jueves, 29 de agosto de 2019

Jenara García Martín



                                            VIVIR SENTENCIADA   
Jenara García Martín

Cuando el silencio nocturno llegó al Sanatorio, Dolly ya estaba preparada para encontrarse con Flavio en el lugar  que ella eligió como el más discreto para huir con el coche sin ser descubiertos. Su único equipaje era una maleta chica. Al pronto Flavio se sorprendió. Era lógico, la vestimenta no era la de costumbre y también se había cubierto la cabeza con una boina, a efectos evitar  pudieran reconocerla por el color del cabello, y por precaución, sin prender el motor del auto., lo deslizaron por la cuesta  hasta el llano donde se encontraba la ruta principal para llegar a la población más cercana del valle. Flavio conducía rápido, dejando atrás las montañas que habían separado a Dolly  del mundo, durante más de cuatro años. Una vez en el valle, tampoco se detuvieron en el pueblo, no querían llamar la atención., pues sabían que en el momento que se descubriera la ausencia de Dolly, prepararían un operativo en su búsqueda. La primera parada la hicieron en un restaurante en la carretera. Al detenerse, Flavio le dijo “aquí vamos a comer algo”. Fueron las primeras palabras desde que habían dejado el sanatorio y  Dolly  lo aprobó con un gesto de satisfacción. Era la primera noche de libertad. ¡Al fin habían huido!. Pero aún sentía miedo. Este pensamiento le oprimía la garganta y continuaba en silencio. Sólo Flavio se bajó del auto, y decidió comprar algo para comer mientras viajaban.

-¿Ya te encuentras sin temores, Dolly? –se animó a preguntar Flavio, al regreso.

-Hasta que no pasemos la frontera y pisemos tierra italiana, no me sentiré segura, Flavio. Perdón por mi silencio. Es que pienso que el viento lleve el eco de mis palabras hasta la montaña y puedan seguirnos.

-No pienses en eso. Disfruta del paisaje nocturno. Es una noche mágica, llena de estrellas, que nos van iluminando el camino.

-Tienes razón Flavio. Es una noche maravillosa y tengo que darte las gracias, por arriesgarte a sacarme del encierro en que vivía. Ahora ya no me importa el día que me llegue el final. No sacarán mi cadáver por la puerta de atrás y me llevarán en el trineo fúnebre. Yo siempre he tenido  miedo a las noches, sabes. Sentía opresión en el pecho. Manos de sombras que oprimían mi garganta. Una soledad insoportable. Ruidos por los pasillos y me dormía con la luz prendida. Pero por las mañanas me la encontraba apagada. La vigilancia nocturna, se encargaba de que todo estuviera en la profunda obscuridad.

-Pero ahora tienes motivos para disfrutar de esta luminosa noche. Pronto .llegaremos a la Estación  y cambiaremos de medio de locomoción –comentó Flavio.

En efecto, las palabras se convirtieron en acción. En la Estación, Flavio cargó el coche en uno de los vagones de mercancías y ellos se acomodaron en un coche de pasajeros, hasta llegar al próximo apeadero. Cuando bajaron del tren, una llovizna les sorprendió y Dolly quiso sentirla en su cuerpo, extendiendo los brazos fuera del techo del andén que la protegía, nada recomendable para su enfermedad, mientras esperaba a Flavio que se acercara con el coche. Flavio que la observó se bajó del auto urgente, con una prenda de abrigo y cubriéndola la obligó a ubicarse dentro del coche,  reprochándola su actitud.

-¿Cómo se queda expuesta bajo la lluvia?  ¿No comprende que es perjudiciable para su salud?

-Sí. Lo sé. Pero hace mucho tiempo que  no había visto llover. Compréndame. -Y sus párpados se humedecieron por unas leves lágrimas, semejantes a las gotas de la lluvia que les acompañaba.

-La comprendo. Y desde hace más de cuatro años que no había estado aquí abajo. ¿Verdad?

-Cierto. En este momento, es como si volviese a nacer.

-Pero igualmente tiene que cuidarse y seguir las indicaciones de los especialistas. Espero que habrá traído los medicamentos.

-Sí, Flavio. Y me cuidaré...

-En el próximo campamento de montaña que haya alojamiento disponible pasaremos la noche y para despistar tomaremos sólo una habitación. Creo que no se sentirá incómoda. Yo dormiré en algún sillón, pues serán pocas horas, puesto que reiniciaremos el viaje en cuanto amanezca. 

-Lo que Usted disponga Flavio –respondió Dolly. Aún no habían tomado confianza para el trato.

A pocos kilómetros en la ruta hacia la montaña encontraron una zona urbanizada, poblada de  cómodas cabañas en la base turística de esquí y se detuvieron teniendo en cuanta lo que habían conversado. Encontraron el alojamiento que buscaban, y para más comodidad  con dos camas. Lugar para reservar el auto por unas horas y cargar combustible. Pidieron algo de cenar a la habitación con reserva para seguir viaje. se cambiaron de ropa para dormir. Sólo se despojaron de las prendas de abrigo.

De este modo cuando les despertó el teléfono se las pusieron de nuevo y buscaron el auto, y de vuelta a la carretera buscando la ruta que les llevara hacia el lago de Como, zona fronteriza con Italia. Con el idioma

Con la indicación de que les despertaran a las cinco de la mañana. Para no desperdiciar el tiempo, ni siquiera no tenían ningún problema, dado que en Suiza hablan,  además de alemán, el francés, el italiano, y también el inglés y ellos dominaban el francés y el italiano, y Flavio también el inglés.

Flavio – de origen italiano- tenía antecedentes del paso fronterizo, puesto que al ser zona turística era de lo más concurrida  y no pedían documentación. Pasarían como una pareja de turistas más. Pero también era más lento, puesto que al final del día  los trabajadores, la cruzaban para ir a sus respectivos domicilios. Tanto de Italia a Suiza, como de Suiza a Italia. Analizando tal situación, esperaron a cruzarla por la noche.  Sin ningún problema pisaron territorio italiano. Estaban a salvo. Dolly se largó a llorar respirando tranquila. Flavio la observó sin hacer ningún comentario.

 Con la indicación de que les despertaran a las cinco de la mañana. Para no desperdiciar el tiempo, ni siquiera no tenían ningún problema, dado que en Suiza hablan,  además de alemán, el francés, el italiano, y también el inglés y ellos dominaban el francés y el italiano, y Flavio también el inglés.

Flavio –de origen italiano- tenía antecedentes del paso fronterizo, puesto que al ser zona turística era de lo más concurrida  y no pedían documentación. Pasarían como una pareja de turistas más. Pero también era más lento, puesto que al final del día  los trabajadores, la cruzaban para ir a sus respectivos domicilios. Tanto de Italia a Suiza, como de Suiza a Italia. Analizando tal situación, esperaron a cruzarla por la noche.  Sin ningún problema pisaron territorio italiano. Estaban a salvo. Dolly se largó a llorar respirando tranquila. Flavio la observó sin hacer ningún comentario.

- Ya no tengo miedo, Flavio. Ahora tú elegirás la ruta que mejor te parezca para llegar a Roma.

Flavio conocía bastante las vías de comunicación,  y decidió elegir rutas rápidas y  descasando siempre en paradores  de zonas de turismo, tanto por los restaurantes como por el alojamiento. Y también pensó, sin comentarlo con Dolly, que, como en el sanatorio conocían  la existencia de su tío en Roma, podían haberse puesto en contacto con él y sorprenderles.  Tenían que se precavidos. Y por fin, llegaron a destino.

- Dolly. Ya estamos en Roma. ¿Recuerdas la dirección de tu tío?

- No,  Flavio. Cuando nos separaron de mis padres en Francia, durante la invasión Nazi, mi tío  se trasladó, lo antes que le fue posible, aquí, con las dos, protegiéndonos.  Mas ya habíamos contraído esta maldita “peste” y debió internarnos en un sanatorio para el tratamiento indicado, del cual mi hermana salió en un ataúd. Así que ante tal desgracia, aconsejado por los especialistas,  me trasladó al de Suiza, donde tú me conociste, porque decían que era lo mejor que había para el tratamiento de esta enfermedad.  Tal situación no me dio lugar a conocer prácticamente, ni la ubicación de su domicilio, pero tengo el teléfono, así que le llamemos Yo estoy nerviosa, ¿quieres hacerlo tú? – y le facilitó el número a Flavio, obteniendo del otro lado respuesta, preguntando ¿quién habla? Y le pasó el auricular a Dolly.

- Hola tío Urbano, soy Dolly, su sobrina. No se sorprenda. Estoy en Roma, con un amigo  que sigue para París  y pude salir del sanatorio con él para llegar a reunirme contigo. Dime tu dirección, pues mi amigo tiene coche y me puede acercar.

- Dolly, ¿En serio eres mi sobrina? ¿Ya estás curada?  Del sanatorio preguntaron por ti y me rogaron les avisara si tomabas contacto conmigo, puesto que tu salud es muy delicada…y…-Dolly no le dejó continuar…

- No,  tío. No lo hagas.  Por favor.  Espera que hablemos, -le suplicó desesperada.-  Dame tu dirección. Te necesito. –Se la proporcionó  y Flavio la llevó con su tío, quien les recibió con mucho afecto y le hizo pasar. Preocupado les pidió le dijeran por qué había salido Dolly sin permiso.

Dolly se lo explicó, a su manera. Que fue la visita de Flavio al sanatorio, la oportunidad que  necesitaba para salir de ese infierno y ella le convenció.  En esos momentos,  Dolly no tenía aspecto de estar enferma. La libertad la había devuelto  hasta  un semblante  saludable.

-Yo me siento bien, tío. Allá en el sanatorio, entre los enfermos te sientes igual que ellos y yo estoy con un diagnóstico de plena recuperación. Tengo una medicación para erradicar la enfermedad definitivamente. Te ruego no les llames y si ellos lo hacen no les des la dirección, y niega que me has visto.

- Usted Flavio, ¿qué opina?

Flavio se convirtió en cómplice  de Dolly  y le confirmó  que su estado de salud era tal cual ella le había explicado.  Y que la convivencia con los otros enfermos en el sanatorio, la deprimían y no era aconsejable, puesto que está en el camino de su recuperación definitiva. Y que a pesar de  no estar dada de alta,  viendo el diagnóstico, había aceptado sacarla de allí.  El tío aceptó confiado las palabras de Flavio y llegó el momento de despedirse. Ambos se abrazaron emocionados: Dolly le dijo:- “Muchas gracias por todo, Flavio. ¿ Nos volveremos a ver.”?

-Por supuesto que sí, Dolly. Te lo prometo. No te olvidaré. Mi profesión me traerá a correr algún circuito a Italia y nos encontraremos.

El tío Urbano,  se había casado hacía unos tres años y por supuesto que Dolly no lo sabía, así que cuando llegó de la calle  María Celia –esposa del tío Urbano- la sorpresa fue indescriptible. Pero ambas en ese momento se conectaron con sincero sentimiento. Y al presentarlas se abrazaron. El matrimonio no tenía hijos. María  Celia comprendiendo el cansancio del viaje tan agobiante, cogió la maleta y  la acompañó al dormitorio de invitados, manifestándola que todo lo que necesitara  no dejara de pedírselo, y que la avisaría cuando la cena estuviera lista. Cenaron en total ambiente familiar, tratando de conocer algo de la vida de casado de su tío  y Dolly repitiendo detalles del estado de su salud  como se lo había relatado a su tío, para que la esposa tuviera conocimiento. Es que el  semblante no reflejaba la enfermedad que padecía. La libertad la había provocado también, ese cambio.

Dolly no se  sentía  enferma. Disfrutaba de todo  (…). Y se lo debía a la actitud de Flavio. Ya comenzó a extrañar su compañía. La vida, desde que huyó del sanatorio de la montaña la hizo cambiar hasta de carácter. Al lado de Flavio se volvió obediente. De trato Agradable. Sensata…Ya no era la joven rebelde  e impulsiva que él había él conocido en el Sanatorio .  Ahora comenzaba un ritmo  de vida diferente.

Desde que  sus tíos se movilizaban en la mañana, ella tenía que adaptarse al sistema de vida que ellos llevaban.  Su tío trabajaba en Oficinas de un Organismo Oficial y su horario  era de ocho a catorce horas, así que por las tardes tenía libre. La trataban con si fuera una hija, y su estado de salud mejoraba. Tanto es así que sus tíos accedieron llevarla a conocer Venecia, dado que les había dicho la ilusión que tenía, pues Flavio la había comentado cómo eran los canales y los “gondoleros” símbolo del romanticismo veneciano y hasta del Puente de Los Suspiros, y de las bellezas arquitectónicas –de épocas recientes y milenarias (…) Dolly era feliz. Hasta alquilaron una góndola  y dieron el paseo por el canal, pasando por debajo del Puente de los Suspiros, circunstancia que le hizo extrañar la compañía de Flavio y sintió que era más que agradecimiento  lo que hacía recordarle.  Su corazón latía de otra manera cuando le traía a su mente.  Sus tíos también se encontraban satisfechos con el paseo, al observar que  ella  lo había disfrutado. Y para que todo fuera  completo, cuando llegaron a casa, sonó la campanilla del teléfono. Atendió el tío y era Flavio que quería saludar a Dolly. La emoción no se puede describir con palabras. Flavio la comentó de su triunfo en Mónaco y que estaba previsto  que en un mes correría un circuito en Italia y se encontrarían.

-Te estaré esperando. Soy feliz, pero te extraño –Le contestó emocionada.

-Yo pasaré a buscarte. Te quiero Dolly –y cortaron la comunicación.

Para Dolly fueron las palabras más bonitas que había escuchado en toda su existencia. En ese momento no era ella. Se quedó paralizada por ese: “Te quiero Dolly” Su tía se acercó y sin palabras supo que la preguntaba el por qué de esa actitud. Se lo dijo y su tía  la abrazó felicitándola por la noticia. También su tío la felicitó.

Pero al día siguiente, Dolly, amaneció con fiebre y debieron llamar a un médico especialista, que ya conocían. El resultado del reconocimiento no fue de lo más satisfactorio. Pidió al tío que la llevara al Sanatorio, donde el atendía para hacerle un estudio completo del estado en que se encontraba la enfermedad. El paseo por el Canal no había sido lo más recomendable, pues la enfermedad había avanzado y ella, lo disimulaba tomando doble dosis de medicamentos. Les recomendaron internarla para un tratamiento más intensivo. La fiebre la desapareció, pero antes del mes tuvo una recaída.  Lo más grave que podía pasarle: Una tos intensa y con marcas de sangre en el pañuelo, cuando lo debía utilizar.  Su estado general ya fue deteriorándose y ella supo que llegaba el final, mas a sus tíos les dijo que sabía que ese día iba a llegar, pero  había logrado que no fuera allá en el sanatorio de la montaña.

-Yo estoy preparada. Conocía mi precario estado de salud  Cuando llegue el momento, no os quiero ver llorar. Quiero que me perdonéis  por no haberos dicho la verdad, pero he sido feliz  a vuestro lado. ..Sólo pensar que os entregarán  mi  cadáver como lo que soy, como un ser humano y  en un ataúd de madera, me da tranquilidad y lo que os pido es  que me enterréis en la misma tumba de mi hermana.  Pensad que por eso huí. Para que mi cadáver no lo sacaran por la puerta de atrás y en la noche, y me llevaran a enterrar… envuelta en una sábana y en un móvil -tipo trineo, tirado …por el en..terrador…

Los tíos la escuchaban en silencio, sin poder reaccionar, al verla con un semblante tranquilo y expresándose con coherencia, a pesar que ya se la veía cansada y no respiraba con normalidad. Pero tenían  que demostrar serenidad. Ya tendrían tiempo de  llorar el dolor de su ausencia física.

-Sabes lo que te pido tío, una hoja de papel …y una pluma. Quiero escribir… una carta de despedida a Flavio. Cunado venga a bus…carme, se la entregarás. Gracias a él,…  me voy de este mundo ….”feliz…”

-Si, querida, ya le digo a la tía que te lo traiga esta misma tarde.

Así se despidió Dolly de Flavio. Su estado ya la había debilitado y era notable

“Querido Flavio: En esta líneas estoy yo, que Te quiero” …es mi corazón que te da las gracias por haberme sacado de aquel infierno. Desde que pisé el territorio italiano te dije que volvía a nacer, y ha sido cierto. He vivido, casi dos meses ¿verdad? … He sido feliz, Flavio,… recuér..dalo siempre y gracias a ti.Mis  tíos han cui…dado de mí con mucho cariño y paseé en las… góndolas del canal de Venecia y pensé que remabas conmigo… No olvidé que me dijiste que ese paseo era…” el símbolo del Amor”. Me voy de este mundo por la puerta grande, no por la de atrás. ... . Los dos sabíamos que mi final estaba cerca.  No puedo  es…perarte…Lo siento… Te quiero… 

                                                                                                                      Dolly



No hay comentarios: