Amelia Mirta
Gaziano
Con
sandalias rojas de tiritas finas, la pollerita corta, muy corta, así vestía
ella y se movía, daba saltos y levantaba los brazos, los tamborines y parches
marcaban bien el ritmo y ella lo seguía, miraba al frente desafiante, fijándose
en los otros, los sonrientes que la miraban y la aplaudían, seguía así, en
medio de la calle anticipados los pasos al resto de los murgueros, a los
preparados para la danza.
Ella
no pertenecía al grupo, pero ocupó ese lugar…
Adelante,
primera, graciosa, blandiendo un pañuelo rosa, haciendo sacudir su sombrero
demasiado grande para su cabecita menuda…
Feliz,
con temblores de energía, vibrátil y cadenciosa, iba al frente, unos metros
adelante del estandarte de lentejuelas, de los primeros tambores, de la reina
de la murga, ¡ella era la reina!!! la sin elegir, la autoconvocada, sin dueño,
sin patrones.
Pasaba
el día entero pensando,
el
día entero buscando los atuendos y así como los hallaba en la vieja maleta,
hechos un verdadero manantial de arrugas se lo ponía, la pollerita breve, que
dejaba al aire sus moldeadas piernas , luego los zapatitos rojos de tiritas…
Con
extremado rojo labial en la boca, azules violáceos en los ojos, carmín en las
mejillas y el sombrero, gracioso, firme y abrochado con hebillas dejaban ver
por los costados los largos cabellos sin peinar.
Pero
ella, borracha de felicidad, expuesta, sola, enorme en su propósito, enarbolaba
e inauguraba la fantasía del carnaval de entregas y pasiones.
Vayamos
con ella…
detrás,
sigamos su rumbo, su baile, su desenfado y compartamos el frenesí el juego de
magia y resplandor de una candela, una mariposa que solo vive un día, un
estallido de placer y la majestuosa
libertad del cuerpo en medio de la gloriosa fantasía, vivir, ser reina por un
día, ser amada y vista por un día…
¡¡¡Vamos
Amelia, vamos todavía!!!
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