martes, 18 de julio de 2017

Haide Daiban

                                               ME DIJO, LE DIJE 
Haide Daiban

Cuando nos conocimos ,él me dijo: ¡Qué ojos, me encandilan!. Te llevaría de linterna todas las noches aquí, guardada en el bolsillo del corazón.
Pensé: qué cursi y por decir algo yo le dije: Y cuando están cerrados?
El me dijo: No los abras de golpe que me matás con tus laser.
Después fui con él al cine, la tarde de Pascuas. Nos escapamos de los familiares y el encuentro se pactó tácitamente, con una mirada.
Cuando la película terminó, nos encaminamos, como siempre, al deleite de una taza de café.
Él me dijo: ¿No te excita el café?
Yo le dije: Otras cosas me excitan.
Él me dijo. ¿Cómo qué?
El casamiento se programó a gusto de los respectivos padres:  que si el centro de mesa, que si la ceremonia con alfombra blanca, que las flores, cuáles, que si invitamos a tía Zita o a Flora,(juntas jamás),que la comida (mesa fría, mesa de postres), que la orquesta…
Nos enfrentamos mesa de comedor de por medio, dos días antes del contrato que para ese entonces ya había sido revisado, retocado y casi anulado y no puedo olvidar lo que
Él me dijo: Bueno, de hoy en más seremos uno,(eso espero agregó con un dejo de duda)
Yo le dije: Espero que seamos dos con una mira en común…
Él me dijo: Sí, sí, es lo que quise decir.
Los chicos son dos bombones. Riquísimos pero patean el hígado.
Se parecen al abuelo por su color de ojos, de un azul celeste tan transparentes como sus pensamientos. Hablo del abuelo materno, de mi viejo.
Mi mamá y mi suegra están celosas: ni un gen igual, dicen mientras se auscultan. ¡Ni uno!
Pero no puedo olvidar el primer nacimiento, fue por cesárea.
Y él me había dicho:¡Cesárea! Y cuestionó: ¿Es que tenés algún defecto de nacimiento?
Yo le dije: El mismo que tu madre: haberme casado. Estaba furiosa y se notaba. Me dieron calmantes para poder relajarme y dormir.
Y él dijo: Justo fuiste a elegir el parto más caro. Espero que el bebé sea normal.
Yo le dije: No tengas temor, se parece a mi familia, nació y nacerán normalísimos siempre y hasta inteligentes. Y aproveché en imponerme en la elección del nombre.
¡Qué problema la educación!¿Qué hacemos? ¿Colegio privado o estatal?
Él dijo: ¡Ya sé! Vas a elegir uno privado así yo pago y siento por fin qué es tener un hijo. No, bueno, no te enojes. Elegí vos. Y se lavó las manos como se dice…
Yo le dije: No te impacientes la hija del drogadicto de la vuelta, ese que estuvo dos veces preso, va al colegio número 14 y si va con Celina se pueden hacer amigas y estudiar juntas. Están tan cerquita.
Y el me dijo poniéndose pálido: Bueno, no conozco qué nivel tiene el colegio, pero no hace falta que vaya al mismo grado, hay tantas aulas. ¡Qué se yo!, elegí nomás.
Y Celina concurrió al mejor colegio bilingüe de la zona, donde además, van e iban, los chicos de las renombradas familias de Buenos Aires.
Celina cumplió quince años. La fiesta fue toda luces y brillo y ella una princesita de cuento de hadas.
Tomás ya llegaba a los trece, pero aprovechó para demostrar que bailaba mejor que los candidatos de su hermana. Conocía a todos, como va al mismo colegio.
Por ese entonces yo rasguñaba los treinta y nueve años. La crisis de los cuarenta me cosquilleaba, pero bailé igual a la par de los chiquilines hasta que crucé la mirada con él y me inquietó esa mueca como de lástima. Me empecé a irritar, cosa que siguió a partir de frases, ademanes y otras yerbas.
Dos noches después él me dijo: No se te veía mal el día de la fiesta, pese a tus añitos…
Yo le dije: No me quise arreglar demasiado para evitar la apariencia de tu hijita mayor.
Veinticinco años de casados,¡ es una barbaridad!
Yo le dije: Te pesarán ¿no?
Él dijo: ¡No!, ¡Qué va! Aguanto otros cinco
Yo le dije: No te irás a morir…
Cada vez veo menos. Voy a pintar de blanco el palo de la escoba, por las dudas.
Él me dijo: Sí, tomá tus precauciones…
Yo le dije: No, me colocaré lentes de contacto. ¡Lástima que tenga que pagarlos en dólares!
Él dijo: Te contrato un lazarillo, es más barato.
Yo le dije: Que sea rubio, de ojos celestes, para morocho ya tengo uno y gastadito. Y ¡Por favor!, que no pase de los treinta.
Él me dijo: Pero si estás casi ciega no lo vas a poder apreciar.
Yo le dije: Persisto en los lentes y además no olvides que necesito unos billetitos suplementarios para algunos retoques más. Vos sabés, subir algunas cosas, modelar otras, estirar lo demás.
Él me dijo: ¿Todo junto? Y para qué si así estás bien. Me gustás igual.
El dinero se gastó en el casamiento de Celina. Estaba tan hermosa como una madona.
Me sentí tan  feliz con esta nueva etapa cumplida que no me acordé de las partes caídas, ni flojas ni sueltas. Total que tengo tiempo para pensar todo es el año que viene.


Y él me dijo…..

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