Partida
Fernanda Olinika
Recuerdo
que fue hace mucho tiempo unos veinticinco años tal vez. Cuando compartíamos la
mesa familiar, era el único espacio en común para unirnos.
Serio
de pocas palabras, pero si querías dejar bien claro algo, te hacías escuchar.
Ese
envoltorio no permitió ver que al
hombre cariñoso, generoso,
honesto y más mucho más. Solo con los años me di cuenta que tu forma de
demostrarlo fue la que pudiste porque nadie te ha enseñado.
Una
de las tantas anécdotas que recuerdo, pasaban los domingos de parilla y
automovilismo era la cita perfecta para la familia. Todos sentados esperando
que el parrillero reparta la porción que cada uno habíamos pedido. Ya se sabía
que él se servía su cuarto trasero y a partir de ahí nadie se cruza delante del
viejo televisor. Para mí los autos eran todos iguales, las vueltas como un
laberinto que no encuentra la salida.
Es
la foto que tengo presente como si hubiese sido ayer.
Solo
había un ganador, platos sucios, barrigas llenas y la siesta del domingo, vayan
a ser un ruido.
Después
de su descanso, tomaba su radio, se alejaba a algún lugar donde su única compañía
era el club de sus amores Independiente, el rey de copas, como le decía. Nunca
supe porque eligió amar esa camiseta. Si perdía cara de chinchudo, cosa que no
vengan las cargadas, pero si ganaba se ponía su gorrito de lana colorada y como
todo un gran vencedor a cargar al perdedor, llevaba orgulloso los colores de su
amor.
Sé
que hay muchos recuerdos más dentro mío, pero este era un clásico.
Solo
siento que te extraño y me hubiese gustado poder tomar ese vermouth que nos
prometimos.
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