lunes, 6 de diciembre de 2010

NEGRO HERNÁNDEZ


¡QUÉ LINDA ESTÁS ESTA NOCHE!

De pronto dos parejas entraron al café por la puerta de la esquina. Ya los había visto estacionar sus lujosos autos y cruzar la calle, creo que eran un audi y un beeme -sé tan poco de marcas-. Dejé de escribir en mi libreta de apuntes y me puse a campanearlos discretamente. Eran jóvenes y atractivos, diría que las mujeres eran hermosas, de esas que lo obligan a uno detenerse en la calle para dejarlas pasar y mirarlas. Si el Gordo no se hubiera ido hace 5 minutos habría dicho: "Que par de yeguas", y eso que a él le gustaban más rellenitas.
Llevaban puestos finos vestidos de fiesta muy sobrios con los hombros descubiertos, y mostraban discretas joyas en el cuello y los brazos pero de ningún modo pasaban desapercibidas. ¡Al fin unas minas sin pantalones!, pensé.
Los tipos traían unos trajes oscuros tizados, bien elegantes y lucían sendas corbatas de seda natural. Parecían modelos con la piel tostada en alguna cama solar o pintada con esas tinturas que se usan ahora, no tenían pinta de extranjeros.
Eran bichos raros para el Tres Amigos, ese café de Barracas que es mi hogar, mi estudio y mi lugar de pertenencia desde que Marta se fue. Gente demasiado finucha para el lugar, me dije, aunque últimamente con la movida cultural del barrio habían crecido con las visitas de turistas y excéntricos del barrio Norte y la Recoleta.
Se sentaron a la mesa junto al gran ventanal por donde entra la luna y estalla contra el espejo de las botellas de alcohol colgadas detrás del mostrador. Ellas reían moviendo sus cabezas casi rubias y ellos contestaban con ademanes suaves haciendo girar sus muñecas dejando ver los puños de sus camisas abrochados con gemelos de oro. Por la hora, cerca de la medianoche, no me quedaba claro si iban o venían de su destino, pero era evidente que se divertían y lo seguirían haciendo durante toda la noche.
El gallego se acercó a la mesa y tomó el pedido. Al regresar pasó a mi lado y me hizo un gesto como diciendo ¿quiénes carajo son éstos?. Y volvió con una cuba con hielo y una botella de champagne para servir las copas. Uno de ellos, el más alto, propuso un brindis y brindaron con esas sonrisas publicitarias.
Yo seguía observándolos con curiosidad, acá hay una historia para un cuento, pensé, y anoté unas palabras en mi libreta de apuntes: a) hacen como si amaran pero sólo se quieren a sí mismos. b) parecieran que las parejas no coinciden.
Entonces se escuchó sonar un celular y el hombre del traje gris topo saco de su bolsillo interior y se puso a charlar como si fuera algo importante. Su amiga, entonces tomó el suyo y por el movimiento de sus dedos rápidos supuse que estaba enviando un mensaje de texto. El otro hombre miró a su compañera, y después de su aprobación, ambos desenfundaron sus respectivos móviles y se pusieron a conversar animadamente con alguien, seguramente, como ellos.
En un momento dado, los cuatro simultáneamente, escribían mensajes cada uno concentrado en su aparato. ¿Qué será tan importante para dejar de disfrutar juntos de una velada?, me pregunté. Quizá la compulsión de alguna gente en el uso de la nueva tecnología podría ser una explicación. Están comunicándose entre ellos para decidir qué van a hacer cuando salgan del café, se me ocurrió; pero allí no había una historia para contar. La verdadera historia imaginada era más interesante y más perversa.
Uno de los tipos le escribe a la mujer del otro:
-¡Qué linda estás esta noche!
-Vos también, y te pusiste la corbata que te regalé.
-Tengo ganas de comerte a besos preciosa.
-Pará, a ver si se dan cuenta.
La otra mujer le envía un mensaje al otro hombre:
-¡No soporto verte al lado de esa mina!
-Y yo sufro pensando que te acostás con él.
-No me mires así que me derrito...
Cerré mi libreta de notas, saludé al Gallego y salí del café con la cabeza puesta en el cuento. Miré por última vez a mis protagonistas que seguían mensajeándose, y caminé hasta mi casa en esa noche primaveral de Barracas con el recuerdo de Marta rompiéndome el corazón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

QUÉ MINÓN!!! NEGRO...