INFIDELIDAD
La seguridad de que había más de una mujer detrás de la infinidad gris que formaba una telaraña mental, me produjo noches de insomnio y alteraciones en mi conducta habitual.
En tiempos de borrascas, cuando tuvimos que caminar por los trapecios, lo acompañé siempre.
No tuve la menor sospecha hasta ese día en que me dijo que iría al torneo de ajedrez con Iván, su mejor amigo. Esa noche, la esposa me telefoneó para decirme que Iván quería saber la dirección de aquel hotel en Alta Gracia.
-¿Dónde está tu marido?
-Aquí. A mi lado. ¿Pasa algo?
-No. Mañana te daré los datos que necesitan.
Recordé aquella noche, en la cual atribuyó su retraso al mal estado del motor del coche. Las mujeres conducimos, pero no entendemos sobre mecánica.
Me contemplé en el espejo. Rastros del paso inexorable, terco, impiadoso del tiempo, aumentaron mi zozobra interior. El cristal tiene voz propia. "No, no son más silenciosos los espejos".
Llamé a Patricia porque me conoce bien. Ella cuenta en su haber con cuatro divorcios.
Conoce muy bien el temperamento del hombre. Es codiciada por un empresario en este momento. Ella juega con él. Sabe que es muy atractiva. Tiene 40 años, pero parece 25.
Domina la magia de los cosméticos con absoluta precisión.
Patricia me llevó en su auto a una confitería ubicada en Rivadavia y Medrano.
-Es mejor que los niños no escuchen. Llamá a tu mamá.
No me fue fácil. Era la época de los campeonatos de bridge en una casa de un Country en Pilar. Finalmente, los dejé en el club.
-Sospecho que Adrián me engaña.
-Todas las mujeres pasan por ese estadio. Es como una pandemia.
-Es indiferente a la ropa que uso.
-Tenés que ser más independiente. No necesitás su aprobación.
-No tenemos momentos de intimidad.
-Trabaja mucho, su tarea es demandante. Además, la rutina desgasta. Como me sucedió a mí. Sorpréndelo con tu imaginación.
-Sé que no estoy como antes. Él tampoco. Años atrás, sus ojos de miel, de lejanas colmenas, me miraban con deseo.
-Es momentáneo. Siempre te hacés problemas por naderías.
-Quiero consultar con un terapeuta.
-No, es un error. Vas a quedar sujeta. Una vez que estés en trance hipnótico no vas a poder dejarlo.
-¿Cuál es tu consejo?
-Si seguís así, te vas a estrellar contra los arrecifes que vos misma armaste.
Adrián me abandonó a las pocas semanas. Empecé trámites de divorcio. Llama de vez en cuando para hablar con los chicos.
Le dijo al juez que la remuneración de sus actividades laborales, no le permiten pasarme una suma potable para mis necesidades.
Tomé fotos de obras importantes donde está su nombre como arquitecto. No me sirvieron.
Me aceptaron para trabajar como camarera en un salón de té en Puerto Madero. Me tuvieron piedad. Soy la mayor de todas. Aún recuerdo el inglés de Miss Taylor. Eso me ayuda.
Un día nefasto, impreso como rémoras en una ballena, me acerqué a tomar el pedido de una pareja, junto a la ventana que da sobre la calle Alicia M. de Justo. Patricia me pidió un cortado.
La seguridad de que había más de una mujer detrás de la infinidad gris que formaba una telaraña mental, me produjo noches de insomnio y alteraciones en mi conducta habitual.
En tiempos de borrascas, cuando tuvimos que caminar por los trapecios, lo acompañé siempre.
No tuve la menor sospecha hasta ese día en que me dijo que iría al torneo de ajedrez con Iván, su mejor amigo. Esa noche, la esposa me telefoneó para decirme que Iván quería saber la dirección de aquel hotel en Alta Gracia.
-¿Dónde está tu marido?
-Aquí. A mi lado. ¿Pasa algo?
-No. Mañana te daré los datos que necesitan.
Recordé aquella noche, en la cual atribuyó su retraso al mal estado del motor del coche. Las mujeres conducimos, pero no entendemos sobre mecánica.
Me contemplé en el espejo. Rastros del paso inexorable, terco, impiadoso del tiempo, aumentaron mi zozobra interior. El cristal tiene voz propia. "No, no son más silenciosos los espejos".
Llamé a Patricia porque me conoce bien. Ella cuenta en su haber con cuatro divorcios.
Conoce muy bien el temperamento del hombre. Es codiciada por un empresario en este momento. Ella juega con él. Sabe que es muy atractiva. Tiene 40 años, pero parece 25.
Domina la magia de los cosméticos con absoluta precisión.
Patricia me llevó en su auto a una confitería ubicada en Rivadavia y Medrano.
-Es mejor que los niños no escuchen. Llamá a tu mamá.
No me fue fácil. Era la época de los campeonatos de bridge en una casa de un Country en Pilar. Finalmente, los dejé en el club.
-Sospecho que Adrián me engaña.
-Todas las mujeres pasan por ese estadio. Es como una pandemia.
-Es indiferente a la ropa que uso.
-Tenés que ser más independiente. No necesitás su aprobación.
-No tenemos momentos de intimidad.
-Trabaja mucho, su tarea es demandante. Además, la rutina desgasta. Como me sucedió a mí. Sorpréndelo con tu imaginación.
-Sé que no estoy como antes. Él tampoco. Años atrás, sus ojos de miel, de lejanas colmenas, me miraban con deseo.
-Es momentáneo. Siempre te hacés problemas por naderías.
-Quiero consultar con un terapeuta.
-No, es un error. Vas a quedar sujeta. Una vez que estés en trance hipnótico no vas a poder dejarlo.
-¿Cuál es tu consejo?
-Si seguís así, te vas a estrellar contra los arrecifes que vos misma armaste.
Adrián me abandonó a las pocas semanas. Empecé trámites de divorcio. Llama de vez en cuando para hablar con los chicos.
Le dijo al juez que la remuneración de sus actividades laborales, no le permiten pasarme una suma potable para mis necesidades.
Tomé fotos de obras importantes donde está su nombre como arquitecto. No me sirvieron.
Me aceptaron para trabajar como camarera en un salón de té en Puerto Madero. Me tuvieron piedad. Soy la mayor de todas. Aún recuerdo el inglés de Miss Taylor. Eso me ayuda.
Un día nefasto, impreso como rémoras en una ballena, me acerqué a tomar el pedido de una pareja, junto a la ventana que da sobre la calle Alicia M. de Justo. Patricia me pidió un cortado.
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