Cuando ella lo miró supo...
Silvia Bennoun
Estaba
sentada en un bar de la calle principal de la ciudad de Mar del Plata. Miraba pasar una multitud a través del vidrio
que daba a la av. San Martín.
Con una
taza de café en la mano y un lápiz en la otra, tratando de beber y dibujar al
mismo tiempo.
De
pronto, cayó en la cuenta que hacía
justo un año que no lo veía. La sorpresa hizo que suelte la taza y esta cayó al costado de la mesa y en su trayecto se
cristalizó por un momento, estrellándose luego, sin calcular las consecuencias
del drama que se desató en aquel entonces.
Mira a su
costado y lo vio a él, secándose con varias servilletas su ropa manchada, y en
ese momento ella supo lo que había sucedido.
Tenía pocos años y un bebé.
Su vecino
de mesa se acercó y comenzó a hablarle reprochándole su descuido. Ella volvió su cara, no lo escuchaba, pero reconoció en sus ojos lo mismo que ella
sintió cuando dijo basta.
Siguió
dibujando, sorda a ese hombre que seguía gesticulando al lado suyo.
Termino
de dibujar, se levantó y sin decir palabra, salió del bar caminando lentamente
hacia el mar, cargando en sus jóvenes hombros una historia que la doblaba.
Iba por
la rambla. El sol brillaba ardiente
sobre su cabeza, el viento hacía que su rubia cabellera tape su cara. Volvió a
su memoria el coche patinando, daba vueltas y vueltas en esa calle mojada por
la lluvia torrencial de ese enero caluroso.
Las imágenes, aparecían las imágenes donde se veía gritándole " para para" nos vamos a matar.
El bebé
lloraba descontroladamente en la sillita de atrás. El auto frenó por la mano de Dios.
Bajó,
agarró a su bebé en brazos y sin mirar para atrás comenzó a caminar por las
calles que la llevaban a su casa, con el mismo llanto y el mismo desamparo que
su hijo.
Llegó
rápidamente y llamó a su amiga contándole la historia que pondría fin a esa
relación de maltratos y adicciones.
Al día
siguiente él volvió en busca de perdón.
Ella, habiendo pasado toda la noche despierta mirando las sábanas de
colores de la cuna, le dijo no.
Amanecía
y se sentía el olor a pan recién horneado de la panadería de la esquina.
No,
repitió. Los golpes en sus brazos, las
manos lastimadas, los ojos gastados de tanto llanto, hablaron.
No,
volvió a repetir, mientras empujaba con
sus últimas fuerzas el cuerpo de ese hombre, de ese desconocido que lastimó su
corta vida sin piedad.
Cerró la
puerta y respiró profundamente.
Entre
lágrimas tranquilas, volvió a rememorar ese momento. Y frente al mar después de un año, en el amanecer más
bello de un día cualquiera de la ciudad de mar del plata, supo que nunca lo amó
No estoy
segura de que yo exista. Comenzó a dibujar sintiéndose nada.
Miraba a
la cansada calle atestada de gente por todos lados. Seguía sintiéndose nada. El
saber que nunca lo amó, que todo lo que vivieron era nada.
Dio
vuelta su cara , ahora mirando nuevamente a ese mar que con el reflejo del sol
contenía todos los colores más bellos y comenzó a soñar. Su mente se separó de
su cuerpo. Ella mirándolo lo vio dibujar
formas en el aire.
Levantó
arena con sus manos y entre sus dedos las dejaba caer de a poco brillantes, lentamente hasta formar una línea en el borde del mar.
Sus
brazos en movimientos amplios atraían el viento hacia ella.
Escribió
su nombre en el aire, en la arena y en el cielo. Y todo atraía a su cuerpo con
movimientos suaves, hasta llenarse de
todo.
De la
nada despertó. Su hijo lloró buscando ese abrazo. Él la hacía estar ahí, dejar de ser nada, para arroparlo, para cuidarlo, para hacerlo dormir con su
cabecita apoyada en su hombro y en sus pechos.
No estoy
segura que yo exista, repitió. Aunque a
veces la vida nos cambia los planes, hay que bailar y confiar, pensó.
Miró
hacia atrás por última vez
Comenzó a
dibujar sintiéndose nada.
Miraba a
la cansada calle atestada de gente por todos lados. Seguía sintiéndose nada. El
saber que nunca lo amó, que todo lo que vivieron era nada.
Dio
vuelta su cara, ahora mirando nuevamente a ese mar que con el reflejo del sol
contenía todos los colores más bellos y comenzó a soñar. Su mente se separó de
su cuerpo. Ella mirándolo lo vio dibujar
formas en el aire.
Levantó
arena con sus manos y entre sus dedos las dejaba caer de a poco brillantes, lentamente hasta formar una línea en el borde del mar.
Sus
brazos en movimientos amplios atraían el viento hacia ella.
Escribió
su nombre en el aire, en la arena y en el cielo. Y todo atraía a su cuerpo con
movimientos suaves, hasta llenarse de
todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario