Retrato al lápiz
María Monserrat
Tal
vez fuera un vendedor; lo dejaron acercar para no perderse ningún detalle y
recién cuando estaba a unos pasos de la puerta llamaron a la madre.
Ante
las cinco mujeres apiñadas abrió la maleta con gesto teatral y fue admitido.
Sonrió
a las muchachas; sus dientes brillaron bajo un espeso y corto bigote. La madre
miraba tenazmente las ampliaciones al lápiz y las muestras de marcos dorados.
Lo más interesante eran los originales, pequeñas y desvanecidas fotografías al
lado de grandes y trabajosos cuadros.
-Un
retrato de alguna de las señoritas? Quedaría muy bien en esta pared.
Había
una pared, blanca, desnuda.
Para
las tímidas muchachas aquello era como un galanteo. De pronto la madre fue a un
mueble y buscó en un cajón; entonces enmudecieron y bajaron las cabezas, condolidas.
-Un
retratito? A ver, señora…
Una
criatura de meses asomaba de un fondo amarillento.
-Muy
bien, muy bien… Una de las señoritas cuando chica?
Hubo
un retroceso en el grupo, quizás hasta un gemido. La madre irguiéndose al
decirle:
-Es
el varoncito que se me murió.
El
hombre sostuvo el retrato ante la luz. Las mujeres estaban pendientes. Porque
se veía que él pensaba algo más.
-Y
si hiciéramos otra cosa?
La
curiosidad dolía ya como el presentimiento de algo muy grande.
-Un
retrato de mocito, entienden?
Enseguida
entendieron. Sólo una de ellas preguntó:
-Y
eso…. se acostumbra?
-Muy
a menudo, señorita. Es un consuelo para muchas madres. Nuestros artistas se
basan en los rasgos verdaderos, los desarrollan hasta que resulta la fisonomía
exacta que hubiera tenido… ahora, por ejemplo…
-Cumpliría
veintidós años este mes…
Las
manos secas de la madre tenían un temblor. Se envuelven pudorosas en el
delantal negro.
-Si
mamá…Háganlo de mocito…, -piden las hijas.
Y
él, acicatea el entusiasmo.
-Pueden
elegir el traje, la corbata, el peinado…
-Tenía
el pelo crespo, verdad mamá?
-Se
le hará…
Tomaba
ya nota de todo.
Cuatro
muchachas visten al hermano mozo, lo peinan a la moda, le ponen una flor en el
ojal y un libro en la mano.
-Este
trabajo sale un poco más caro..Nuestros artistas…
La
madre, vencida en su severidad, su rigor de muchos años, permite que hablen sus
hijas y hasta que una de ellas vaya a buscar el dinero para la seña. Cuando el
hombre hace desaparecer el retratito dentro de la maleta, dice:
-Cuídenlo.
Es el único que tengo.
Un
gesto tranquilizador. La casa es responsable.
Lo
acompañan voces que revolotean como pájaros a su alrededor. callan de pronto al
cerrarse la puerta.
La
madre se aprieta el corazón frente a la pared blanca y desnuda de la sala.
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