Verano porteño
Carlos Margiotta
Estoy
escuchando las Cuatros Estaciones de Piazzolla mientras trato de escribir -como
hace 22 años, para Redes de Papel- y se me arruga el pecho como el bandoneón
del gran Astor Lo escuché mil veces y
cada vez suena distinto, como el verano que nos abraza sin piedad en esta
ciudad tan amada y tan ingrata a la vez, como aquella mujer que no se entrega
plenamente. Guardo para el final Adiós Nonino el tema que me hizo llorar en más
de una ocasión recordando a mi padre.
Verano
porteño. Entonces disfrutaba más de la llegada de los Reyes Magos que de Papa
Noel. Era una relación entre ellos y yo, más íntima, sin la familia alrededor,
sin cohetes, sin desmesuras. Recuerdo haber ido con mamá a la tienda Gath y
Chaves para verlos y entregarle la carta con mis deseos. La noche anterior
preparaba agua en una palangana, dejaba unos trozos de pan y pasto para los
camellos al pie de la escalera que llevaba a la terraza. Tardaba en dormirme
por la ansiedad de verlos llegar y dejar los juguetes. De los tres, el negro
Baltasar era mi preferido y el más popular entre los chicos del barrio. Yo
decía que era el Rey Mago peronista y mi madre me hacía callar porque en esa
época estaba prohibido nombrar al General.
Tema
para un cuento. Ella es una mujer muy sensual, lo muestra en sus gestos, en su
mirada, pero no se da cuenta de su atractivo. Un día conoce a un hombre que le
gusta y tiene miedo de sentir lo que siente. Oculta su pasión, controla sus
deseos, hasta que el día menos pensado…
Otoño
porteño. Con mis amigos de la infancia nos reunimos una vez por mes en La Subasta,
un lugar íntimo de Caballito. Allí disfrutamos comer una picada alrededor de la
mesa mítica del grupo “Tiempo de descuento”, así lo llamamos. Y nos sentimos
adolescentes otra vez, traviesos, irresponsables por una horas como los
personajes de Felliini en Amarcord. Somos una especie que se extingue
lentamente, pienso, mientras veo caer los valores que nos construyeron. En el
ocaso el sol todavía nos entibia la amistad, esa que muchos pagarían por
compartir con nosotros cada velada.
Otro
tema. Una madre se suicida un 31 de diciembre y cuando su hijo esta por
recibirse de médico. Él la encuentra en
la cama rodeada de pastillas. No la perdonará nunca. Encuentra una mujer que lo
amará como nunca lo imaginó. Se casan, tienen cuatro hijos y cuando el mayor se
está por recibir de médico, se suicida un 31 de diciembre.
Balada
para un loco. Ahora la letra de Ferré atraviesa mis años en la casa de la
avenida Córdoba entre Paraná y Montevideo. Enfrente vivían personalidades que
fueron o serían famosas. Paloma Efron –Blackie- donde se reunían en su petit
hotel muchos de los intelectuales de la época. Bahiano -el ex lider de los
Pericos- nieto de los dueños de la panadería Sportman de la familia Hortal. Y Carlitos, inspirador
de la famosa Balada, un loco lindo de unos 40 años, petisito y pelado que
asustaba a los que esperaban en la parada de colectivos gritándoles con
palabras desconocidas. Carlitos era el mandadero de muchos comerciantes rodando
por las calles de San Nicolás. Llevaba paquetes, traía mensajes y andaba de
aquí para allá hasta el café de Callao y Santa Fé donde paraba Horacio Ferré.
Años después supe que por un brote psicótico incendió el PH donde vivía con sus
padres ya viejitos, y nunca supe más de él.
Más
temas. Un día se encuentran en la calle después de muchos años de haber sido
amantes. Van a tomar un café y comienzan a contarse sus vidas. En la charla no
dejan de mirarse con pasión. Se toman de la mano y él le acaricia la mejilla.
Estamos de nuevo en un verdadero problema, dice ella, mientras él le acaricia
la pierna debajo de la mesa.
Invierno
porteño. Es el tema más melancólico de los cuatro. En él escuchó el duelo por
los objetos perdidos, las culpas que han
transitado mis vísceras, las confesiones, las penitencias, los perdones, los
secretos, mamá llorando en silencio o corriéndome con la zapatilla en la mano.
El
invierno es para realizar los trabajos
de reparación, meditar, pensarse, juntar fuerzas y soñar. Es la estación del
año para transformar los dolores en memorias, para llorar en frío, para
disimular daños y tratar simplemente de convertirlos en algo imposible: el
olvido.
Otro.
Son amigos virtuales a través de facebook. La relación va creciendo hasta que
deciden encontrarse. Ella vive en San Pablo –Brasil-, él en Santa Rosa -La
Pampa-. Ella tiene 25 años. Él 65. Descubren que son el uno para el otro. La
cita es Puerto Iguazú…
Primavera
porteña. El siglo XXI es el siglo de la mujer, lo veo en mis nietas, chicas con
una actitud desafiante, que te miran de frente a los ojos. Mujeres bellas,
decididas, estudiosas, trabajadoras, independientes. Ya no necesitan de un
hombre para ser madres. Y los hombres deberán renunciar a sus mandatos
masculinos si pretenden ser elegidos por
alguna de ellas. Todo renace, los proyectos, las ganas de amar y ser
amado. La luz, el aire, las flores de los árboles, el brillo en los ojos, y el
tango del maestro me lo hace sentir en la sangre. Me siento joven otra vez, sin
apuros, con la lentitud de la experiencia.
…
Verano, Otoño, Invierno, Primavera y otra vez Verano…
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