domingo, 23 de abril de 2017

Carlos Margiotta

 Amores mínimos Carlos Margiotta

Ella le pidió que le escribiera un poema. Él no pudo hacerlo. 
Ella era el poema.

Te espere todo el día sabiendo que no vendrías es noche… ni mañana… ni pasado, tal vez nunca. Entonces, mi amor, iré a buscarte al lugar de nuestro desencuentro.

El sexo de Marta es una brasa adormecida entre las sedas de su vestido. Bastará una suave brisa, un gesto, quizá una mirada para encenderla otra vez e incendiarnos en el fuego que aún nos queda.

Hablaba, y hablaba sin detenerse. Era un manojo de palabras sin sentido arrojadas en aquel bar del centro porteño. Hablaba y hablaba mientras él la miraba amorosamente esperando una pausa para decirle: te quiero. Pero eso no ocurrió nunca. Cuando salieron a la calle un torrente de palabras líquidas lo arrastro por la alcantarilla.

Ahogada de tanto desamor, la poeta se quitó los zapatos, bajo los escalones y camino lentamente por la arena para hundirse en el mar.

Ella llevaba a su perrita al parque Los Andes todas las tardes. Él a su perrito también. Los animales se atrajeron de inmediato. Ellos también. Los animalitos se divertían jugando. Ellos también. Cuando llegó la primavera, los perros en celo hicieron lo que la naturaleza les ordenaba. Ella y Él lo hicieron como animales.

La lluvia cae sobre nosotros en esa tarde de invierno llena de tristeza. Iba a decirte adiós. Y terminamos en un cuarto de hotel, gota sobre gota, mojando nuestra despedida.

Jugábamos al ajedrez. Ella con la mirada me decía que sí, y con la boca me decía que no. Entonces no tuve otra alternativa que mover el caballo y estrechar sus labios con los míos.

Lo conocí en un sueño. Su piel oscura brillaba en la noche como un fuego y me enamoré de inmediato. Todas las noches lo vuelvo a soñar tendido en la cama junto a mí. Ayer estaba en casa con mis amigas, sonó el timbre y abrí la puerta. Era él, traía una caja en la mano con una grande de muzzarella.

Quiero que me escribas un poema sobre la piel, allí donde termina la espalda, dijo ella. Él tomó una pluma con tinta china y escribió: “Tu piel, siempre tu piel tendida a mi lado iluminando la noche eternamente”. El amor duró hasta que se ducharon.
  
Espejito, espejito, ¿Hay alguien mas linda que yo?, preguntó la mujer. ¡Sí! Contestó el espejo. Entonces corrió hasta el teléfono, abrió la agenda y llamó al cirujano plástico.

La mujer se desnudó mirándome sin pudor a los ojos, entonces desabrochó su pecho y se arrancó el corazón herido. Es tuyo, dijo. Ni siquiera se quitó la ropa.

Ella se enamoró del mago del circo. Todos los días iba a las funciones para mirarlo embelezada. Una vez el mago la invitó a realizar un truco delante del público. Ella se metió en una caja negra y desapareció para siempre.

Se conocieron por facebook. Se contaron mentiras y verdades. Intercambiaron fotos de otras épocas. La atracción mutua fue creciendo hasta que él la invitó a la primera cita. Allí se dieron cuenta que ambos iban diariamente al mismo cyber.

Él le dijo que ella era muy sensible para soportar una tormenta.No se dio cuenta que Ella era la tormenta.

No hay mujeres feas, dijo el poeta. Todas tiene algo especial por la cual nos sentimos atraídos… o rechazados.

Negro ¿No sabes donde van a parar esos besos, los buenos besos que nos dimos hace tiempo haciéndonos temblar? Él pensó un rato y contestó.

Esos besos vagan por los recuerdos como un alma en pena, esperando unos labios igual  a los tuyos para posarse en ellos.

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