UN AÑO DIFÍCIL
Para todos fue un año difícil, para ti, el más difícil tal vez.
En él fracasó, acaso, todo lo que esperaste; quizás te trajo necesidades y preocupaciones que no habías imaginado.
Puede que te haya arrebatado, además, el bienestar y la paz de tu hogar… que hayas perdido amigos y que otros se hayan transformado en enemigos; que te haya hecho vacilar tu fe en los hombres y te haya desviado de tu camino…
Quizás la muerte te arrebató a tus seres más queridos y tal vez hayas sido blanco del desprecio y la maledicencia de muchos.
Sin embargo, no te despidas del año con resentimiento.
Debes sobreponerte y luchar con él como el patriarca de las escrituras que luchando con el ángel le arrancó la bendición.
Encárate con él y no le pongas mala cara.
Cada año que se nos va, no sólo nos ha permitido adquirir nuevas experiencias sino que nos impulsó a profundizar más nuestra intimidad.
Nos conduce a la eternidad y debe madurarnos para ella.
Madurar significa soportar la luz del sol, la lluvia y la tormenta de la vida… progresar hacia el interior del ser.
Conviene que lo sepas y lo medites; apártate del tumulto mundano, sube a la montaña, desnuda tu alma, proyecta tus pensamientos más puros, invoca al Absoluto y luego reconcíliate con el año.
No olvides que lo primario es la gratitud.
En todas las tribulaciones pasadas, la Presencia Divina ha estado siempre a tu lado ayudándote cuando menos lo esperabas.
Si vuelves atentamente la mirada hacia el año que pasó, comprenderás cosas que entonces no entendiste, de la misma forma que mirando largamente el cielo se descubren una a una las estrellas, donde antes había oscuridad.
Para todos fue un año difícil, para ti, el más difícil tal vez.
En él fracasó, acaso, todo lo que esperaste; quizás te trajo necesidades y preocupaciones que no habías imaginado.
Puede que te haya arrebatado, además, el bienestar y la paz de tu hogar… que hayas perdido amigos y que otros se hayan transformado en enemigos; que te haya hecho vacilar tu fe en los hombres y te haya desviado de tu camino…
Quizás la muerte te arrebató a tus seres más queridos y tal vez hayas sido blanco del desprecio y la maledicencia de muchos.
Sin embargo, no te despidas del año con resentimiento.
Debes sobreponerte y luchar con él como el patriarca de las escrituras que luchando con el ángel le arrancó la bendición.
Encárate con él y no le pongas mala cara.
Cada año que se nos va, no sólo nos ha permitido adquirir nuevas experiencias sino que nos impulsó a profundizar más nuestra intimidad.
Nos conduce a la eternidad y debe madurarnos para ella.
Madurar significa soportar la luz del sol, la lluvia y la tormenta de la vida… progresar hacia el interior del ser.
Conviene que lo sepas y lo medites; apártate del tumulto mundano, sube a la montaña, desnuda tu alma, proyecta tus pensamientos más puros, invoca al Absoluto y luego reconcíliate con el año.
No olvides que lo primario es la gratitud.
En todas las tribulaciones pasadas, la Presencia Divina ha estado siempre a tu lado ayudándote cuando menos lo esperabas.
Si vuelves atentamente la mirada hacia el año que pasó, comprenderás cosas que entonces no entendiste, de la misma forma que mirando largamente el cielo se descubren una a una las estrellas, donde antes había oscuridad.
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