Cuentos cortos
Marta Becker
No la hallé.
Me sumergí en tu cuerpo. Acaricié tu piel, sentí tu calor, absorbí tu perfume.
Encontré la felicidad.
Hurgando en el fondo de una caja encuentra un par de anteojos de carey. Se los pone y lanza un grito de asombro. El entorno se transforma. El altillo se convierte en el gigantesco salón de un palacio medieval, una orquesta con diez violines toca una melodía hermosa –un vals- y en el centro una pareja gira y gira al compás.
Es su mamá con un vestido blanco de gasa con una faja morada en la cintura, el cabello cae sobre su espalda en cascada y una corona con pequeños brillantes adorna su cabeza, un rosa pálido enmarca los labios y toda ella es sonrisas.
El caballero, que es su papá, vestido de frac, camisa blanca y ancho corbatón, la abraza con suavidad y siguen y siguen girando. Los pies de mamá parecen no tocar el suelo.
Da gusto verlos bailar, la niña se ríe y dice en voz alta - ¡son mágicos estos anteojos, no me los voy a sacar nunca!
Cuán inocente puede ser el pensamiento de una niña.
Ahora la pareja se besa y, tomados de la mano, se acercan a la nena. Ella extiende los brazos para tocarlos cuando desde la planta baja de la casa escucha una voz.
Se quita los anteojos mágicos y la realidad le dice que la abuela la está llamando para almorzar.
-Adiós mamá, adiós papá, los volveré a ver otro día de lluvia-…
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