Hombre contra sí mismo
Sonia Catela
Mucha
fiebre, mi marido en llamaradas debe consultar a un doctor, pero ¿él? Andá
Simón, seguro te pegaste un virus, una infección en alguna parte de tu cuerpo.
Tosés demasiado.
Pero
este hombre, que se rige por su propia Constitución personal, rechaza mi
sugerencia violatoria de su carta magna: Mirá si yo, justamente, me voy a poner
en manos de los médicos y la industria farmacéutica proveedora de venenos,
ambos socios de este multimillonario negocio en que han convertido la medicina.
Y
diagnostica: -Me curaré con ajo. El ajo mata todo, bacterias, virus, parásitos.
Pero
¿no se da cuenta que sin una receta de profesional diplomado, le van a
descontar los días que falte? ¿cómo justificará ante la empresa su no
concurrencia al trabajo?
El
escribe una carta con sus puntos de vista sobre tal ausencia, lo que
seguramente le va a costar el puesto en la compañía Bayer donde trabaja desde
hace un par de meses.
No
hay empleo que Simón pueda prolongar en el tiempo, aún de proponerse ese
objetivo.
Porque
vaya si ostenta antecedentes en su prontuario. Como cajero del Money Bank se
presentaba ante su mostrador con remeras que agitaban sus "Yankis go
home", "No son ustedes los que nos dan de comer, patrones, sino
nosotros los que llenamos sus bolsillos". "Abajo el imperialismo
yanqui". Y citado cada vez por el gerente e intimado por fin con amenaza
de despido si repetía una vez más uno de esos ultrajes, terminó cerrando la
puerta detrás de él como un triunfo.
Simón
se encoge de hombros. Se entrena en cursos diversos y ahora ha cambiado de estrategia.
En vez de exhibirse, disimula. Cada vez que puede sabotea a la empresa para la
que trabaja, pero desde el anonimato. Activa la alarma de incendio con humo de
cigarrillo y el supermercado debe evacuar a clientela y personal, lo que
representa para la empresa lo peor del horizonte: paralización de ventas
durante algunas horas. Simón se retrae, luego permanece inactivo un par de
semanas. Después vuelve a arremeter: desconfigura el sistema de internet: Inútiles , grita el gerente del hipermercado
a los encargados de la red y el equipo se vuelve loco porque ya se perdieron
las ventas de media jornada con las cajas imposibilitadas de funcionar.
Simón
brinda con un trago de tequila.
En
Maxims, otra de esas grandes empresas, llega un día y realiza su rito de la
pachamama. Según él, sigue la tradición de su abuelo coya.
Madre tierra -tiende en el suelo el manto
multicolor, altar de la ceremonia, coloca sobre él ofrentas, chicha, agua
bendita, hojas de coca, porotos. Y danza alrededor ingiriendo aloja entre velas
blancas que circundan su locura, con excrementos de vaca que él agita y convierte
en sonoridades andinas.
Escenografía
que espanta a la clientela.
Cuatro
forzudos lo transportan al sótano y lo arrojan al piso polvoriento así
"entrás en contacto directo con tu tierra".
Pero
a Simón nada lo inmuta. Sin embargo, hoy lo sacude una noticia
necrológica: Acaba de llamar tu madre,
mi querido. Ha muerto tu viejo.
El
patriarca. Dueño de un taller metalúrgico que provee de repuestos a cierta
compañía automotriz y da empleo a cien personas. Apenas cae la última palada de
tierra sobre el difunto, Simón se hace cargo. Entra en la metalúrgica con su
título de patrón colgado del pecho. Dos reflectores apuntándole el rostro.
"Vamos a poner las cosas en claro, señores -declama Simón con autoridad-,
aquí se viene a producir, en serie. Cadena que no puede ser interrumpida por
alguien que quiera rascarse los genitales. Marcaremos metas de producción.
Metas que irán superándose bimestralmente. Fichas individuales de rendimiento y
colaboración. Quien no concuerde con los nuevos procedimientos y métodos de
eficiencia, tienen la puerta abierta para marcharse".
Discursea,
de corbata y traje. Recibe los aplausos de los chupamedias devolviéndoles promesas
de recompensa.
Simón
se descascara de sus sucesivas capas, llegando a quien verdaderamente es. Simón
amo. Simón mandamás. Simón dueño y cacique.
Brazos
en alto, agradece los aplausos como general en el palco de la Rosada. Simón alzándose
en su total magnitud: patrón.
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