viernes, 2 de septiembre de 2011

MARISA PRESTI


REBELIÓN
 
Hacía tiempo que no escribía. Las preocupaciones lo habían ido inundando de a poco, con un caudal cada vez más intenso que lo habían ido paralizando. Pero de pronto, sin proponérselo, amaneció con un ánimo distinto. Y decidió hacer el intento. Con cierto temor, se acercó a la computadora y la encendió. Esperó unos minutos, mientras en su mente garabateaba el tema del cuento que había empezado a imaginar unas horas antes.
Cuando el programa estuvo listo, sus dedos comenzaron a moverse sobre el teclado. Al principio no miró, pero cuando en un momento levantó la vista vio escrito en la pantalla una absurda sucesión de letras que no decían nada.: azñhydfv mvuyrexaf …
Sorprendido, borró el escrito incoherente y con paciencia, volvió a poner el cursor al principio. Apretó la p y se escribió la f, probó con la a y apareció la ñ. Malhumorado, lo intentó más de tres veces, y siempre con el mismo resultado.
Se levantó con decisión. Era evidente que el equipo tenía una falla importante y no le iba a permitir escribir. Apagó todo. Para algo se inventaron la lapicera y el papel mucho antes que estas malditas máquinas, dijo en voz bien alta.
Provisto de las dos cosas, se sentó en la mesa de la cocina, el lugar de la casa que siempre le resultó más cálido y amigable. Aquí voy a poder, pensó con satisfacción. Se acomodó y empezó a escribir con su mano derecha, pero al segundo vio con estupor que lo que escribía no tenía ninguna relación con lo tenía en su mente, más bien parecía el comienzo de un cuento para chicos: Había una vez una princesa…
Estrujó la hoja con rabia. Tomó otra y puso todo el cuidado posible en dibujar las letras que quería, pero no hubo forma. Parecían tener vida propia y escribirse a sí mismas como querían: esta vez apareció el titular del diario de la mañana.
Angustiado, soltó la lapicera y apoyó la cabeza sobre la mesa. Sus venas, crispadas, habían enrojecido el rostro colocándolo entre la ira y la angustia.
Pasaron unos minutos hasta que se incorporó. Sobre el papel vio escrito con una letra desconocida: te falta talento.
Fue la última vez que Gerardo Manccini intentó escribir.


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