EL PRIMO
Me llevaba cuatro años. Lo veía en casa del abuelo, los días de la sagrada reunión familiar de cada semana. Esa vez en particular llegamos mas temprano y mientras todos se saludaban, corrí al patio trasero en busca del baúl con libros. Allí estaba mi primo dándole una clase magistral a su medio hermano sobre como cortar las patas a un pajarito. Quedé dura, lo mire y le pedí que lo soltara pero esa formula que tantas veces me resulto esta vez fue inútil. En su mano el bulto de plumas tenia los ojitos abiertos, las patitas apoyadas en una piedra, en la otra mano sujetaba algo cortante deslizándolo con saña y satisfacción. Hasta sonreía y solo parecía faltarle la cola y los cuernos. Desde que sus padres se habían separado estaba hecho un diablo y nadie podía con él.
Recordaba vagamente que antes jugábamos mucho. A brincar, a correr, a escondernos. Una vez nos escondimos debajo de la mesa, un tablón larguísimo cubierto con diferentes manteles blancos que casi llegaban al piso. Nos mirábamos y nos tentábamos de risa, conteniéndola para que no nos descubriesen. Pero mamá me encontró y me sacó de un tirón de abajo de la mesa, gritándole a mi primo una palabra que entonces yo no comprendía y nunca más nos dejaron jugar juntos. Yo lo quería pero todavía me duele el recuerdo de aquel pájaro.
2 comentarios:
Un texto intenso, muy fuerte.
Gracias Susana y Carlos.
Un saludo cordial
Analía
Aprecio mucho tu comentario Analía.
Gracias Carlos por brindarme tu espacio.
Con afecto
Susana
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