jueves, 29 de agosto de 2019

María Monserrat



                                                        Retrato al lápiz   
María Monserrat

Tal vez fuera un vendedor; lo dejaron acercar para no perderse ningún detalle y recién cuando estaba a unos pasos de la puerta llamaron a la madre.
Ante las cinco mujeres apiñadas abrió la maleta con gesto teatral y fue admitido.
Sonrió a las muchachas; sus dientes brillaron bajo un espeso y corto bigote. La madre miraba tenazmente las ampliaciones al lápiz y las muestras de marcos dorados. Lo más interesante eran los originales, pequeñas y desvanecidas fotografías al lado de grandes y trabajosos cuadros.
-Un retrato de alguna de las señoritas? Quedaría muy bien en esta pared.
Había una pared, blanca, desnuda.
Para las tímidas muchachas aquello era como un galanteo. De pronto la madre fue a un mueble y buscó en un cajón; entonces enmudecieron y bajaron las cabezas, condolidas.
-Un retratito? A ver, señora…
Una criatura de meses asomaba de un fondo amarillento.
-Muy bien, muy bien… Una de las señoritas cuando chica?
Hubo un retroceso en el grupo, quizás hasta un gemido. La madre irguiéndose al decirle:
-Es el varoncito que se me murió.
El hombre sostuvo el retrato ante la luz. Las mujeres estaban pendientes. Porque se veía que él pensaba algo más.
-Y si hiciéramos otra cosa?
La curiosidad dolía ya como el presentimiento de algo muy grande.
-Un retrato de mocito, entienden?
Enseguida entendieron. Sólo una de ellas preguntó:
-Y eso…. se acostumbra?
-Muy a menudo, señorita. Es un consuelo para muchas madres. Nuestros artistas se basan en los rasgos verdaderos, los desarrollan hasta que resulta la fisonomía exacta que hubiera tenido… ahora, por ejemplo…
-Cumpliría veintidós años este mes…
Las manos secas de la madre tenían un temblor. Se envuelven pudorosas en el delantal negro.
-Si mamá…Háganlo de mocito…, -piden las hijas.
Y él, acicatea el entusiasmo.
-Pueden elegir el traje, la corbata, el peinado…
-Tenía el pelo crespo, verdad mamá?
-Se le hará…
Tomaba ya nota de todo.
Cuatro muchachas visten al hermano mozo, lo peinan a la moda, le ponen una flor en el ojal y un libro en la mano.
-Este trabajo sale un poco más caro..Nuestros artistas…
La madre, vencida en su severidad, su rigor de muchos años, permite que hablen sus hijas y hasta que una de ellas vaya a buscar el dinero para la seña. Cuando el hombre hace desaparecer el retratito dentro de la maleta, dice:
-Cuídenlo. Es el único que tengo.
Un gesto tranquilizador. La casa es responsable.
Lo acompañan voces que revolotean como pájaros a su alrededor. callan de pronto al cerrarse la puerta.
La madre se aprieta el corazón frente a la pared blanca y desnuda de la sala.


No hay comentarios: