tiempo quedó embarazada. Una noche sintió fuertes dolores, pero
no hubo tiempo de llevarla al hospital.
El Arnoldo fue a buscar a “la doña” que se encargaba de estos menesteres y le
dijo -esperame que ya vuelvo-. Cuando llegaron estaba toda transpirada gritando
de dolor. Hizo un gran esfuerzo hasta que el niño nació, pero la Zunilda tenía
mucha fiebre, comenzó a sangrar demasiado
fue en es momento que “la doña” dijo -hay que llevarla enseguidita al
hospital-. Cuando llegó había perdido mucha sangre, murió ante la desesperación
de Arnoldo que comenzó a llorar desesperadamente, nadie podía calmarlo.
Ya en la
funeraria, cuando estaba fría y rígida,
él tomó el cuerpo pálido de la Zunilda, la abrazó con fuerza besó los labios
fríos, y le dijo en un susurro -te amo, mi querida-
1 comentario:
Triste belleza. Dulce relato de un amor que murió esperando lo que llegó con su muerte.
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