REFLEJOS AMARILLOS
SOBRE EL TECLADO
Graciela María Casartelli
Hoy volví
sobre las teclas de mi piano.
Mediaron
varios años de silencio.
La
resonancia muda y el canto apagado.
Los dedos
temblorosos y la contrición agradecida por haber salvado mi dedo anular tras
aquel accidente. Ése que ocurrió en octubre del año pasado en un lugar de mi
pequeña mansión. En realidad, un sencillo hogar; cuando se cerró la puerta de
la cochera por la fuerza del viento mientras intentaba abrirla; incrustándose la mano derecha entre las bisagras de las dos hojas que le servían de cierre.
Una
vivienda, sentida como la fortaleza creada por mis esperanzas e ilusiones; negadas
para mi existencia. Se trataba quizás, del destino de simples sueños mundanos;
a través de los cuales el ego exponía “bijouterie” fantasiosa, de quimeras imposibles
para mí.
Hoy, con
los ojos cerrados frente al mismo piano, en la nueva casa de alquiler temporario,
interpreté como pude, aquel antiguo vals: “Desde el alma”… Melodía plasmada por
mi madre; con partitura ante los ojos.
Pensar
que en este día, apenas asomo las notas merced a un oído especial para la
música. Extraña capacidad; pero no talentosa para lo que el mundo valora como
arte. Esto es, ajustarse a las pautas de la música escrita sobre un pentagrama.
De mi
parte, juego con acordes danzantes en mi mente desde corta edad, armonizados
por intuición; pero sin la maestría requerida al ajuste de las partituras.
Mi
interpretación es algo muy suave; así como suena una lira delicada en manos de
un principiante joven y, doy gracias a Dios, porque de esa manera mi corazón se
transporta a un mundo, en el que fui; o también seré.
De ese
modo también extraño, apareció tu mirada y la expresión de tu rostro en mi
mente; con un cúmulo de recuerdos encontrados, teñidos de emociones famélicas
por el desgaste de los años. Y sólo a modo de una presencia fantasma, habitando
los huecos creados por el vacío del otro, horadados por el paso del tiempo.
Porque,
aún algo de fuerza vital se expande en mi sangre y en mis músculos, negándose
tozudamente a envejecer; mientras la realidad me devuelve en el espejo, una
imagen endurecida y tosca.
No
obstante, tu recuerdo se asió a una lágrima tonta, que no supo dónde
esconderse.
Reencontrarme
con ese instrumento… Parte fundamental de toda mi vida.
Recuerdo
los infantiles golpes con torpeza sobre las teclas; los intentos fallidos en el
Conservatorio de Música durante la niñez temprana y la expresión forjada de
sentimientos inexplicables, que a modo de hilo de agua marcada por el declive
desde la vertiente, bulleron denunciantes de los caminos sinuosos de un
confundido corazón, lleno de historias siempre truncas.
Este
reencuentro después de tanto tiempo, inicia algo que desconozco; muy mío. Muy
de este tiempo, de hojas amarillas abandonadas desde los árboles, danzando
sobre el teclado…
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