miércoles, 23 de agosto de 2017

Jenara Garcia Martin


DOS COPAS  
Jenara Garcia Martin

(síntesis de un relato de un excombatiente de la guerra de Malvinas: Durval Díaz, de Salta)
“Fue una noche fría,  típica de los inviernos salteños, allá a fines de Julio de 1.982, cuando por segunda  vez en mi vida, entraba al boliche BALDERRAMA. Si bien me gustaba el folklore, no era lo que se llama, un amante; ni siquiera sabía bailar, pero tenía otra razón para estar allí, y ni bien me ubiqué en una mesa, llegó el mozo muy solícito …muy profesional y al darme las buenas noches, me preguntó ¿Qué le sirvo?
“-Le pedí una botella de vino y dos copas, al tiempo que recostaba una silla contra la mesa, en clara señal que estaba ocupada. Observador el mozo, o tal vez sólo por decir algo, me preguntó: ¿Espera usted a alguien?
“-Sí, a alguien que nunca vendrá. El mozo me miró y acostumbrado a tratar todo tipo de clientes no le sorprendió la respuesta y se limitó al estricto  acto de atender el pedido y no sirvió  las copas.
“Yo mismo lo hice. Serví las dos copas y observándolas unos minutos, tomé una en cada mano, y  “BRINDÉ… BRINDÉ” …por la persona que no había acudido a la cita y me quedé evocando recuerdos, sin mirar el reloj... El Boliche empezó a tener el movimiento habitual: alegría, música, baile y el Espectáculo central con la presencia del SALTEÑO MOLINA: Chacarera, Zamba, Gato, Carnavalito…Yo escuchaba la música pero estaba ausente, solitario en mi mesa… Pasados unos minutos no soporté más ese ambiente y me retiré.
“LA NOCHE PARA MI, HABÍA TERMINADO. “Pasó el tiempo y recordando esa noche, pensé en cuántas historias tienen los mozos para contar, pero ese mozo, ese mozo, tendría una historia inconclusa. Conocía el comienzo: Una silla reservada  y dos copas vacías, pero nunca conocería el final.
“Me hubiera gustado volver y decirle: La primera vez que estuve aquí, hace  seis meses, me acompañaba Panfilito, compañero y gran amigo. Éramos militares, marinos para ser más exacto, con destino en Malvinas. Y nos habíamos divertido tanto aquella noche, que prometimos volver a encontrarnos en este mismo lugar en la próxima  licencia ordinaria, que sería, normalmente, en el próximo mes de Julio.
“Pero el tiempo trascurrió y los acontecimientos hacen de los hombres unas “marionetas”, a quienes les está permitido tener deseos, soñar, pero verlos cumplidos… es muy difícil para algunos…así es como yo acudí solo a la cita.
“YO ESTABA VIVO ¡VIVO!…SI ES QUE ESO ERA ESTAR VIVO. EN CAMBIO, MI AMIGO PANFILITO, NUNCA MAS TENDRIA LICENCIA ORDINARIA NI DE NINGUNA OTRA CLASE, porque era uno de los 323 argentinos que murieron en el crucero Belgrano torpedeado por los ingleses en la guerra de Malvinas.
“El Belgrano había salido de USUHAIA con 1093 tripulantes y ya estaba a 210 millas de la isla GRAN MALVINA, 55° latitud Sur. Era Domingo 2 de Mayo de 1.982, cuando el primer torpedo impactó en el centro del buque. Sin haber podido reaccionar a la tragedia que estaban viviendo, les impactó el segundo que cortó veinte metros de la proa. Era catastrófico, desesperante, el BELGRANO no se salvaba estaba herido de muerte. El Capitán, último en abandonar el buque dio la orden de evacuarlo a horas 16,23 y en quince minutos ya lo habían logrado. Todo fue rápido, y el BELGRANO DESAPARECIO DE LA SUPERFICIE EN MENOS DE UNA HORA. El mal tiempo, la turbulencia y baja temperatura de las aguas, hicieron el resto. Ayudaron a que la tragedia fuera más dramática.
“Se salvaron unos setecientos marinos…Pero en qué condiciones. Sus heridas fueron extremadamente graves y profundas, tanto físicas, como psíquicas”
Doscientos  cuerpos nunca fueron encontrados, como tampoco EL BELGRANO.
La historia le recuerda a mi amigo Panpilito como el Cabo Primero: Artillero  José Luis Ramírez,  el que faltó justificadamente a la cita.
“Yo, nunca más pisé el boliche BALDERRAMA, pero cuando paso junto a su puerta, miro hacia dentro, sin saber lo que busco”
EPÍLOGO
Esos doscientos cuerpos no rescatados siguen navegando por el mar, sin destino,  como EL BELGRANO,  esperando un refugio seguro que los acoja eternamente, pero entre las aguas, donde está su vida. Aquí, en la tierra, aunque tengan una cruz con su nombre, no podrán tener nunca una tumba con sus restos.

Si alguna vez tenemos oportunidad de arrojar una flor al mar, lo hagamos como un humilde homenaje hacia esos héroes que lucharon en la guerra por Malvinas y con seguridad que las olas, los buscarán y  la llevarán a cualquiera sea el lugar en que se encuentren…

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