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Liria Tatiana Domínguez
En las
profundidades
Liria Tatiana Domínguez
El viajero transita por la
ruta del tiempo a una velocidad moderada en medio de la sombra de la noche;
ciega, melancólica, totalmente oscura. En las curvas cerradas solo en esas
ocasiones acelera.
Su vida
misma se ha resumido a ese monótono viaje, en su única escapatoria (confiar sus
secretos a la noche, o sino, (¿A quién más?)
A lo
largo de su trayecto continúa por la misma senda -En un viaje de contramano-
Siguiendo las mismas coordenadas.
De
pronto, le asalta la necesidad de averiguar dónde se encuentra aquella certera
dirección que otros viajeros más expertos que él le han indicado: -Para llegar,
sólo tienes que girar hacia tu izquierda. Verás un cartel que dice:“prohibido
estacionar”. Después sigues por el túnel que te conducirá hacia dos diferentes
direcciones.
El
viajero incrédulo no hizo más preguntas para escapar al ridículo y continuó su
viaje.
Largo
rato (para no decir toda su vida). Se preguntó: -¿cómo será aquel lugar? ¿Y si
sólo fuera un mito?-
Entonces,
aquel viaje no habría valido la pena. –¿Para qué tantas horas de eterna
vigilia, de duros pesares? Si mejor hubiera sido morir en el intento que
alcanzar aquella realidad imposible- El viajero reflexionó.
Percibiendo
un leve susurro en el aire, alguien le hablaba. Más cuando se dio vuelta no
vio, nada más, que un niño descalzo y hambriento. Nadie se fijaba en él, con
sus pequeñas manitos sostenía un cofre de cristal que lo cuidaba esmeradamente.
–¿Dónde
pudo encontrarlo? Es un misterio- pensó.
-Que
insignificante es la vida, que miseria y desolación de mi gente. Pero sólo
siguen caminando cada fría mañana. ¡Si algo fuera a cambiar! Si estuvieran
cerca de alcanzar aquella “felicidad” que yo desde el día en que nací voy tras
ella; un sueño imposible, una tonta fantasía-
-Dime,
niño ¿Qué vendes?-
-Vendo
sueños-
-¿Cómo?-
-Eso,
vendo sueños-
-¿Sueños?
que locura es esa-
-Existen
personas descuidan su vida, luego cuando comprenden que es tarde para reparar
los errores del pasado se sienten; desoladas, vacías, desorientadas, sin
escapatoria.
-Es
tarde, lo hecho ya está, no hay más salidas-
dicen.
Y ahí
entonces acuden a mí. Yo les vuelvo a mostrar el camino-…
Hubiera
seguido conversando con aquel extraño personaje de la carretera, pero los autos
de atrás le apuraban el paso.
En esa
confusa y misteriosa noche por primera vez sintió pánico, horror de despertar
de aquella frenética pesadilla y no encontrar a nadie más que a su compañera de
cuarto que permanecía junto a él sobre la cama muerta. (A caso él era el
culpable de su muerte).
-¿Por qué
no hubo tiempo para un adiós? ¿Por qué la velada terminó tan de prisa?-
Quizás
alguna vez él la encuentre en alguna esquina, en una equívoca dirección (el
mundo es tan grande). Entonces aquella noche seguirán siendo los mismos amantes
que una vez fueron. Antes que el destino se la arrebatara y le cobrara caro
cada uno de sus besos.
No lo dominaba ningún interés, que seguir buscando
aquella inexplorada y recóndita dirección en las profundidades de aquel abismo;
su inexperta alma de viajero.
Al llegar
al lugar en que le habían indicado. Ante su vista una vez más se presentó aquel
diminuto hombrecillo de la ruta. Que ahora lo oía decir: - Señor, ¿va a seguir
acá conversando conmigo, o va a dignarse a circular?-
-Pensé,
¡que había despertado!-
-Perdone,
del sueño de la muerte nadie puede regresar-
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