Recuperé las alas perdidas
Jenara García Martín
Había
terminado mis estudios Universitarios. La carrera de ARQUEOLOGIA Era mi pasión....y
pude descifrar el mensaje de mis padres, cuando me decían:
-Algún
día tendrás alas y por su intermedio la libertad de volar como cualquier ave.
Aprovecha esa oportunidad hija mía - me repetían.- La libertad es frágil.
Comprendí
el mensaje. Las alas estaban ocultas dentro de mi mente,. y mi libertad
también. Ligada a la ansiedad de conocer el mundo que se presentaba a mis pies.
Eran alas
de responsabilidad, más que de libertad. Era una libertad que solamente yo la
tenía que saber manejar para no
perderla.
-¡Qué
feliz me sentía con lo que había logrado!. Y la dicha de mis padres era
inmensa. Era hija única Ya tenía una profesión. La que yo había elegido.
Con la
mente puesta siempre en que el Arqueólogo debe viajar mucho. Conocer distintos
países para descubrir el misterioso mundo del pasado. Esa historia que en teoría había recorrido a
través de todos los libros que pasaron en mis manos, ahora quería palparla. Desmenuzar sus
secretos. Quería ser protagonista en esos escenarios de ocultamientos increíbles.
Lo
conversé con mis padres, quienes estuvieron de acuerdo y dispuestos a soportar
los gastos que mis proyectos implicaban.
De esta
forma y analizando lugares donde yo podía desarrollar mi profesión, elegí llegar
hasta Egipto. Era mi meta. Penetrar en el enigmático mundo del pueblo antiguo
de los faraones y su cultura.
-Aurora,
-me dijo mi padre al despedirme en el aeropuerto -, sabemos que estudiar la
cultura egipcia y su arqueología ha sido siempre tu mayor ilusión. Ten presente
que desde aquí estaremos apoyándote en todo. Mas a partir de ahora, vas a estar sola. Cuídate. Y aprende a elegir
tus compañeros de profesión, porque no trabajarás en solitario. Es muy
importante.
Mi madre
le interrumpió con otra recomendación al
darme el beso de despedida.
- No
olvides llamarnos por teléfono en cuanto te instales en el Hotel. Tus noticias
las esperaremos con ansiedad, hija
mía.
Ya
ubicada en El Cairo, cumplí con el pedido de mis padres y comencé a estudiar las posibilidades que
estaban a mi alcance para emprender los proyectos que yo tenía. Recorrí estudios
de Arqueólogos donde aceptaban a profesionales con aspiraciones como las mías y
me incluyeron en un grupo formado por dos parejas, más o menos de mi edad. Eran
italianos como yo.
Con ellos
empecé a compartir, no sólo la profesión, sino
mi vida, que hasta ahora había sido muy diferente. Nuestro lugar de
trabajo fué EL VALLE DE LOS REYES. Nos destinaron tres
carpas bastante cómodas instaladas en el campamento que pertenecía al
Estudio que nos contrató. Todos los
fines de semana viajábamos a El Cairo llevando al Estudio, el informe de
nuestras investigaciones. .
Más
adelante se agregó otra joven, de nuestra misma edad, que acababa de
recibirse, según ellos que la conocían. Tuve que compartir con ella
mi carpa. No desconfié. Luego supe que nada le interesaba de nuestra Profesión. Era otra su misión. Seguía a un movimiento con ideas
totalmente reñidas con la moral y metida en un mundo obscuro relacionado con
el vicio. Buscaba adictos.
Me
atraparon en ese mundo desconocido para mí. Me dí cuenta que iba perdiendo mi libertad.
Mi voluntad. Hasta mi identidad. Ya no era yo. Ya no podía volar.
Que frágil me sentía. Así no podría llegar a la
meta que me había fijado a mí misma .A mis padres, los estaba engañando. Ya era dependiente de
esa extraña sustancia que todos los días fumábamos. Adicción a la cual no podía resistirme y temía que me
rescindieran el contrato si mi adicción
era descubierta.
Recordaba
las palabras de mi padre: LA LIBERTAD ES FRAGIL...ES FRAGIL...
-Mamá, ya
todo pasó. Me dí cuenta a tiempo. Algún día os contaré
lo que me ha sucedido. Ahora necesito vuestra comprensión y vuestra
ayuda.
-Ya la
tienes hija mía. Apóyate en nosotros.
Tomamos
el avión de regreso a Milán, donde teníamos la residencia familiar.
Yo
necesitaba la ayuda de algún centro de rehabilitación para desintoxicarme y a
él me llevaron mis padres. Los médicos les recomendaron que me dejaran
internada por un tiempo. Reconocí mi
estado y me puse en manos de los
especialistas. Pude liberarme de la adicción con pasos lentos y angustiantes, pero
seguros. Día a día mi recuperación era notoria. Mi voluntad me
daba las fuerzas que necesitaba. Siempre pensaba en el tiempo perdido y en el futuro.
Fue
un largo año. Los médicos dijeron que
había sido rápida la recuperación, pero a mí me pareció una eternidad. En la
terapia de grupo, tuve la suerte de ayudar a otros que estaban sufriendo el
mismo problema. Eso me hizo sentirme
feliz, pese a mi desgracia.
Un día,
que lo recordaré toda mi vida, me llamó el director del Centro a una entrevista
especial, en compañía de mis padres.
Su
pregunta me devolvió a la vida:
-¿Te
sientes con fuerzas para ser tu misma de nuevo y dirigir tu vida con libertad y
responsabilidad?
¡Había
esperado tanto esa pregunta! Pero me quedé muda e inmóvil. No sabía que responder.
Mi padre
me hizo reaccionar, ante mi silencio.
-¡Estás
curada!, -me dijo-. El pasado, sólo, es pasado.
Mi madre
me abrazó llorando. -diciéndome-. ¡Lo lograste, hija mía.!..¡Lo lograste!
De mis
labios, repuesta de la sorpresa, salieron las palabras que todos querían oír.
-¡Sí, lo
logré!...Gracias al apoyo de todos Ustedes. Estoy segura que puedo volver a ser
la de antes. No les defraudaré. Fue mi
falta de experiencia. Mis deseos de conocer mundos diferentes. Gentes de otras
culturas. De otras costumbres. Con distintas maneras de pensar, lo que me hizo
caer en esa trampa. Pagué el precio que todo esto conlleva, cuando quieres
recorrer un camino desconocido. Volveré a trazarme la meta que siempre tuve, y
la seguiré fiel a mis principios.
A mis
padres aún no puedo contarles esas tristes experiencias que ahora las veía como
una pesadilla. No podía creer que eso me hubiera sucedido a mí. Yo
sospechaba que ellos adivinaban lo
terrible que había sido ese año lejos de mi entorno, pero nunca me preguntaron.
Me prometí volver a ser libre y recuperar las alas que estaban extraviadas en
mi mente. Esas que nunca se ven, pero que las sientes y te dan fuerzas para
seguir adelante.
-Si vives
en el pasado -me dijo un día mi padre-,
no existe modo alguno de que puedas caminar hacia un futuro.
-Volveré
a empezar, padre, y ten la seguridad que
la puerta que he cerrado tras de mí, no se volverá a abrir. No olvidaré vuestros sabios consejos...
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