ASÍ LO CONTÓ MATÍAS
El primero que lo escuchó, dijo que era como un galimatías, que quien lo expresaba lo hacía en un lenguaje oscuro, cerrado y difícil de entender, como si fuera un juego.
Se apuró a emitir el juicio equivocado y presumido, sin saber que quien hablaba, no fácilmente, era un discapacitado motriz. Por lo tanto, su forma de decir era difícil de entender normalmente. Parecía un trabalenguas.
Poco a poco, prestando mucha atención, supimos que el joven era Matías. Él confiaba un testimonio personal de oración y fe. Era una vivencia de su espíritu. Rezaba siempre a su manera y tenía gran devoción por la Virgen. Una noche se le apareció a oscuras y pudo adivinar su cara, de espaldas a un sol radiante que la iluminaba. Siguió contando que le abrió su corazón y ella le abrió los brazos, desplegando su manto y lo cubrió con el velo. Siguió diciendo que lo tocó en una mano y eso fue para él como si le abriera el picaporte de su corazón.
Sintió que, al abrirse, salía un arc o iris de colores en medio de su noche, que le daba calor y alegría. Le parecía que no pertenecía más a él mismo y fuera todo de María, que le hablaba y susurraba cosas, sin hacer diferencias por su discapacidad. Ese de la visita fue el día más espiritual de su vida porque se le inundó el espíritu que se escapaba por los poros del cuerpo. Sudor y lágrimas de alegría.
No fue un galimatías. Fueron palabras difíciles para entender a Matías en su discapacidad, que lo contaba hablando con dificultad. Convenció a todos que la discapacidad evidente, tenía una capacidad especial en su interior.
El primero que lo escuchó, dijo que era como un galimatías, que quien lo expresaba lo hacía en un lenguaje oscuro, cerrado y difícil de entender, como si fuera un juego.
Se apuró a emitir el juicio equivocado y presumido, sin saber que quien hablaba, no fácilmente, era un discapacitado motriz. Por lo tanto, su forma de decir era difícil de entender normalmente. Parecía un trabalenguas.
Poco a poco, prestando mucha atención, supimos que el joven era Matías. Él confiaba un testimonio personal de oración y fe. Era una vivencia de su espíritu. Rezaba siempre a su manera y tenía gran devoción por la Virgen. Una noche se le apareció a oscuras y pudo adivinar su cara, de espaldas a un sol radiante que la iluminaba. Siguió contando que le abrió su corazón y ella le abrió los brazos, desplegando su manto y lo cubrió con el velo. Siguió diciendo que lo tocó en una mano y eso fue para él como si le abriera el picaporte de su corazón.
Sintió que, al abrirse, salía un arc o iris de colores en medio de su noche, que le daba calor y alegría. Le parecía que no pertenecía más a él mismo y fuera todo de María, que le hablaba y susurraba cosas, sin hacer diferencias por su discapacidad. Ese de la visita fue el día más espiritual de su vida porque se le inundó el espíritu que se escapaba por los poros del cuerpo. Sudor y lágrimas de alegría.
No fue un galimatías. Fueron palabras difíciles para entender a Matías en su discapacidad, que lo contaba hablando con dificultad. Convenció a todos que la discapacidad evidente, tenía una capacidad especial en su interior.
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