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Liliana Marengo
El
descubrimiento Liliana
Marengo
Cuando
reciba este mensaje, pensará seguramente que descubrí algún continente, o alguna
vacuna que pueda salvar a la humanidad de una enfermedad incurable. Le confieso
que no se trata de eso, lo cual no quiere decir que sea menos o más importante
de lo que esperaba que le diga, porque al escribirle esta historia, tal vez
salve a la humanidad, a esa parte de la humanidad a la que le lleguen estos
renglones.
Paso a
relatarle, estoy presa. He tratado de identificar a quien o a quienes pusieron
la llave a la puerta que me aisló del mundo. Años de infructuosa búsqueda
perdiendo los más maravillosos amaneceres, el sol cuando atardece, la luna
cuando llega, un amor. Tiempos en que mi resentimiento fue haciendo una lista
de todos los posibles culpables que me sometieron a esas cadenas. Pero
redondeo, quizás a otros les pase lo mismo. De buenas a primeras, he
descubierto algo tan simple que puede provocar su risa, y es que la puerta la
cerré yo misma, la llave la tengo yo, las cadenas están dentro.
Luego de
leer estas palabras, pensará que estoy afuera, gozando de maravillosos amaneceres,
del sol cuando atardece, de la luna cuando llega, amando, y lamento defraudarlo,
pero no es así. De eso quería hablarle, si está encerrado, o conoce a otros que
padecen de este encierro, cuéntele este descubrimiento, es simple: La llave que
se busca afuera puede estar adentro. Si es valiente, la salida se revelará no
milagrosamente, sino peleando contra el fantasma más poderoso, que es el miedo,
el miedo a ser, a ganar y a perder, a amar y a que lo amen, también y por que
no, a que lo dejen de amar.
De todos
modos, hay mucho más por ganar que por perder. Le pido por favor, que si recibe
este mensaje, escrito dentro de una habitación muy pequeña, y gracias a la
posibilidad que da este correo, lo transmita a aquéllos que están atravesando
situaciones parecidas, y ellos a su vez cuando se liberen, lo comunicarán a los
que están por la calle y que se creen libres, y no son libres, presos de la
monotonía, del trabajo, la falta de deseo, la fatiga crónica, la desidia, la
ignorancia y tantas otras cosas más, que hacen de una persona un esclavo.
Como
verá, no he descubierto ningún continente, ninguna vacuna para salvar a la humanidad
de una enfermedad incurable, lo que no quiere decir que este descubrimiento sea
menos o más importante que alguno de ellos. Hay descubrimientos que no salen en
los diarios y que no los publica ninguna editorial, pero que le pueden salvar
la vida, porque al escribirle esta historia, tal vez salve a la humanidad, a
esa parte de la humanidad a la que le lleguen estas líneas.
Mención en el V Concurso
Literario Bonaventuriano de Poesía y Cuento, organizado por la Universidad de
Buenaventura (Cali, Colombia), con la colaboración de la Cátedra Iberoamericana
Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE)
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