Terminó el año Celia Elena Martínez
Como
todos los años lo hicimos en mi casa que tenía una gran terraza, como siempre
comeríamos hasta el hartazgo, quedábamos tendidos en los sillones, inflados de
comida y bebidas, con una mezcla de alcohol que estábamos seguros que al otro
día se nos partiría la cabeza, el tío Romualdo como era usual sería el de los
chistes pesados por sus acostumbradas borracheras, su mujer intentaba calmarlo,
pero era inútil.
Hacia el
final de la cena, siempre hacíamos una tómbola, cada uno ponía la misma cantidad
de dinero, hacíamos el sorteo con papelitos y el ganador se llevaba toda la
“fortuna”.Una vieja costumbre que había instituido el tío Carlitos hacía
añares.
Los
chicos jugaban con los fuegos artificiales. Desde allí arriba se veían, las
bengalas, los globos encendidos y las luces de colores de los juegos de
artificio.
Los
grandes sin poder más tomábamos sales. Finalmente la abuela traía los dulces y
el helado, no faltaban las nueces, almendras, las castañas venidas de Italia y
las confituras italianas que la nona preparaba desde siempre.
Poco a
poco se fueron yendo, prometiendo volver el 1° al mediodía, nosotros sabíamos
que llegarían pasadas las tres porque ya estaba amaneciendo, al tío Romualdo lo
llevaban entre tres, los chicos dormidos lloraban. Cuando mi mujer y yo vimos
los trastos sucios, suspiramos y nos fuimos a dormir. Al unísono dijimos
-mañana será otro día- Por suerte nuestros niños dormían en sus camas. El perro
se había sosegado y dormitaba a los pies de la nuestra Cuando le dije a mi esposa
con picardía -¿estrenamos el año?- Ella ya dormía profundamente y masculló algo
entre sueños.
Recién el
miércoles por la mañana se me ocurrió revisar los mensajes del teléfono suponiendo
que esa enorme cantidad serían de saludos.
Era la
mujer de Domínguez que en tono desesperado nos preguntaba por su marido. No
había regresado. Hablé con otros compañeros y tampoco sabían de él desde el
viernes, pero como ya nos había comentado que iba a viajar con su amante para
estas fiestas, lo presumimos pasándola bien en algún hotel de la costa.
Por
supuesto no llamamos a su mujer.
Entramos
a la oficina todos con caras de
cansancio y ojeras.
Rossi fue
al baño uno a uno fueron llegando
mientras preparábamos el café.
Desde el
baño llegó el grito de horror de Rossi, salió espantado y no podía emitir
sonido.
Fuimos al
baño y también con espanto lo vimos
allí. Domínguez yacía en el piso muerto.
No había
terminado el año.
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