EL SEÑOR DANIEL
Teresa Godoy
Era
muy tarde. Noche oscura. Luna llena. El hombre, agotado del trajín de toda una
dura jornada de trabajo, tan particular y cansadora, miró en el tablero el
horario del tren que saliera primero. Su cuerpo necesitaba acurrucarse en cualquier asiento que le deje apoyar cómodamente
toda su humanidad y poder descansar, ese
era su único fin en ese momento. Habían sido varias semanas agotadoras. El
trayecto a su hogar sería largo, arrancaría desde la salida de todos los
trenes. El de su horario elegido, partiría desde la plataforma diez y nueve a
las 0 horas y su llegada… la terminal del ferrocarril. Por casi treinta
estaciones pasaría la formación y en todas subirían más pasajeros y pocos
bajarían. Derrotado el hombre, inclinó la cabeza sobre la ventanilla y se quedó
dormido al instante. Llegó la hora de partir, el silbato del guarda anunció que
se cerraban las puertas, en escasos segundos los motores comenzaron a
escucharse y a una nueva señal, el motorman comienza la travesía. El hombre ni
cuenta que se dio. Ni el movimiento del tren, ni el viento que golpeaba en su cara
lo despertaban, estaba inmutable. Su consciencia ya estaba en otro nivel, sólo
sintió que algo le rozaba su rostro; de pronto se vio tirado en la calle y lo
despabiló un perrito que le pasaba la lengua por su cara, es que al tocarse, su
mano quedó manchada con sangre. Se
levanta como puede y ve que lejos tirada está su mochila con su guardapolvo, no
sabe si recogerlos, pues ya les pesaba demasiado y empieza a caminar. Ve calles
desiertas, pero a lo lejos algo se mueve, quiere acercarse y sigue caminando
casi arrastrando su bolso de cuero.
-¿Qué
raro?, dice, son animales que van y vienen como dueños del lugar.
Con
mucho esfuerzo trata de apurar el paso. Mira para todos lados,
-¡Los
negocios tienen sus persianas cerradas y más allá duermen unos ciervos!. Busca
un hospital para curar su herida. No hay medios de transporte ni personas
caminando. La ciudad está desierta. A lo lejos se destaca un edificio alto y
grande, pero no alcanza a ver que dice en el cartel que está arriba de sus
puertas que parece que también están cerradas. Ya está cerca y lee:
-“Hospital
Central de Agudos”.
Llega,
hay una rampa pero sube por sus tres
largos escalones con dificultad, al pisar el último, las puertas se abren. Hay
muchos doctores y enfermeras con barbijos y guantes. Se acerca a la mesa de
admisión dónde la secretaria con cara de cansada, también con barbijo y guantes
de látex, le pregunta:
-¿Qué hace?, ¡no puede estar aquí!
-¡Pero si estoy lastimado!
-Eso no es nada, pero llamaré a una enfermera
y después de limpiarle la herida, le va a tomar la fiebre.
-¿Pero
para qué me va a tomar la fiebre?
-Es
lo más importante en este momento.
¡Dígame su nombre para darle el ingreso, por favor!.
-Daniel
López
-¿Domicilio?
-No,…
no lo recuerdo,… si no sé ni dónde estoy!
-En
un hospital señor Daniel!
-Señor…señor…
-¿Qué
le pasa, señor?
-¡Algo
no me suena!
Como
el señor Daniel no tiene fiebre lo despiden.
-¡Vaya
a su casa y ahí se queda!
Él
sale del Hospital y le parece reconocer algo, cree que ya estuvo en ese lugar,
pero empieza a caminar. Solo en las calles hay animales saltando libres copando
la ciudad.
-Ya
caminé demasiado. Mi cuerpo y mis ojos decaen, pero algo me dice que hay que
seguir.
Hay
un puesto de diarios, pero nadie lo atiende, él toma un diario y aunque ve algo
borroso, mira la fecha y lee:
-“2
de abril…… ¡terminó la guerra!...... ¡pero sigue la lucha!....”
Sigue
caminando, el señor Daniel, hasta atravesar una barrera que no distingue de qué
se trata.
Y
observa que todo ha cambiado. Queda perplejo..
-Las
veredas no están más vacías, mucha gente está adornando sus ventanas y balcones
con bonitos carteles de colores, son arco iris, ¿qué representarán?. Los
árboles tienen copas inmensas y sus
hojas muy verdes, algunos están llenos de flores, hay paraísos, ceibos, eucaliptos
y muchos pinos, cantidad de pájaros trinando cruzan el cielo limpio y sereno.
Un
golpecito en el hombro lo hace despertar,…- ¿Qué?... ¿qué día es? El guarda
le responde: -Doctor, es 12 de abril y el recorrido llegó a su fin.
Medio pegado al asiento trata de levantarse y toma su maletín. Se escucha mucha
gente gritando y aplaudiendo.
-Pero,
¿qué dicen todos?
La
televisión del último andén está prendida y está el Presidente hablando y al
lado de él están los de todas las ideas políticas, todos juntos y en el graf
muy grande decía: ULTIMO MOMENTO, LA CUARENTENA HA TERMINADO, ESTÁN TODOS
CURADOS Y TODA LA SOCIEDAD TRIUNFÓ.
Cuando
reconocieron al Doctor en la última estación, todos lo aplaudieron y lo abrazaron
emocionados.
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