DERRUMBE
ANA MARÍA MANCEDA
Tome
un mate y coma una torta frita, por ahí se le va esa cara tan seria, usté es
muy preocupada.
-¿Te
parece? - Y ella se rió.
Al
devolverle el mate la miro, Blanca tiene la risa más cristalina y sonora que he conocido. Es como
el sonido de las aguas del bosque que
caen en cascada. Es el paisaje de la infancia de Blanca ¿Tendrá que ver? ¿Será
mi desarraigo, esos pedazos de pieles arrancados a la vida , la nube que
produce mi expresión preocupada?
-Tenés razón Blanca, las tortas están exquisitas, en
mi tierra son distintas, flaquitas, no usamos levadura, éstas son más
ricas. ¿Así que lo de la casa va viento en popa?
-¡Ajá!
Va bueno doña Eugenia, quería invitarla para el Domingo ¿Podrá ir?
-Sí
por qué no, iré por la mañana debo regresar temprano, luego me encierro a
corregir los trabajos de mis alumnos, el lunes los tengo que entregar.
Cuando
terminó su rutina se despide. La veo salir por el sendero hacia la calle.
Contradicción. Me siento feliz de quedar sola con Yuko, mi perro labrador, por
otra parte siento su ausencia. Podíamos
estar largos ratos sin hablar, cada una
en sus quehaceres, por ahí yo emito
alguna frase para provocar su opinión y ella carga con esa lógica aplastante
que no la da ningún libro. Estoy bien, mañana arribará de nuevo, debe atender a
sus hijos.
El
espejo me devuelve la cara de una mujer cuarentona y melancólica. Me excuso.
Dejé todo. Familia, paisaje, olores, historias. Todo quedó a dos mil kilómetros
de distancia y a dos mil años de ausencias. Llegué al sur, a la Patagonia, tratando de empezar una nueva vida, pero uno
viaja con su mochila. Siempre. Del Atlántico al Pacífico, tan solo me separa de
sus playas la Cordillera de los Andes, solo eso. De todas maneras siento sus
vientos en este pueblo de bosques, lagos y montañas. Y también las lluvias y la
nieve.
Hora de clases. - Profe, Profe ¿ Cómo saco en el mapa los kilómetros de
distancia con la regla? Me perdí.
-
¡Mm! Prestá atención, fijate en la escala, si te indica milímetros los pasamos
a centímetros y más menos colocamos la regla sobre los puntos que queremos
investigar.
Según
los centímetros sabremos la cantidad de kilómetros ¿Estamos?
El
trabajo nos había llevado dos semanas. Era una investigación de las posibles
consecuencias ambientales que en nuestra
región ocasionarían los ensayos
nucleares en una de las islas del Pacífico. Teniendo en cuenta que ésta zona es
sísmica y volcánica, cualquier presión de esa envergadura sobre las placas
tectónicas del continente que se expanden debajo del océano podría producir
deslizamientos y consecuencias graves.
Las conclusiones de la investigación irían adjuntas a una petición de
suspender los ensayos nucleares al Gobierno y a la embajada del país que produciría las explosiones atómicas.
Este tipo de trabajos les apasionaba a mis alumnos, se sentían protagonistas y a mí me permitía dictar la materia Geografía de una manera dinámica a la vez de
crear conciencia ecológica. ¿Nos responderían?
Dictar clases en una escuela secundaria estatal en estos pueblos
alejados de la Capital era un placer. Arquitectura adaptada al rigor climático,
calefacción en todas las aulas. Concurren alumnos de clase media, baja y media
alta. Hace poco abrió un colegio privado, bueno, semi-privado, ya que tienen
subsidio del Estado. Hacia allí emigró una pequeña población de alumnos de
clase media alta y de los que quieren ser. Cuotas caras y estima social. Así
es. Pero se perdieron de realizar el trabajo ecológico, hasta el momento solo
lo hacemos en la escuela estatal. ¿Qué le importa a los privados que la Placa
de Nazca se deslice debajo de la Sudamericana y provoque terremotos? ¿Lo sabrán?Domingo.
Salgo a las once de la mañana, es otoño y la temperatura está bajo cero. Me
dejo llevar por Yuko, tira fuerte de la correa. El paisaje es una ceremonia de
colores, el crujido de las hojas, repito en mi mente, solo es una muerte
transitoria, mi melancolía es una muerte transitoria, debo vivir, vivir. A
medida que voy subiendo las laderas veo el pueblo, mezcla de edificios modernos
y casas antiguas. ¿Cómo las percibo? Sus chimeneas emiten el humo de las costumbres
heredadas de los viejos hogares. Lo moderno es tener calefacción a gas, pero el
olor a Ñire quemado invade una historia cálida de colonos; boers,
franceses, alemanes, ingleses, argentinos de provincias norteñas e indígenas,
originarios dueños de estas tierras. Olores, siempre olores atados a los
recuerdos. Aquí no están los míos. Abajo, no tan lejos, el lago, azul, verde, y
el sol jugando a las escondidas en los
bosques. Hay troncos caídos, admiro los líquenes que se adhieren como un tapiz
a su corteza. Sé de la importancia de estos seres como índices biológicos de la
pureza del aire. Aire oxigenado. En las grandes ciudades ya no se ven, excepto
en las ramas muy altas de los árboles. A veces.
Estoy
llegando, las casas del plan social se ven casi terminadas, hay más, muchos más troncos caídos, han
desmontado la ladera para poder edificar. Los terrenos son fiscales, la
discusión está a que jurisdicción pertenecen, si a la provincia o a Parques
Nacionales. La gente necesita las viviendas pero es indudable que los políticos
necesitan los votos y no se detienen ante nada. Este desmonte va a traer graves
consecuencias.
Me
recibe la algarabía de los chicos. Risas, gritos, la oscuridad del lugar, el
suelo helado y la pobreza se desdibujan ante las caras coloradas.
-
Señora Eugenia ¿Se queda a comer? ¿Se queda hasta la tarde? Me pregunta Pedro,
el mayor de los hijos de Blanca. Lo acaricio, le doy la bolsa con los regalos.
Se acercan sus hermanos y otros chicos vecinos.
Dentro
de la casa, al lado de la cocina a leña charlamos con Blanca. Pedro y sus hermanos
entran y salen, desesperados por comer las golosinas antes del almuerzo. Se
escucha el ruido d las sierras eléctricas.
-
¿ Siguen desmontando Blanca?
-
Y sí, necesitamos espacio, además para
tener un poco de sol, esto es muy oscuro.
-
No deja de ser peligroso, los árboles fijan el suelo y equilibran el ciclo del
agua. En la época de lluvias se va a lavar ese suelo, pueden ocurrir
desmoronamientos.
-
¡Qué va! A nosotros no nos dijeron nada.
No
opiné más. No tenía derecho. Estaba tan ilusionada con su casa. Miré por la
ventana, el cerro estaba ahí nomás, era un paredón de rocas amenazantes, debían
hacerles una contención. ¡Basta de preocupación! A disfrutar con esta querida
familia. Luego del guiso exquisito, el postre, la caminata por la zona y la felicidad
de los chicos, regresé a mi casa con un Yuko agotado, igual que yo, nos acompañó una caída violenta del sol
tras los cerros y el frío que se adhiere insobornable, imagino el horizonte y
el dulce atardecer de la llanura, rojo recuerdo. Llegamos, los hijos de Blanca
son una cálida esperanza. Fue un día
pleno.
Y
la época de lluvias comenzó, alternadas con fuertes nevadas. Reino de los
turistas esquiadores. Pueblo de postal, hacia el este, cerros boscosos con
pistas de esquí. Hacia el oeste cerros boscosos, oscuros, con humildes casas,
en el centro el valle y la ciudad. Paisaje bello, incoherencia social. Todo
sucede bajo las mismas estrellas.
Comienzo
de Primavera, se advierte la nueva estación por los brotes de las plantas, aún
sigue nevando. En esos días sopló la felicidad en la casa, Pedro venía de forma
asidua a hacer las tareas mientras su madre terminaba la rutina diaria. Se
entusiasmaba con mis libros, de manera especial con los libros del cosmos. Le
daba algunas explicaciones sencillas del origen y evolución del universo.
Blanca se ponía contenta, decía que iba a sacar un científico del chico.
-
Usté es tan cariñosa con los niños Doña, debería tener su hombre, no es bueno
que la mujer esté sola.
¡Hay
Blanca! Ella sí estaba sola, con tres niños que mantener. Quizás la equivocada
era yo, ella había logrado la eternidad, a pesar del abandono de la familia por
parte de su hombre.
A
mediados de Octubre se armó revuelo en
el colegio, nos habían llegado respuestas del Congreso de la Nación y del país involucrado en les ensayos
nucleares. Por distintas leyes se había realizado el “TRATADO DE PROHIBICIÓN
COMPLETA DE LOS ENSAYOS NUCLEARES en el CONGRESO DE COLOMBIA 2001”.
Nos
enviaron el tratado y agradecimiento por nuestra participación. Por supuesto nuestro
pedido no fue determinante ya que hace
años venían tratando el tema en las Naciones Unidas con resoluciones previas, pero para nosotros
fue motivo de orgullo saber que estábamos
en la buena senda de estudio de la compleja temática ecológica.
Era
una tarde agradable, el sol comenzaba a entibiar la atmósfera y algunos pájaros
se animaban a trinar recibiendo la luz de primavera. Pedro tomando la merienda,
su madre vendría a buscarlo más tarde, debió quedarse en su casa pues los
albañiles tenían que terminar la habitación de los chicos. Una herida rompió el
equilibrio, las sirenas de los bomberos comenzaron a sonar alertando un
incendio o un accidente. Intuición. Llamé a la radio, pregunte qué sucedía. La
primera reacción es la parálisis del cuerpo y la mente. Derrumbe. Había
ocurrido en el nuevo barrio de las casas sociales,
en
las laderas de los cerros que dan al Oeste. Cuando reaccioné tomé a Pedro, mi
cartera y pedí un taxi. El chófer no sabía más que lo comentado por la radio
¿Habría heridos? Nos dejó en la zona baja. Ya estaban las ambulancias cargando
gente en camillas. Todo era un pandemónium. Tomados de las manos con Pedro
subimos la cuesta, de mi boca salían palabras estúpidas, para brindarle calma
pero el chico lloraba. Al llegar a la casa de Blanca vimos que estaba intacta
pero las casas vecinas tenían destruidas algunas partes. Había heridos, algunos
muy graves. Entre la multitud vimos a Blanca, comenzamos a gritar, nos vio y
vino hacia nosotros corriendo, a su lado los hermanos de Pedro, llorando. Nos
abrazamos, temblaba. Por seguridad no podíamos entrar, era posible que las
rocas caídas del paredón sin contención
hayan debilitado alguna estructura
de la construcción. A la hora del crepúsculo nos fuimos hacia mi casa.
Hasta que no estén seguros que no correrían peligro y hecha la contención de
las rocas, vivirían conmigo.
En
ese tiempo descubrí que a pesar de mi mochila y mis dos mil años de ausencias
había encontrado una familia. El Doña Eugenia de los chicos lo sentía cien
veces por día, sonaba a música. Para fin
de año, al momento de brindar tuve una luz en mi terco cerebro. No era bueno
que una mujer esté sola. Suspiré feliz, Yuko, recostado, miraba alerta a los
chicos, como esperando un ataque. Blanca se ríe de sus pícaras ocurrencias y el
hecho de estar compartiendo la fiesta con sus hijos. Y yo, quizás aprenda a aceptar esta nueva vida, aunque
el parásito de la nostalgia esté muy cómodo viviendo en mis entrañas.
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Este
cuento obtuvo el 1º PREMIO INTERNACIONAL
EN
NARRATIVA- edit. Artes y letras 2008
1 comentario:
Gracias por tu generosidad de publicar trabajos de escritores independientes. Que tengas un venturoso 2017. Saludos desde la Patagonia argentina.- Ana María Manceda
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