EN SUELO EXTRAÑO
Fue en una isla ignorada, conocida con otro nombre, donde el mundo se termina, sabiendo, según le dijeron en la escuela, "que era nuestra".
El viaje lleno de miedo; el desembarco en un lugar con nombre extraño, como las islas, con idioma diferente y la sensación íntima de estar en lugar ajeno y no propio.
Frío, mucho frío, frío helado, piedras, espinas y nieve. Mucho hambre y los miedos de la guerra de condición desigual. Muertes, congelamientos, heridas y el vacío tan grande que duele como la orfandad y la lejanía.
"Subordinación a las órdenes, valor para seguir con vida.
Pero él no fue uno de ellos. No volvió. Quedó en suelo extraño, aunque le dijeron propio.
El calor de otros iguales, entonces muertos, de frío, congelados, lo conserva en ese suelo, aferrado a su cruz y a la foto de su novia.
Baila con el viento del Sur, enlazado entre dos maderos cruzados, un rosario de heladas cuentas que desgranan las plegarias de su madre y de su padre.
Cuando el sol de un día tibio derrite la escarcha de su tumba, se estremecen sus huesos descarnados.
Pero yo sé que no estoy aquí en las Facklands, en suelo ajeno. Estoy en Corrientes, que es mío por más que me digan lo contrario.
Fue en una isla ignorada, conocida con otro nombre, donde el mundo se termina, sabiendo, según le dijeron en la escuela, "que era nuestra".
El viaje lleno de miedo; el desembarco en un lugar con nombre extraño, como las islas, con idioma diferente y la sensación íntima de estar en lugar ajeno y no propio.
Frío, mucho frío, frío helado, piedras, espinas y nieve. Mucho hambre y los miedos de la guerra de condición desigual. Muertes, congelamientos, heridas y el vacío tan grande que duele como la orfandad y la lejanía.
"Subordinación a las órdenes, valor para seguir con vida.
Pero él no fue uno de ellos. No volvió. Quedó en suelo extraño, aunque le dijeron propio.
El calor de otros iguales, entonces muertos, de frío, congelados, lo conserva en ese suelo, aferrado a su cruz y a la foto de su novia.
Baila con el viento del Sur, enlazado entre dos maderos cruzados, un rosario de heladas cuentas que desgranan las plegarias de su madre y de su padre.
Cuando el sol de un día tibio derrite la escarcha de su tumba, se estremecen sus huesos descarnados.
Pero yo sé que no estoy aquí en las Facklands, en suelo ajeno. Estoy en Corrientes, que es mío por más que me digan lo contrario.
1 comentario:
Ricardo, esa es una herida abierta, todavía duele. No están solos, los acompaña la memoria de todos los argentinos y sí, estan en suelo nuestro!
Hermoso cuento/homenaje.
Marta Ravizzi
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