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Alejandro Bovino Maciel
LUPANAR EN LLAMAS
Alejandro Bovino Maciel
Cuando
Amado me contó lo del quilombo de Pedro Juan Caballero empecé a soñar, Juan
Mujica.
¿Pedro
Juan es una ciudadela en Paraguay, verdad?
Sí,
frontera seca con Brasil donde una calle de arena separa dos países.
¿Y qué
pasaba ahí, Alecito?
Uff…
Amado contaba riéndose que una tarde se incendió el quilombo de Pedro Juan y la
Madama, que era un travesti gordo y pelado llamado Mamá Jacinta que diz que
había sido querida de jeques árabes cuando vivió en Monmartre, gritaba pidiendo
socorro en medio de las llamas.
No es
para menos.
Envuelta
en gasas y plumas desde el balcón llamaba a los bomberos mientras las pupilas
arrojaban palanganadas de aguas servidas a la calle; también estaba un
periodista alcohólico al que le decían “Carroña” tratando de investigar lo que
él llamaba ‘el origen del siniestro’ mientras la policía buscaba pistas en una
pelea binacional.
¿Me estás
metiendo geopolítica en el burdel? Alejandro, presiento que este es otro de tus
fraudes.
Te juro
que no miento Juancho, según Amado en el quilombo tenían pupilas paraguayas y
brasileras pero los clientes querían excesos y las locales muy modositas no
aceptaban besos de boca ni sexo anal. Imagináte zona de frontera donde la gente
se vuelve fiera. Entran dos arrieros al prostíbulo a buscar lo que en la casa
no le dan sus mujeres. Las brasileras eran todo lujuria desenfrenada: hacían
fellatios por caridad, se rapaban el monte de Venus dejándolo tan depilado como
la testa de la matrona a la que no en vano llamaban ‘la Cantante Calva’, hacían
todo tipo de trapisondas y por sobre todo aullaban como lobas en estro con el
sexo anal. Las paraguayitas llenas de recatos no permitían besos, penetraciones
anales ni peluquerías vaginales.
Ahora
entiendo Alecito adónde lleva todo esto.
Si tu
lógica aristotélica no te falla ya te habrás dado cuenta que los servicios
extranjeros cotizaban en alza mientras las paraguayas se pasaban en huelga
tomando tereré en la puerta de sus tabucos. Las rapaices, sobre todo una que se
llamaba Melisa, no daban abasto a la clientela; en el colchón de la Melisa ya
se había formado un socavón a fuerza de hundir el cuerpo de tanto arriero que
desfilaban a toda hora a refocilar a sus anchas con la pupila. Esta Melisa y
dos colegas, una venezolana y una argentina, iban de vacaciones a Uruguayana.
No parece
un sitio turístico.
No
Juancho, qué va con tanto turismo, las ‘tres manolas’ iban al cine porno a ver
los últimos avances de la moda coyundal como quien hace una pasantía para
especializarse en técnicas eróticas.
Lo que se
dice, putas de vocación.
¡Profesas,
Juancho! Verdaderas profesionales y una de las prédicas de Melisa hincaba el
diente en esa cuestión, que las putas obligadas, aquellas depres como las
paraguayitas que recitaban a cada cliente la salmodia del “yo hago esto por
necesidad a mí co me gustaría casarme con un hombre y tener hijitos y una casa”
le sonaba tan patético como un capítulo de la Familia Ingalls. Melisa predicaba
seriedad en el negocio y asumir las obligaciones con gusto y vocación, no
buscando la compasión del prójimo en un quilombo. La rapai la tenía clara pero
una de las rencorosas guaraníes buscó el modo de malquistarla con Mamá Jacinta,
la Cantante Calva que era algo tartamuda. La pupila guaraní encendió velas y
chucherías frente a una imagen de palo, según las investigaciones del periodista
dipsómano.
¿Un
periodista metido en las intrigas quilomberas?
En Pedro
Juan Caballero el crimen ya no es noticia, Juancho. Cuando alguien estorba en
el sistema montado alrededor de la marihuana los sicarios que matan en Brasil
se cruzan al Paraguay y viceversa querido Juan Mujica, ¿entendés? mandaría una
corresponsalía desde Pedro Juan anunciando que acribillaron otro arriero en la
calle que separa los dos países? Carroña sabe bien que en Asunción eso no es
noticia pero el incendio de un quilombo
se convierte en el tema del día y más cuando el comisario, ahijado del
caudillo opositor, cierra el caso rotulándolo de “accidental”. Melisa juraba
que no se dedicaba a la macumba que apenas ofrecía frutas a Xangó los viernes y
que nada tenía que ver con gallos degollados, velas negras y santos de palo.
La
Cantante Calva lloraba viendo la quemazón de su casa y por sobre todo del
gallinero donde la doña criaba faisanes.
¿Faisanes
en Paraguay?
No te
olvides que la Cantante Calva vivió seis meses en París y desde entonces se
creía bretona en usos y costumbres Juan Mujica incrédulo. Sólo se perfumaba con
Chanel Nº 5 y tomaba agua Perrier.
¡A la
puta que era fina!
Puta
fina, bien lo has dicho. ¡Pa-pa-parece que las pu-pu-putas se me hi-hi-cieron
mo-mo-monjas!, clamaba desde el balcón la doña, tan llena de gasas, boas de
plumas y sedas que la amenaza de las llamas la sitiaba con hambre. De nuevo la
exasperación terminó en desesperación, la envidia rencorosa de las paraguayitas
desató el fuego y una vez que la fiera salió de la jaula no hubo forma de
sujetarla, ardió un depósito de camas desvencijadas que había en planta baja y
de ahí trepaban las llamas furiosas al primer piso donde estaban las
habitaciones de las pupilas, Melisa lloraba cuando Carroña la interrogaba.
¿No era
periodista?
En la
campaña las funciones son vagas, alguien le encomendó la investigación del
asunto y por una botella de cerveza Carroña es capaz de indagar al propio juez.
¿Qué
averiguó, Alecito?
Nada,
¡qué querés que descubra semejante coso! La Cantante Calva hizo una relación de
los bienes perdidos, empezando por sus faisanes totalmente carbonizados. En eso
apareció una de las locales acusando a Melisa de hacer macumba y, dijo, eso
ocasionó la furia de la Virgen que causó la fogata.
¿La Virgen
terminó implicada?, seguí, Alejandro, esto se pone bueno, ya tenemos la reyerta
de las pupilas, el reportero-fiscal, una Virgen pirómana…
No bien
la mencionaron, alguien muy oficioso fue a llamar al cura.
¡Don paí,
vaya urgente, están diciendo que la Virgencita quemó el quilombo!
¿Te das
cuenta? En cuestión de horas todo el mundo y su representación estuvo involucrado
en el caso. Ahí quería llegar, Juancho: todo está íntimamente relacionado en la
realidad en la que vivimos.
¿Cómo es
eso?
Este
asunto que empezó como una simple disputa entre putas por cuestiones de índole
comercial, rápidamente se convirtió en un caso periodístico, policial, judicial si contamos ese remedo de
juicio; después se volvió espiritual cuando interviene el cura y teológico
cuando invocan a la Virgen. Nada “pertenece a los otros” cuando se agitan las
pasiones, Juancho.
¿Cómo
terminó?
El
dipsómano le dio la vuelta de tuerca que faltaba: denunció una conspiración
opositora en la actitud del comisario reticente; en la capital se transformó en
un claro caso político.
Lo que
faltaba: del puterío volvimos a otro puterío.
No
existen hechos de una sola dimensión, Juancho. Todos los actos humanos se
parecen al dios Proteo de los griegos: tiene mil caras, mil formas que van de
una a otra gradualmente y hasta una cuestión burdelesca puede terminar en la
catedral como sucedió con el incendio.
¿Te
acordás de lo que discutíamos con Berti en la Biblioteca Mariño?
Sí, él
decía que según Proclo todas las cosas en principio fueron parte de la Unidad que
les dio origen diversificándose en la materia del Mundo.
Exacto.
Eso mismo Alecito.
El burdel
también es parte de Dios que originó todo.
Amén.
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